Estoy sólo en la habitación con un macho alemán.

No habla nada de inglés, por lo que nos hemos entendido con gestos. Él vio cómo le miraba en el bar, me hizo un gesto para que me acercara, le acaricié el paquete...

Él es un cincuentón con el pelo cano, fuerte, con barba de 3 días. Un metro ochenta de macho follador.

Estamos desnudos, él sentado en una silla y yo a cuatro patas en el suelo.

Me hace un gesto y me acerco.

Sin dejar de mirarle a los ojos para saber si le agrada lo que estoy haciendo, cojo con delicadeza su enorme verga mientras dejo caer algo de saliva en su glande todavía cubierto.

Él asiente con la cabeza.

Lentamente le descapullo, acariciando con la lengua la piel que poco a poco queda al descubierto. Tras descubrirlo del todo, repaso la base del glande para asegurarme que está bien lubricado.

Subo y bajo la piel dos, tres, cuatro veces para mojar el capullo.

Lo dejo al descubierto.

Soplo.

Noto como el Amo se pone a mil. Me giro, quedándome sentado en el suelo de espaldas a él. Él levanta el culo y coloco mi frente debajo. Abro la boca. Se sienta, metiéndome los huevazos dentro.

Son grandes, a juego con su polla. Mi boca pronto se llena con ellos. Me cuesta respirar, pero noto que le gusta, así que alargo la situación. Con una mano le pajeo despacio. Quiero que note cuanto deseo su polla, pero no quiero que se corra. Mi lengua le acaricia los cojones. Saben a sudor. Saben a macho.

Le hago un gesto para que me deje salir pero él se niega. Está disfrutando con sus huevos en mi boca.

Tengo pelos en la garganta y me falta el aire. Dejo de masturbarle. Me agarra los pezones con fuerza, entiendo el mensaje. Sigo masturbando hasta que decide levantarse.

Me doy la vuelta, poniendo mi cara frente a su polla.

Lamo el fuste, descapullándole al llegar al final. Lo repito. Sigo. Quiero que desee mi boca con tanta intensidad como yo deseo su polla.

No lo aguanto más, rodeo su verga con mis labios.

Al principio sólo el glande. Lo acaricio con la lengua. Lo lleno de saliva. Quiero que sienta calor y humedad. Me quedo ahí, subiendo y bajando mínimamente la cabeza, lo justo para darle placer sin tragarme su polla.

Me jala de pelo con ambas manos.

Ahora sé que es mío, sé que quiere correrse, que necesita correrse. Es el Amo, pero ahora es un Amo desesperado.

Me clava la polla hasta el fondo. Cuido de no tocarla con mis dientes. Sólo nota mi lengua y mis labios. Tira del pelo hacia atrás, así que vuelvo a trabajarle el glande hasta que me la clava de nuevo.

Lo repite una y otra vez, aumentando la frecuencia, hasta que le fallan las fuerzas y se agarra a la silla con ambas manos.

No tengo piedad, aumento el ritmo, follándole con la boca.

Sé que se va a correr.

Normalmente no dejo que se corran en...