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Epílogo (relato corto)

Escrito por: Switchpoblano

Agradezco las buenas reacciones que ha tenido mi último relato; me han pedido que cuente más sobre la vida de los dos esclavos bajo las órdenes del Amo Andrés. Aquí está la respuesta a la petición, espero les guste:

Andrés despierta como un rey, con la boca cálida de mi hijo Chema sirviéndolo y adorándolo como merece. El Amo es un Hombre ordenado y de métodos, y se ha tomado el tiempo para ir perfeccionando la manera como le servimos oralmente, siempre que hay oportunidad nos hace arrodillarnos delante de él y se saca la Verga.

Como un buen maestro que imparte una clase, Andrés nos explica las zonas que quiere que atendamos con más precisión y nos hace mirar cómo lo hace el otro resaltando sus aciertos y sus errores.

Generalmente “la clase” termina con una larga sesión de gagging en la que el Amo cuenta el tiempo que los dos aguantamos con su Verga en la garganta, sabemos que el que menos aguante será castigado pues nos hace competir entre nosotros para superarnos

-Creo que hoy el hijo ha sido mejor alumno que el padre- nos dijo el otro día- levántate y párate arriba de Chema, perra, con las nalgas hacia mi- obedecí levantándome y poniendo mis piernas a ambos lados del cuerpo de mi hijo que tenía la verga de Andrés bien metida hasta el fondo de su garganta. Andrés estaba sentado en el borde de una silla, la cabeza de Andrés quedó a la altura de su verga y mis nalgas a la altura de su cara arriba de la cabeza de Chema.

-Voy a parar hasta que Chema me saque la leche- me dijo dándome nalgadas con la palma de su mano.

-Si Amo, gracias Amo- respondí mientras Andrés castigaba mis nalgas por haber sido el estudiante menos diligente.

Las nalgadas caían una tras otra poniendo mis glúteos rojos y calientes, acostumbrarme a ser castigado delante de mi hijo es quizá una de las cosas que más trabajo me costó asimilar.

-¿Te gusta ver cómo castigo a tu papá por pendejo?- le preguntó a Chema sin dejar de castigarme

-Si Amo- respondió Chema con la boca llena, segundos después el Amo dejó de nalguearme y me apretó los glúteos con fuerza, lo escuché gemir despacio, muy quedo… se estaba viniendo en la boca de Chema. No poder ver aquella escena era para mi quizá el castigo más grande- arrodíllate delante de la pared y pon las manos en la cabeza- me ordenó y permanecí ahí arrodillado y desnudo, exhibiendo mi culo colorado por media hora mientras Chema y Andrés se daban tiempo para hacer la tarea.

Como en casa ya está de vuelta el resto de la familia, Chema y Andrés tienen que bañarse por separado, mientras Andrés se baña Chema le prepara la ropa que va a ponerse el Amo y alista sus cosas.

Yo salgo de casa con los hermanos de Chema y los llevo a la escuela, al regreso el Amo y Chema ya han salido a la universidad y mi esposa ha dejado la casa para ir a su trabajo.

Como trabajo desde casa tengo órdenes para permanecer en ella: Andrés nos ha comprado jaulas de castidad, Chema se lleva la suya puesta a la universidad y yo tengo hasta las 7:30 para enviar una foto con la mía puesta. Andrés tiene la llave de manera que una vez que la jaula está cerrada debo esperar a que vuelva para quitármela.

Después de bañarme las primeras labores son siempre para atender al Amo: ordeno y limpio su cuarto, acomodo sus cosas y meto a lavar su ropa. El Amo debe encontrar su cuarto limpio y su ropa ordenada en el closet cuando regrese.

Me siento a trabajar sin pantalones, la jornada laboral es un suplicio porque la castidad me produce una ansiedad tremenda y tenerla todo el tiempo expuesta me hace sentir todavía más caliente.

Andrés me hace videollamadas cortas de sorpresa para comprobar que tengo la jaula puesta y no estoy usando pantalones ni ropa interior.

Como parte de nuestra rutina, mi Amo y Chema han acomodado sus materias para tener libre del medio día a las dos de la tarde.

Todos los días a las 12:30 los espero arrodillado delante de la puerta. Coloco dos correas de perro en el porta llaves junto a la puerta antes de arrodillarme, y ahí permanezco desnudo, con mi castidad puesta, el ano debidamente lubricado y mi collar de perro.

Andrés siempre es el primero en entrar, invariablemente se baja el pantalón y me ofrece sus huevos para que los adore con la boca, mientras hago esto Chema se desnuda y se arrodilla junto a mi.

Se toma su tiempo para ponerme la correa en el collar, es como un acto de dominación diario que me ayuda a recordar que en esos momentos solo existo para mi Amo. Me suelta una cachetada

-Gracias Amo- respondo aguantándome el ardor en mi mejilla, recibo otra cachetada- ¡cállate!- me ordena y obedezco

-¿cómo recibe un perro a su Amo cuando llega?- me pregunta y comienzo a menear las nalgas y a levantar las patas delanteras, dando brincos como un perro feliz, ladro y lamo sus zapatos sin dejar de menear la cintura

Chema mira la escena, siempre lo deja mirar antes de ordenarle interactuar, es una forma de humillarme hacerme comportarme como perro feliz delante de mi hijo.

Andrés escupe al piso muy cerca de la rodilla de Chema - traga- me ordena y me agacho a lamer su saliva del suelo, escupe otra vez y esta vez pisa su escupitajo y me ofrece su suela - lame- a centímetros de Chema le doy lengüetazos largos a la suela de su zapato sin dejar de mover la pelvis como un animal feliz.

Andrés le coloca la correa a Chema y sosteniendo una en cada mano avanza por el pasillo hacia la cocina.

Su comida está lista en la estufa, la mantengo caliente a fuego lento.

Chema gatea hacia abajo de la mesa le quita los zapatos al Amo y comienza a lamerlos, el olor a sudor y a pies llega hasta dónde estoy, y de reojo lo miro meterse los dedos largos y varoniles de Andrés en la boca. Le sirvo la sopa y espero con las manos detrás junto a él a que termine el primer plato para servirle el guisado.

Ocasionalmente Andrés le tira a Chema un pedazo de comida que mi hijo, como perro, recoge con la boca. Andrés come despacio, por costumbre y porque así, nos mantiene humillados más tiempo.

-¡Culos!- nos grita y ya conocemos esa orden, uno junto al otro ponemos el pecho sobre la mesa y levantamos los talones con las piernas abiertas, nuestros culos quedan expuestos para él uno junto al otro.

Andrés abandona la cocina dejándonos en esa posición, luego regresa con dos plugs de cola de perro. Yo tengo el ano, Andrés lo comprueba metiéndome dos dedos haciéndome una rápida inspección.

Se baja el pantalón y me pega con su verga en las nalgas, no me dice nada, me sujeta de la correa y me la mete con cuidado pero con rudeza

-Ahhh ahhh- gimo un poco por su grosor- ¡ladra perro estúpido!- me ordena y comienzo a ladrar con fuerza, Chema junto a mi permanece en silencio con su culo fornido y depilado expuesto.

-¡Ladren los dos!- nos ordena y Chema y yo ladramos con todas nuestras fuerzas, mientras Andrés me coje le mete dedos con lubricante a Chema que ladra y ladra con una enorme sonrisa en la cara.

Los plugs de perro nos cuestan todavía a los dos, a pesar de que Andrés nos tiene bien trabajados los coños.

Es común que al cruzarnos con el en la casa, cuando no hay nadie cerca nos ordene - bájate el pantalón- y ahí en donde sea: en la sala, el comedor, el baño o el jardín nos empina, nos la mete y nos da una breve “culeada” que siempre termina sin decir nada.

Los dos tenemos la obligación de traer siempre un tubo de lubricante en los bolsillos - Bueno, te voy a enseñar a no olvidarlo- me respondió un día que me ordenó empinarme en el garage donde lavaba el coche mientras el resto de la familia veía la televisión.

Me metió solo la mitad, usando saliva y mientras me cogía me hacía repetir en voz baja- los esclavos debemos traer siempre lubricante en el bolsillo… los esclavos debemos traer siempre lubricante en el bolsillo-y me hizo traer el tubo de lubricante colgando por un hilo del cuello por una semana para que no se me olvidara.

Las colas entran despacio pero poco a poco nos hemos acostumbrado a ellas

-¿Quién quiere comer?- nos pregunta sonriendo, los dos de inmediato caemos al piso y comenzamos a suplicar con los brazos doblados y las manos hacia a abajo, moviendo las colas como perros suplicantes. Andrés es severo y un día dejó a Chema sin comer porque no suplicó lo suficiente.

Nunca sabemos cuánto tiempo tendremos que rogar, a veces un minuto, a veces diez, el Amo siempre decide cuándo ha llegado el momento de comer.

Cada uno tiene su plato, Andrés vierte en él la sopa y el guisado y los dos, uno frente al otro comemos en ellos, como perros.

Hay un solo plato con agua, nos tenemos que turnar para beber y dosificarla porque solo se nos sirve una vez.

Chema y yo terminamos siempre manchados, yo escurro siempre mucha comida por mis barbas, a Chema generalmente se le escurre la comida por sus bien formados pectorales.

-Hoy les toca ordeña perros- nos dice sonriendo cuando terminamos de comer. Los dos permanecemos en castidad por una semana, aunque Andrés nos ha advertido que irá aumentando los periodos. Tanto Chema como yo sufrimos tremendamente la agonía de tener nuestras vergas enjauladas. Cómo vivimos con mi esposa no tengo la jaula todo el tiempo pero jamás me toco cuando la tengo libre, Chema por el contrario apenas tiene permiso de quitársela para bañarse.

Andrés nos entrega las llaves y los dos ansiosos y calientes liberamos nuestras vergas. La de él es mucho más grande que la mía, Andrés nos hace compararlas muchas veces para divertirse y humillarme.

Hoy están por dar las dos y Andrés y Chema deben volver a clases. Acostados en el piso uno junto al otro esperamos la orden del Amo- bien esclavos, van a agarrar cada uno el clitoris del otro esclavo y lo van a ordeñar, como siempre, solo uno va a conseguir venirse, el que tarde mas tendrá que permanecer otra semana enjaulado. Reglas: no pueden tocar sus clitoris para nada y cuando empiece a venirse el primero debe soltarlo y dejar que el clitoris chorree…

Tomo la verga gruesa y venosa de Chema con mi mano derecha y siento la mano grande de mi hijo sujetar la mia, Andrés se para arriba de nosotros y nos escupe en las caras, su saliva nos escurre por los ojos, las barbillas, la boca… mientras nuestras manos se mueven a toda prisa- les quedan tres minutos- escuchamos que dice y aceleramos las manos… realmente necesito sacar semen, ha sido una semana de mucha ansiedad… pero venirme de esa forma: sin usar mis manos y con la advertencia de que será un orgasmo frustrado me hace sentir sin mucha esperanza… aun así me dejo llevar… me gusta lo que siento… me preparo, estoy a punto de venirme… al fin… voy a liberarme de esta ansiedad… cuando estoy cerca del orgasmo escucho a Chema gritar- ¡me vengo ahhhh!- los dos nos soltamos las vergas al mismo tiempo.

Yo siento unos espasmos horribles y siento que mis huevos se aprietan de ansiedad, Chema un orgasmo frustrado que lo hace retorcerse y de su verga brota apenas un poco de leche, luego un chorro más grande y luego uno más grande… se retuerce de la frustración, lo veo querer agarrarse el pito pero se aguanta, se mece a un lado y al otro mientras su verga suelta leche sin control… yo me quedo quieto… tendré que esperar otra semana mi turno.

Chema se queda tirado en el piso con el abdomen y el pecho manchados de leche.. veo en su cara la sensación de frustración ante un orgasmo que no sintió, literalmente solo lo he ordeñado.

-perdiste perra- me dice Andrés- tendrás que esperar una semana y vas a recibir siete azotes en la espalda por perder.

Andrés le concede a Chema el honor de azotarme, lo hace recio, duro, con fuerza, tal vez sacando así toda la frustración de su ordeña sin placer. No hay mucho tiempo. Chema y Andrés se visten y se van corriendo a la universidad. Yo me quedo a limpiar la cocina y a dejar todo en orden antes de regresar a trabajar.

Fin

Epílogo (relato corto)

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