Le encontré en una de estas tiendas de videos. Era mexicano de tamaño medio con la cara guapa y un poco gordito como a mi me gusta mucho. Entre el cuarto, saco la suya y la chupe, con el apoyandose contra la pared. Como normal en este tipo de situación no hablamos de todo. Me gusto pero no fue nada especial. Después, le di mi número, no sé por qué. Normalmente, no doy mi número a mucha gente y de todos modos, casi nunca alguien me llama desde la librería, quizá por ser puras bugas. Además, no voy mucho por allí porque prefiero gozar un hombre solo y en privacidad. En esta ocasión, tuve mucha suerte cuando él me llamo dos o tres semanas más tarde para empezar lo que sería nuestra amistad caliente y frecuente.
Trabajaba él como cocinero, pues normalmente solo podía visitarme lunes—la noche más tranquila en el restaurante y llego muy tarde: alrededor de la medianoche. No puedo decirte como me calienta recibir las llamadas suyas. Cuando me advirtió de su incipiente llegada, pusiera todo listo para mi varón. Si tuviese una pareja, quizá no lo dio satisfecho porque siempre llego muy listo para mí. Por eso, quería estar listo para él. Prendía la luz afuera y dejaba la puerta de atrás abierta. Cerraba la puerta de la cocina así que mis compañeros de casa no lo vieran o lo oyeran entrar si despertaron. Me puse desnudo en la cama boca abajo esperándolo con la luz baja en mi cuarto. Me calentaba un montón esperándolo un rato, corazón latiendo, desnudo. Se dice “ausencia hace que el corazón crezca más.” También la verga. Fuera frío si no la tuviera tan cachondo cada vez. Siempre los dos nos pusimos súper ardiente y nunca pero nunca tuvimos sexo malo. No puedo decir este de ningún otro. No sé porque, quizá porque mi anticipación creció tanto esperándolo desnudo. Quizá porque él me pensaba toda la noche en el restaurante vacío lunes. Todavía puedo oír su llegada: el ruido de su motor, el motor extinguido, la chirrido de la salida del cerco, sus pasos en la escalera, abriendo la puerta, el clic de la luz apagada, sus pasos en la cocina, volviendo el pomo de mi puerta interior, su silencio al verme esperándolo desnudo y pues su gemidos de descanso y placer mientras se quitaba las zapatos. Siempre me fingía estar dormido cuando me comenzó acariciar la raja pero me desperté cuando su palo me enfrento. Lo chupara lo más tiempo que pudiera. Era muy varón y siempre me volteo para tomarme de atrás. No muy grande la verga pero muy dura y me dio muy satisfecho. Su respiración en mi oído cuando me penetraba a lo profundo. Lo complace en todo que pude. Seguimos así por más que un año y medio cada lunes. Nunca extrañamos el encuentro aunque fue imposible por culpa de estar enfermo o en otra ciudad. Y cuando esto se pasó, tratamos de hacer una noche sustituta. Muy regular andamos. Me hizo muy triste cuando se despareció. Nunca he encontrado un otro majo quien me dijo tanta satisfacción y tan regularmente. Adrian, ¿en donde andas?
ADRIAN EL COCINERO
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