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Como me convertí en sumiso [12]

Escrito por: somir

La tarde continuó, pero para mí, el tiempo dejó de tener significado. Estaba inmerso en el papel que me habían asignado, cada orden y cada risa resonaban en mi mente como una melodía que me arrastraba cada vez más lejos de lo que alguna vez fui. Sabía que, en algún punto, había cruzado la línea, pero ya no importaba. La humillación que sentía no era más que una herramienta para satisfacer a mi amo, para ganarme su aprobación. Me había convertido en lo que él deseaba, y eso me daba una extraña sensación de poder.

— Es suficiente por ahora —dijo mi amo finalmente, levantándose de la tumbona. Su tono era relajado, casi casual, como si la humillación pública que acababa de orquestar no fuera más que una rutina.

Me quedé de rodillas frente a él, mi respiración agitada por el esfuerzo físico y mental. Los murmullos y risas de los hombres que me rodeaban comenzaron a disiparse, pero las miradas persistían, clavadas en mí, evaluando mi sumisión.

— Has demostrado tu lealtad —continuó, sus dedos acariciando suavemente mi cabello como si fuera una mascota obediente—. Pero sabes que siempre hay más que aprender. Esto ha sido solo el principio.

Sentí el peso de sus palabras, un nuevo umbral de expectativas que debía cumplir. Mientras me incorporaba lentamente, mis piernas temblaban, no solo por la fatiga, sino por la mezcla de emociones que me recorrían. Sabía que la tarde no había terminado. Sabía que vendrían más pruebas, más desafíos. Mi cuerpo estaba marcado por los límites que él había trazado, pero mi mente... mi mente estaba perdida en el constante vaivén entre el deseo de complacerlo y la necesidad de encontrarme a mí mismo de nuevo.

Nos dirigimos al interior del resort, donde el ambiente cambiaba drásticamente. El bullicio de la piscina quedó atrás, y lo que me esperaba en las habitaciones privadas era un escenario completamente diferente. Caminamos en silencio, y cada paso que daba era una confirmación de lo lejos que estaba dispuesto a llegar.

— Te he reservado una sorpresa —dijo mi amo al llegar a la puerta de la suite—. Quiero que entiendas lo que significa entregar completamente tu voluntad. Y esta será tu próxima prueba.

La puerta se abrió, revelando una habitación elegante, mucho más lujosa que cualquier otra parte del resort en la que habíamos estado. En el centro de la habitación había una silla de cuero negro, y junto a ella, una mesa baja con una serie de objetos que no lograba distinguir a simple vista. Pero lo que realmente captó mi atención fue la persona que esperaba en la habitación: un hombre de aspecto sereno y controlado, con una sonrisa apenas perceptible.

— Él será quien te guíe hoy —anunció mi amo, señalando al hombre—. Es alguien que sabe exactamente lo que necesitas para llegar al siguiente nivel. Harás todo lo que te pida, sin dudar. ¿Entendido?

El nudo en mi estómago se apretó al escuchar sus palabras. Sabía que mi amo no me dejaría salir de esta nueva prueba sin haberla superado. Sin embargo, esta vez no era él quien tenía el control directo. Había traído a alguien más, alguien que no conocía, para continuar empujando mis límites.

— Sí, amo —respondí en un susurro, tratando de mantener la compostura mientras el hombre se acercaba lentamente.

— Siéntate —ordenó el hombre, con una voz firme pero calmada.

Obedecí de inmediato, sentándome en la silla de cuero. Mis sentidos estaban alerta, el olor a cuero era fuerte y la textura fría contra mi piel me hizo estremecer. Mientras me acomodaba, el hombre comenzó a preparar algo sobre la mesa baja. Mi corazón latía con fuerza, mientras intentaba adivinar lo que venía a continuación.

— Hoy aprenderás lo que significa la verdadera sumisión —dijo el hombre, levantando uno de los objetos de la mesa. Era un láser para eliminar el vello corporal.

El primer rayo de láser fue como un ligero pinchazo en la piel, y mientras el aparato recorría mi cuerpo, sentí cómo cada parte de mí se volvía más expuesta, más vulnerable. Desde mis piernas hasta mis brazos, mi torso y finalmente mi entrepierna, el láser eliminaba el vello que alguna vez había sido un símbolo de mi individualidad. Ahora, mi piel estaba lisa, sin rastro alguno de lo que fui.

— No te preocupes —dijo el hombre—. Esto es solo parte de tu transformación. La verdadera entrega no es solo emocional; también es física.

La siguiente fase del proceso fue más delicada. El hombre tomó unas pinzas y comenzó a perfilar mis cejas, con precisión y cuidado. Cada movimiento quitaba una parte de mi antigua apariencia, moldeándome según la imagen que mi amo había diseñado. Sentí cómo las pinzas retiraban pelos uno a uno, hasta que finalmente mis cejas eran finas y perfectas, exactamente como él las quería.

— Ahora —dijo el hombre mientras tomaba un pequeño estuche con extensiones—, pasaremos a las pestañas.

Mi respiración se aceleró mientras sentía cómo aplicaba cuidadosamente las extensiones en mis pestañas. No era solo un cambio estético; era una declaración de lo que ahora representaba para él. Cuando abrió un espejo frente a mí, vi a alguien completamente diferente reflejado. Mi cuerpo liso, mis cejas finas y mis pestañas largas. Había sido transformado completamente en la imagen que mi amo deseaba.

Mi reflejo me hizo sentir más expuesto que nunca. No solo me había despojado de mi orgullo y mi voluntad, ahora también me había arrebatado mi identidad física. Sabía que este era el último paso hacia una sumisión total.

— Eres hermoso —dijo mi amo, acercándose con una sonrisa satisfecha—. Ahora no hay duda de quién eres y a quién perteneces.

Asentí, incapaz de encontrar las palabras. Sabía que mi transformación estaba completa.

El sol comenzaba a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos mientras la tarde avanzaba. Mi amo y yo nos encontrábamos en la zona de descanso del resort, donde el ambiente era más tranquilo. A pesar de la belleza del lugar, cada pequeño momento se había convertido en una serie de humillaciones sutiles que me mantenían constantemente alerta, cada una más intensa que la anterior.

Mientras me acomodaba en la tumbona, mi amo se inclinó hacia mí, su voz baja y llena de insinuaciones.

— Hoy vamos a divertirnos un poco más, pequeña —dijo, y mi estómago se encogió al escuchar su tono juguetón—. Quiero que te levantes y camines por la piscina, pero hazlo de una manera que todos puedan ver tu nueva apariencia.

Saber que debía mostrar mi cuerpo, aún más expuesto que antes, provocó un escalofrío que recorrió mi columna. El plug seguía en su lugar, y aunque había aprendido a vivir con él, el constante roce me recordaba la humillación que mi amo había orquestado.

Me levanté lentamente, sintiendo las miradas de los hombres en la piscina sobre mí. Caminé con cuidado, manteniendo la cabeza en alto, intentando proyectar confianza a pesar del rubor en mis mejillas. Mi cuerpo, libre de vello y adornado con las nuevas extensiones de pestañas, era un recordatorio constante de lo lejos que había llegado en mi sumisión.

Los murmullos comenzaron, sus comentarios llenos de picardía y burla.

— ¡Mira esa cola! ¡Es la mejor decoración que he visto! —gritó uno de los hombres, provocando risas entre el grupo.

Mi corazón latió con fuerza, pero el deseo de complacer a mi amo me impulsó a seguir adelante. A medida que caminaba, movía las caderas de forma sugestiva, tratando de parecer cómoda a pesar de la incomodidad de mi situación. Sabía que cada paso que daba era una afirmación de mi nueva identidad.

Cuando regresé a la tumbona, mi amo me observó con una sonrisa de satisfacción.

— Bien hecho, pequeña —dijo, acariciando mi rostro con ternura—. Pero aún no hemos terminado. Es hora de que demuestres cuánto valoras tu lugar.

Me llevó de regreso a la habitación, donde la atmósfera cambió. Sabía que algo más estaba por venir. Cuando entramos, la habitación estaba en penumbra, y el aire estaba impregnado de un leve aroma a perfume.

Antes de nada, de que te sientes a comer, debes quitarte el plug. Es tiempo de que te des un pequeño respiro.

Mis ojos se abrieron de par en par ante la idea de poder quitarme el plug. Aunque había experimentado su constante presencia como un símbolo de mi sumisión, también había llegado a ser doloroso, especialmente con la cola que me había sido impuesta.

Con un suspiro de alivio, acepté la llave que me ofreció. La tomé con manos temblorosas y, mientras me desabrochaba la ropa, sentí cómo el peso del plug se desvanecía. Era un alivio momentáneo, pero sabía que era solo un pequeño respiro antes de la siguiente ronda de humillación.

— Puedes ducharte si lo deseas —dijo mi amo, viéndome despojarme del plug—, pero recuerda que no puedes quitarte la caja de castidad. Solo puedes limpiarte y prepararte para la cena.

Mientras me dirigía al baño, no pude evitar sentir que, aunque me concedía un momento de libertad, siempre había un nuevo nivel de control que debía aceptar. La ducha fue refrescante, pero no duró mucho; había mucho en juego, y no quería hacer esperar a mi amo.

La ducha fue refrescante y liberadora, un momento en el que pude escapar por unos instantes de la intensa presión de la humillación. El agua caliente caía sobre mi piel, y aunque la sensación de libertad era momentánea, cada gota que me tocaba recordaba la transformación que había experimentado. Después de dejar el plug y la jaula de castidad, me sentí más ligera, pero también más vulnerable.

Al salir del baño, me encontré con una atmósfera silenciosa en la habitación. La luz suave iluminaba el espacio, y en la mesa, una nota me esperaba. La letra era firme y clara: "Disfruta de la noche. Reflexiona sobre todo lo que ha pasado."

Con un leve temblor en las manos, tomé la nota y la leí varias veces, sintiendo que las palabras resonaban profundamente en mí. No podía evitarlo; era momento de reflexionar sobre el viaje que me había llevado hasta aquí.

Me sente en el borde de la cama, la soledad de la habitación contrastaba con el bullicio de la piscina que había dejado atrás. Los recuerdos inundaron mi mente. Un chico que apenas hacía unos meses llevaba una vida hetereonormativa, disfrutando de la independencia y la libertad que ello conllevaba. Pero ahora, aquí estaba, en una habitación donde cada objeto, cada rincón, parecía gritarme el precio de mi entrega.

Recordé la primera vez que conocí a mi amo, cómo su presencia poderosa había capturado mi atención. Su manera de hablar y actuar había desestabilizado mi mundo, llevándome a un abismo que nunca imaginé. La mezcla de humillación y deseo había empezado a entrelazarse en mi vida, y poco a poco, la línea entre el placer y el dolor se había desdibujado.

Me sentía atrapado en un ciclo interminable de obediencia y satisfacción. Cada orden cumplida, cada momento de entrega, había ido desgastando mi antigua identidad. La idea de ser “su perra” era una construcción que, aunque al principio me horrorizaba, poco a poco había comenzado a aceptarla. Con cada plug que entraba en mi cuerpo, con cada mirada de aprobación de su parte, mi antiguo yo se desvanecía más y más, reemplazado por esta nueva realidad en la que existía para servir.

Era una transformación que había sido tanto liberadora como aterradora. Me había encontrado a mí mismo en esta sumisión, explorando aspectos de mi ser que nunca había conocido. Pero también había una parte de mí que anhelaba la libertad perdida, la identidad que había dejado atrás en el camino.

La nota en mis manos me recordaba que esta era mi vida ahora, un viaje que había comenzado con una mezcla de curiosidad y miedo, y que había terminado con una entrega total a un hombre de avanzada edad que, con su sabiduría y poder, había cambiado mi percepción de mí mismo y del mundo que me rodeaba.

Las reflexiones sobre mi vida previa y la nueva realidad que estaba viviendo me abrumaban. No podía evitar sentir que estaba atrapado en una narrativa que había sido escrita por otra persona. Sin embargo, en esa confusión, había un destello de claridad. Había aprendido a encontrar placer en la obediencia, a ver la belleza en la humillación y a valorar cada momento de atención que recibía.

Sabía que esta noche no era solo una pausa, sino una oportunidad para reflexionar y decidir hacia dónde quería dirigir mi vida. Tenía el poder de elegir, aunque la mayoría de mis decisiones recientes parecieran guiadas por él. Esta dualidad de control y sumisión era un juego peligroso, pero también era una búsqueda personal en la que estaba decidido a encontrar mi lugar.

Finalmente, dejé la nota sobre la mesa y miré por la ventana. La oscuridad había caído por completo, y la luna brillaba con fuerza, iluminando el mundo exterior. Era el momento de enfrentar mis propios pensamientos y emociones, de buscar una respuesta a la pregunta que se había convertido en el núcleo de mi existencia: ¿hasta dónde estaba dispuesto a llegar por el deseo de ser querido y aceptado?

Mientras la noche avanzaba, comprendí que esta era solo una etapa más en mi viaje, y que debía ser honesto conmigo mismo sobre lo que realmente quería. La reflexión se convirtió en una meditación profunda, donde cada parte de mi ser se unía en un solo propósito: encontrar mi verdad en medio de la confusión y la transformación.

El sol del domingo se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación de una luz cálida y brillante. Al despertarme, sentí una extraña mezcla de vulnerabilidad y libertad. Sin la jaula de castidad, me sentía desnudo no solo físicamente, sino también emocionalmente. La ausencia del peso familiar me hacía recordar la intensidad de la semana, cada humillación y cada lección aprendida.

Mi amo entró en la habitación con una sonrisa, y su mirada denotaba que tenía algo especial planeado para el último día en el resort.

— Hoy vamos a hacer algo divertido —dijo, acercándose a mí con un brillo travieso en los ojos. Su tono de voz me puso alerta, y supe que no iba a ser un día tranquilo.

Al salir de la habitación, me llevó de regreso al área de la piscina, donde el grupo de hombres con los que había interactuado el día anterior estaba reunido. El aire estaba lleno de risas y conversaciones animadas, y sabía que mi amo quería que me integrara en la diversión.

— Quiero que les des un saludo adecuado a todos —me ordenó, y mi estómago se retorció ante la idea.

Me acerqué al grupo, sintiendo el peso de sus miradas sobre mí. Con una mezcla de nervios y excitación, empecé a darles dos besos a cada uno, comenzando por el más musculoso del grupo.

— Hola, chicos —dije, intentando mantener la voz firme, aunque mi corazón latía con fuerza.

Las risas aumentaron mientras cada uno de ellos disfrutaba de mi saludo. El ambiente era juguetón, y podía sentir cómo se divertían con mi incomodidad.

— ¡Mira quién vino a saludar! —exclamó uno de ellos, mientras me miraba de arriba abajo.

— ¿Te gustaría mostrarme esos abdominales? —me atreví a preguntar, sintiendo que un pequeño destello de audacia me empujaba a seguir adelante. El comentario provocó una risa colectiva y una respuesta inmediata.

— ¡Claro que sí! —dijo el más musculoso, levantando su camiseta con orgullo para revelar un abdomen perfectamente marcado.

El grupo se acercó un poco más, disfrutando del espectáculo. Con un gesto juguetón, lo admiré, sintiendo cómo la tensión del momento se transformaba en una extraña mezcla de humillación y excitación. Cada mirada, cada risa, me hacía sentir más expuesto, pero había algo liberador en ello.

— ¡No te quedes solo mirándolo! —gritó uno de los hombres, animándome a tocarlo.

La presión aumentó en mi pecho, pero la idea de desobedecer no era una opción. Me acerqué un poco más y, con un toque nervioso, pasé mis dedos por su abdomen bien definido. Las risas estallaron a mi alrededor, y el ambiente se volvió aún más animado.

— ¡Eso es, buena perra! —dijo mi amo, observando la escena con una sonrisa de satisfacción—. Estoy orgulloso de ti.

Después de que todos disfrutaran del momento, me retiré un paso, sintiéndome abrumado pero satisfecho. La interacción había sido una mezcla de vergüenza, diversión y la confirmación de mi lugar. Sabía que, aunque estaba sometido, también había aprendido a jugar con esa dinámica.

— Ahora, es momento de prepararnos para el viaje de regreso —dijo mi amo, guiándome de vuelta a nuestra habitación—. Pero antes, quiero que pienses en todo lo que has aprendido esta semana.

Una vez en la habitación, la realidad de nuestra partida se instaló. Mientras me preparaba para el vuelo, mi mente seguía revisitando los momentos de la semana: las humillaciones, las risas y las interacciones que me habían llevado a este punto.

— Quiero que lleves esto en el vuelo —dijo, sacando el plug y la caja de castidad, preparándome para el regreso. Me miró fijamente—. Es importante que recuerdes quién eres y a quién perteneces.

Mientras colocaba el plug de nuevo, la mezcla de emociones se agolpaba en mi interior. El recuerdo de haberme presentado a los hombres, de haberme expuesto a sus miradas, resonaba en mí. Con cada movimiento, cada toque, recordaba que esto era parte de mi nuevo yo.

Cuando llegamos al aeropuerto, la adrenalina corría por mis venas. El vuelo de regreso prometía ser otro desafío, pero en el fondo sabía que estaba aprendiendo a aceptar mi lugar en este nuevo mundo. Mientras me acomodaba en mi asiento, una sensación de anticipación me envolvía. La última humillación de este viaje estaba a punto de comenzar, y aunque me sentía vulnerable, también había un rayo de satisfacción en la aceptación de mi nueva realidad.

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Sino 50 likes o a esperar hasta el 1 de enero a la siguiente parte.

Como me convertí en sumiso [12]

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