Después de mi vuelta a la oficina como limpiadora, nada podía negar mi necesidad de ser humillado. No sé si los traumas causados por los abusos y humillaciones a que me sometió mi jefe al principio, son los que generaron esa adicción, una sensación de que nada merece la pena, que soy escoria y lo mejor que puedo hacer es servir a mi Amo para que él goce a tope.
Lo cierto es que, cada tarde que iba allí, sabía que iba porque necesitaba que ese macho me humillara, me tratara como escoria y se riera de mí. Y así era. Ya no había límites sino un "sí, señor" que a mi jefe le encantaba y que, por supuesto, era la única respuesta que admitía.
Lo que yo no podía prever es qué humillaciones me esperaban cada nueva jornada.
Recuerdo una tarde de lluvia en que acudí, como siempre, puntual para ponerme cofia y delantal y limpiar la oficina. Era lo normal que yo estuviera limpiando el suelo de rodillas con una bayeta y el jefe estuviera pasando de un lado a otro, teniendo yo que limpiarlo todo una y otra vez. pero, lo que me llamó la atención en aquella ocasión, fue encontrarme una bolsa de pan de molde sobre la taza del wc cuando me disponía a limpiar, como siempre, el apestado retrete con las cagadas y meos de todo el día de mi Señor.
Allí me esperaba ese hedor humillante, esa infinita vejación de tener que entrar de rodillas, a cuatro patas, en el aseo y levantar la tapa con la boca, aspirando todo ese olor que casi me mareaba.
Aquel día entró el Jefe mientras limpiaba para indicarme lo que debía hacer, esa nueva humillación que me esperaba.
-"Hola, cerda, hoy no vas a tener que limpiar el wc por dentro con la lengua, estás de suerte, te he traído ese paquete de pan de molde para que lo uses como si fueran estropajos, de forma que puedas limpiar de mierda bien a fondo todo el wc por dentro, que siempre se quedan restos pegados..."
Agradecí el no tener que comer esa asquerosidad, aunque si lo hacía era porque mi Jefe me anulaba con su sola presencia y así yo sólo sentía un deseo imperioso de servirle.
Así, agradecido, tomé la primera rebanada y me esmeré en limpiar los restos de mierda, pelos y meos de las paredes interiores de la taza del water pero, cuando me disponía a tirarla a la papelera casi sin atreverme a mirarla de puro asco, mi jefe me detuvo con un "no" y, a continuación, me indicó lo que debía hacer:
-"Ahora, cómetelo, puta... Es mi mierda, tu alimento sagrado, has de tragar siempre mi mierda, mis meos, mi lefa, todo siempre debe ir a tu estómago de puta, porque tú eres mi retrete humano y quiero que te lo tragues todo... No te preocupes, en mi mesa tengo dos paquetes más de pan de molde, así que no va a ser por falta de pan que te comas toda mi mierda..."
Así fui mojando y untando las rebanadas en la mierda, en los meos... y comiéndolo todo de rodillas, con mucha fatiga y arcadas que me hacían saltar las lágrimas, pero nada de eso le hizo a mi señor sentir compasión, sino al contrario, le dio más placer, así que esa noche sólo cené pan, mucho pan...
Mi Jefe VII
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