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Al día siguiente, después de regresar del trabajo, me encontraba solo en casa escuchando música y pensando si me apetecía ir al gimnasio, vi la bolsa encima de la mesa de mi cuarto donde estaba el suspensorio que me dio Luis. Esto hizo que se me fueran los pensamientos que revoloteaban en mi cabeza, con los problemas del trabajo y volviera a pensar en ayer, atado en la cama de los vecinos, en el lavabo besándome con Enrique…
Me quité la ropa y me lo puse, ajustándomelo bien y mirando como quedaban las gomas por detrás, pensé que me quedaban genial y me sentí muy sexy y cachondo a la vez. Empecé acariciarme el paquete con la clara intención de hacerme un pajote, cuando picaron a la puerta. Que extraño, demasiado pronto para que regrese el dueño del piso (y tiene llaves). Me puse un albornoz que tenía colgado detrás de la puerta y fui abrir.
Era Enrique que guiñando un ojo me dio una carta de la comunidad para el dueño del piso, le dije que pasara y accedió al saber que estaba solo, no le caía demasiado bien mi compañero de piso. Le pregunté por su madre mientras apoye mi mano en su hombro, me explicó el terremoto de desgracias familiares. Nos abrazamos un buen rato, el deslizó sus manos a mi cintura y nos miramos a los ojos estando los dos muy juntos podía notar su aliento, el tiempo parecía estar detenido y lo besé lentamente, nuestros labios se entremezclaban mientras la punta de nuestras lenguas se encontraban y exploraban nuestras bocas. Sus manos comenzaron acariciar mi cintura y culo, acercando nuestros paquetes,
Me separé y lo cogí de la mano guiándolo a mi habitación, él vio la ropa que había dejado tirada en el suelo y le sorprendió que fuera tan desordenado “Pero si te ibas a duchar es normal”, le dije que en realidad me estaba probando un regalo y me quité el albornoz. Enrique esbozó una sonrisa y se acercó a mi y, directamente sopesó suavemente mi paquete “El cabrón de Luis tiene buen gusto para el fetichismo, estas muy guapo” y volvió a besarme, esta vez con más ganas todavía. No me quedo muy claro a quien le había hecho el regalo Luis: si a mi o a él.
Mi mano se deslizo a su paquete, desabroche su pantalón y deje al descubierto su sexo erecto, baje los besos por su pecho y barriga hasta llegar a su polla, la que comencé a recorrer primero con mis labios y después con mi lengua como si fuera un polo. Le besé la punta mirándolo y buscando su aprobación, me devolvió la mirada con vicio y me hizo levantar besándome fogosamente “No sabes comer pollas, pero estas muy guapo intentándolo” me giro acercándome a mi cama y me empujo sobre ella quedando tumbado boca abajo separando mis piernas.
Con una mano comenzó a masajearme el paquete y con el dedo gordo acariciaba mi ojete, mis caderas comenzaron a seguir el ritmo de su mano, cada vez estaba más y más cachondo. Con la otra mano pasaba sus pulgares por mi espalda como si quisiera arañar, por ...
Mis vecinos son la leche (3 parte)
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