Ya he escrito varios relatos sobre mi primera experiencia laboral, en una pequeña oficina y de cómo mi jefe, un hombre súper dominante, morboso e insaciable, pronto me tuvo a sus pies, convertido en un putón para sus vicios, mamando polla todas las tardes, haciendo horas extras debajo de su mesa de despacho, por supuesto, sin cobrar ni una.
Luego, cuando le pareció bien, me dio la patada para ahorrarse mi miserable sueldo y, aún así, me tuvo yendo a seguir haciendo prácticas tanto para hacer su trabajo como para mamar su cipote y tragar sus lefazos.
Pues bien, una parte aún más humillante, que me resistía a confesar, es que, llegado un punto, prescindió de la mujer que iba a limpiar todas las mañanas y, a partir de ese momento, me "contrató" como limpiadora en jornada nocturna, de manera que, cuando ya no quedaba nadie en la oficina, excepto él, que tenía las llaves, yo debía encargarme de limpiarlo todo. Pero, para complacer a mi Jefe, debía vestir uniforme de criada, negro, con delantal y cofia blancos (uno de sus muchos fetiches) y limpiar de rodillas.
Le encantaba derramar deliberadamente un café en el suelo y verme a continuación, de rodillas, limpiarlo afanosamente. O mear despreocupadamente, salpicándolo todo y obligarme a limpiar todo, el borde de la taza, el suelo, la tapa... con mi lengua, tragando restos de meada, pelos de sus huevos, etc.
Era una humillación tras otra y cada vez más extrema, pues pronto se aburría de lo que antes se la ponía dura, y así me tenía limpiando con la lengua, pero ya no se conformaba con que limpiara sus meos, se había aficionado a no tirar de la cadena de su wc personal, el que estaba dentro del aseo de su despacho, en todo el día de modo que a la noche, cuando yo entraba a cuatro patas a limpiarlo, el hedor era insoportable.
Y lo peor es que ya no me dejaba ni usar las manos, que ataba a la altura de las muñecas hasta los codos, de forma que yo entraba de rodillas y sólo usando la lengua, tenía que dejarlo todo inmaculado.
Recuerdo aquellas veces en que, para mi horror, flotaba dentro de la taza una cagada tremenda, y yo me esforzaba en tirar de la cadena con los dientes, rezando para que la fuerza del agua barriera las estelas de su mierda y, como casi siempre, eso no sucedía, de modo que yo, a lametazos, debía rebañar los restos de mierda y, por supuesto, tragarlos, para que no quedara nada de suciedad.
Él disfrutaba viéndome así de humillado, sufriendo por tener que tragar algo tan asqueroso, entre arcadas y lágrimas, pero siempre lamiendo y tragando todo de mi Señor.
No sé por qué existe gente tan malvada y, lo peor, que siempre consiguen lo que quieren pues con morbo y vicio acaban por incitar a los que tenemos ciertas tendencias a acabar esclavizados a sus vicios y morbos...
Pero, aunque piense que era una mala persona que se aprovechaba de mí y abusaba, sé que si quisiera lo volvería hacer, pues estoy deseando estar a sus pies, mamando y tragando todo. No lo puedo evitar.
Mi Jefe VI
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