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SERGIO SUMISO III - En la capital, trabajo y jefe

Escrito por: CUBASTURIAS

Pasó el tiempo y al cumplir los 23 años Sergio termina la universidad. Terminó con cum laude, tuvo tan buen desempeño que uno de los profesores le ofreció un buen empleo en la capital para que lo simultaneara con el doctorado. El empleo que le ofrecía era muy bueno y muy bien pagado. Sergio se lo comentó a José a la vez que le decía que no quería marcharse y que por eso no le había respondido al profesor. José le dijo que no podía desaprovechar esa oportunidad, que debería aceptar, pero fue más allá.

• José: “Mira Sergio, sé que no quieres ir por seguir juntos, cerca, pero tu vida no se puede quedar en esto, no se puede paralizar, tienes que darle más importante a tu vida profesional… pero además en lo que respecta a lo nuestro, no veo bien que te quedes así, habiendo conocido a un solo hombre, debes adquirir experiencia, relacionarte con otros, saber cómo son otros… por otra parte quiero decirte que yo nunca he sentido celos, no soy de esos… lo que sí quiero es lo mejor para ti”

• Sergio: “Es que me voy a sentir muy solo, más que solo, desamparado, inseguro”

• José: “Lo sé, sé que eres inseguro, por eso te recomiendo que allí te busques otro macho, otro que tome las riendas de tu vida… yo estaré lejos y me podrás whatsappear… pero conociéndote, sé que necesitas un hombre cerca… naciste extremadamente sumiso y dependiente”

• Sergio: “Pero, ¿y cómo hago?”

• José: “Buscar, probar… por supuesto no puedes esperar que el primero que encuentres sea el adecuado… tendrás que usar el método ensayo y error hasta lograr lo que necesitas… eso sí mientras estés buscando asegúrate que usen condón… que yo nunca lo he usado contigo porque te conocí virgen y sabía que yo estaba absolutamente limpio”

Sergio estaba acostumbrado no sólo a obedecerle sino también a tomar todo lo que José le decía como verdades absolutas, era incapaz de poner en duda nada que le dijera. Pero en este caso además, en su fuero interno, sabía que tenía razón, y al saber que a él no le importaba que marchara pues terminó por aceptarlo. También era cierto que tenía cierta curiosidad de saber cómo sería estar con otros hombres.

• Sergio: “Pero tendrán que ser mayores que yo y pollones”

• José (sonriendo): “Sí, tengo claro que eres un vicioso de las grandes pollas”

• Sergio (también sonriendo): “Será porque la mía es una mierda”

• José: “O porque tienes un culazo… además como lo tienes ya ahora, roto, abierto, tragón”

• Sergio: “Gracias a ti cabrón, pero me alegra de cómo me has transformado y no sólo el culo, en todos los sentidos, en cuerpo y mente”

• José: “Pues nada, estás llamando ahora mismo a ese profesor, que es buena hora”

• Sergio: “¿Ahora?”

• José: “Sí, ya mismo, obedece”

Muchas veces Sergio había recibido órdenes de José, pero nunca había usado ese imperativo de “obedece”, por supuesto no dudó y llamó al profesor.

A los dos meses Sergio se mudaba a la capital. Se instaló en un piso alquilado, compartido con una chica. Enseguida la relación fluyó a la perfección, la chica incluso se asombraba del grado de su participación en las tareas comunes, limpieza de salón, cocina, baño, casi que tenía que forzarle para que le dejara compartir a la mitad esas tareas, ella no era de aprovecharse de nadie.

En el doctorado, como era de esperar, todo le fue estupendamente. Respecto al empleo, el profesor le puso en un departamento con un jefe muy exigente, con un trato más bien rudo con sus empleados. Pero eso no fue un problema para Sergio, se diría que hasta le gustaba ese trato exigente, ese aire de autoridad.

Sexualmente y para seguir lo que le había dicho que hiciera José, entró en una página web, se creó un perfil donde se describía como “joven pasivo y sumiso busca mayor dominante, imprescindible buena polla”, descartó a muchos y durante los primeros seis meses quedó con sólo con cuatro. El sexo estuvo bien, no le mintieron respecto a sus pollas y le follaron bien follado. Pero luego no iban a más, realmente no se interesaban por nada más allá que por sesiones de sexo ocasionales. Sergio quería más, quería que un macho le dominara, que se hiciera cargo de su vida. Seguía hablando y chateando con José y éste le insistía en que siguiera buscando que a la corta o a la larga encontraría lo que necesitaba. Sergio al menos sentía el apoyo de su primer hombre aunque fuese desde lejos.

Un buen día, debido a un magnífico resultado de un proyecto encontró a su jefe más que contento al llegar a la oficina. Todo era debido al buen trabajo de Sergio, y Marcos, su jefe, lo sabía perfectamente. Era tal su estado de euforia que le propuso a Sergio que se tomara la tarde.

• Sergio: “Gracias, pero es que no sabría qué hacer, apenas tengo amigos por aquí”

• Marcos (después de una pausa): “¿Y qué te parece si nos vamos los dos a una piscina que conozco? Es en un club privado, soy socio, pero puedo llevar invitados, la vas a pasar muy bien y así te relajas que has trabajado mucho y muy bien”

• Sergio: “Bueno lo que usted diga, no soy capaz de negarme”

• Marcos: “Pues nada, mira, mejor nos vamos ahora mismo y comemos en el club, te llevo en mi coche hasta tu casa para que busques tu bañador, no necesitas nada más, te esperaré abajo y seguimos”

Y así lo hicieron. Al llegar al portal Sergio subió corriendo y cogió su bañador, no quería hacer esperar a su jefe. Subió otra vez al coche y en pocos minutos estaban en el club. Era temprano y casi no había nadie, fueron directos a los vestuarios. Marcos se desnuda completamente y coge la ropa para meterla en una taquilla. Sergio, que lo miraba, enseguida se dio cuenta de los genitales de su jefe, todo grande, pollón y cojonazos. Como era de esperar en él, se quedó embobado, las pollas grandes tenían un efecto hipnótico para él. Marcos se dio cuenta e instintivamente se la tocó, y se la reacomodó para ponerse el bañador que era un bañador grande, de patas hasta poco por encima de las rodillas.

• Marcos: “Vamos Sergio, te has quedado inmóvil, ¿no tienes ganas de piscina?”

• Sergio: “Sí, sí, perdone”

Sergio, con el bañador en la mano, se da cuenta de dos cosas, una, que forzosamente su jefe tiene que haberse dado cuenta del pequeño tamaño de su polla, y dos, que su bañador no tenía nada que ver con el de él, el suyo era un slip blanco. Además por detrás era de tipo brasileño, en lugar de cubrir toda la nalga, dejaba la mitad fuera. No se había percatado de eso hasta ahora, no era el mejor para usar junto a su jefe, pero no podía ya hacer otra cosa y se lo puso.

• Marcos (mirándole el culo): “Veo que usas tipo speedo, yo nunca los he usado, pero veo que a ti te quedan muy bien, aunque quizás te queda un poco chico, no te cubre bien las nalgas, pero quizás sea porque tienes mucho culo… bueno, perdona, supongo que te lo hayan dicho otras veces, ¿no?”

• Sergio (rojo como un tomate): “No tiene que disculparse jefe… es que lo cogí y no me di cuenta que no eran los más adecuados para venir con usted”

• Marcos: “Para nada, insisto en que te quedan muy bien… bueno, vamos para la piscina, yo llevo crema y las toallas nos la dan allí”

A partir de ese momento Marcos no dejó en ningún momento de prestarle atención. Sergio no había dejado de ir al gimnasio, iba regularmente, seguía realizando el mismo esquema de ejercicios que le había establecido José. Marcos lo miraba nadar y se fijó como al mojarse, su bañador dejaba intuir la raja del culo por detrás. También que mientras él se acostaba la mayor parte del tiempo boca arriba, Sergio estaba casi siempre boca abajo en la tumbona. Sergio no lo hacía a postas, era algo instintivo, ya tenía esa costumbre de tiempo atrás, quizás una forma inconsciente de ocultar de alguna manera la pequeñez de su polla. Marcos seguía mirándole y empezó a excitarse.

• Marcos: “¿Quieres que te eche crema en la espalda?”

• Sergio: “No tiene por qué molestarse, pero si quiere…”

Marcos se puso de pie, le echó un chorretón de crema en la espalda y se puso directamente a horcajadas sobre él a nivel de los muslos del chico sin apoyarse totalmente, manteniendo el apoyo en sus propios pies. No tardó mucho en bajar sus manos hasta el borde superior del speedo.

• Marcos (ya haciéndolo): “Voy a bajártelo un poco para echarte un poco aquí”

Marcos le metió sus manos untándole la parte superior de sus nalgas y poco después le subió el speedo desde la parte de abajo, metiendo la tela enroscada entre las nalgas y manteniéndolo así con una mano mientras con la otra le echaba grandes cantidades de crema, manoseándole abiertamente las grandes nalgas de Sergio.

• Marcos: “Tienes tremendas nalgas Sergio, no sé cómo fui capaz de no darme cuenta en la oficina… ¿te importa lo que te estoy haciendo? ¿sigo?”

• Sergio: “Claro que no, siga, siga”

• Marcos (ya con uno de sus dedos recorriendo la raja de su culo): “No creas que no me di cuenta que me estabas mirando la polla en el vestuario, te quedaste absolutamente inmóvil, mirándomela”

• Sergio: “Me pasa siempre, no puedo controlarlo, cuando veo un buen pollón me quedo pasmado… supongo que se habrá dado cuenta que la mía es nada… será por eso que me quedo absorto cada vez que veo una como la suya”

• Marcos: “¡Uff qué bien ha entrado mi dedo en tu culo! se nota ya usado”

• Sergio: “Bueno sí, pero creo que es más que cuando me excitan como ahora se me abre solo, se me abre más”

• Marcos: “Me dijiste que no tenías nada que hacer hoy, ¿qué te parece si nos vamos a mi casa? Por supuesto sabrás que no es para otra cosa que para rellenarte el culo con ese pollón mío que tanto parece que te ha gustado”

• Sergio: “Me parece muy bien, buena idea”

• Marcos: “Te advierto que soy durillo, no voy a ser suave contigo”

• Sergio: “Mejor… además usted es el jefe, usted manda”

• Marcos: “Y tú me vas a obedecer, pero mucho, mucho más que en la oficina”

• Sergio: “Nunca he sabido hacer otra cosa”

• Marcos: “Vamos ya maricón”

SERGIO SUMISO III - En la capital, trabajo y jefe

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