Aquella tarde por fin di el paso de quedar con un hombre dominante. Llevaba años fantaseando con eso. Lo cierto es que este señor de 63 años era todo lo que había imaginado: grande, fuerte, velludo y dominante. Como no las tenía todas conmigo, quedamos para conocernos en un bar o terraza y pedimos un par de cervezas. Al llegar allí, ese macho imponente me saludo y me estrechó su enorme y fortísima mano que casi tritura mis deditos. Pedimos un par de cañas y nos sentamos en la terraza. Él cogió una y se marchó adentro, al WC. Al volver, tenía la cerveza hasta arriba pero la dejó en mi lado de la mesa y tomó la otra para beberla. Así que tomé ése primer vaso. Al cogerla siento que está caliente y, al llevarla a los labios, veo varios pelos flotando. Dudo, pero su voz grave y poderosa me ordena: "bebe". Me asusto y no me queda más opción. Voy bebiendo, sabe a meos, él disfruta viéndome tragar sus meos en público. Aunque solo los dos sepamos lo que estoy bebiendo. Apuro mi vaso hasta el final mientras vuelve a levantarse con su cerveza ya vacía, marcha al WC y, al regresar, su vaso está milagrosamente lleno de cerveza calentita que deja otra vez junto a mí. No necesita ni ordenarlo: bebo sumisamente...
Aún hay tiempo para una tercera cerveza que con disimulo trae tras pasar de nuevo por el WC. Esta parece que tiene más espuma... O no, algo blanquecino y espeso flota dentro del vaso. No importa, me lo trago todo, aunque se me pega a la garganta junto con más pelos negros y gordos... Todo va a mi estómago de puta.
Apenas hemos cruzado una palabra, pero parece contento al verme apurar esta última caña.
Pago las cervezas y le acompaño a su coche, que está al fondo de un parking, junto a un seto.
Allí me ordena arrodillarme y se saca su gruesa y venosa verga junto a mi cara. Abro la boca todo lo que puedo, pego mis manos a la espalda para no molestarte. Pero su pollón apenas cabe en mi boca. Sin mediar palabra me suelta una hostia que se me saltan las lágrimas y allí, balbuceando y suplicando, abro la boca hasta que siento que se me van a rajar los labios. Su pollón por fin entra. Y empieza a follarme empujando hasta que su capullo traspasa mi campanilla. Estamos así no sé si cinco o diez minutos. Por suerte no viene nadie en ese tiempo. Hasta que me agarra con sus enormes manos el cráneo y hunde su pollón hasta el fondo. Siento como bombea su lefa adentro de mi estómago y no la saca hasta asegurarse de haber acabado. A pesar de eso, me ordena limpiarsela bien con la lengua.
Bueno, ya habremos acabado, pienso yo. Pero se sienta en el asiento del copiloto, yo de rodillas frente a él, en el suelo, tapado por la puerta abierta. Separa sus velludos y poderosos muslos y me muestra sus huevazos y culo peludo.
Me manda comerle el culo. Me quedo un poco parado hasta que me suelta otra hostia y así, llorando y suplicando le como el culo a aquel macho que no para de insultarme y reírse de mí.
Me está bien empleado, por ser tan puta.
De cañas
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