Escrit per: smesclavo
1152 paraules
Mi Amo me pidió que le escribiera un relato. La verdad es que me cuesta escribir, no me sale natural, pero a veces se me ocurre algo, espero que este sea el momento, así aprovecho para escribirle el relato que me pidió y de paso, si quiere, una fantasía que pueda realizar y que le guste.
Habíamos quedado en el sitio de costumbre, en el bosque de noche. A mi Amo le gusta sobre todo azotar, y además, es muy diestro en el manejo del látigo, de cualquier tipo de látigo. A mi me gusta agradar al Amo, como es normal por mi parte sumisa, aunque los azotes es algo que nunca me han gustado mucho, puesto que es lo que más le gusta al Amo, hay que dárselo.
Hacía tiempo que no quedábamos y estaba desentrenado, pero todo sea por complacer al amo. Cuando llegó Amo, yo ya estaba esperándole como es natural, con la mirada baja y esperando sus órdenes.
Me ordenó quitarme la ropa y quedarme desnudo, estábamos ya a mediados de marzo, así que hacía frio, pero me quité la ropa sin decir palabra y la metí en una bolsa de basura que llevaba para estos casos. Le entregué mi látigo, no es como el suyo, el mio está hecho de bricolage con una cubierta de rueda y cortado en finas tiras, queda como un látigo de colas, es doloroso, pero deja menos marcas, y es que yo tengo un problema con las marcas, al estar casado, no puedo volver a casa con marcas visibles o con demasiadas masrcas en sitios más escondidos.
Nos adentramos un poco en el bosque, lo suficiente para estar lejos de cualquier mirada indiscreta, además era casi de noche ya, así que había suficiente privacidad. LLegado al sitio adecuado, el Amo me ató las manos a dos árboles cercanos y ahí quedé, atado en cruz, a oscuras, con frío, y con nervios esperando lo que fuera a ocurrir.
El Amo cogió el látigo y comenzó a azotarme con fuerza por la espalda y por el culo, medía muy bien los latigazos, tanto la fuerza (bastante) como la cadencia, rápido, pero no tanto como para que no sientiera bien los efectos de cada latigazo.
Yo no tengo mucho aguante con los latigazos, pero poco podía hacer en esa situación, más que sufrir cada latigazo y esperar el siguiente. Perdí el sentido del tiempo y el número de latigazos, todo mi cuerpo temblaba por el castigo cuando el Amo paró, yo seguía temblando, mi espalda y mi culo ardían. Pasado un momento, se colocó de nuevo detrás de mi, pero esta vez azotaba de abajo a arriba, con fuerza, entre las piernas, mi pene y mis huevos eran el objetivo, a la vez que la parte interna del culo. Cada golpe se sentía como alfileres en mis partes, por suerte, el Amo, siempre severo pero sabiendo lo que hacía, los golpes no eran tan fuertes como en la espalda, pero supo encontrar la fuerza justa para que cada golpe en mis partes fuera un fuerte castigo.
Después de un rato azotando de esa manera, paró y se colocó delante de mi, y comenzó a azotar de nuevo de la unas veces...
Un castigo severo
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