Escrit per: Si
1541 paraules
La gente cree que ser gay te da un sexto sentido para detectar a otros gays, el "gaydar". Y aún más, la gente cree que los dominantes tenemos una visión sumisa que nos permite detectar sumisos, y lo mismo con dominantes. Menuda gilipollada. Pero no tan grande como la gilipollada de que si eres lo suficientemente dominante, todo el mundo acaba cayendo. Menuda bobada. Lo que te acaba cayendo es una denuncia por acoso laboral, o por acoso a secas. Y entonces, mi carrera jodidamente planeada hasta el último milímetro se va a la mierda.
Hay muchas formas de saber si alguien es gay, y había optado por la más patética posible: stalkear las redes sociales de Alex a las tres de la mañana mientras me ventilaba mi tercer gintonic. Su Facebook era tan aséptico como el currículum de un político en campaña. Su Instagram, gatos. Ni una puta pista.
Me detuve en una foto donde sonreía sosteniendo un gatito. Por un momento me imaginé abrazándolo así, protegiéndolo mientras le susurraba que todo iba a estar bien... Joder, la ginebra me estaba volviendo un puto blandengue. Cerré Instagram de un manotazo.
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La mañana siguiente, con una resaca que me partía la cabeza, decidí ser más directo. Lo encontré en la sala del café, llevando esos vaqueros que le quedaban demasiado bien para mi salud mental. Me coloqué estratégicamente entre él y la puerta, como siempre hacía cuando quería controlar una situación.
"¿Qué tal el fin de semana?", pregunté, invadiendo sutilmente su espacio personal hasta que su espalda casi tocaba la pared.
"Tranquilo, señor," respondió, y noté cómo inconscientemente se hacía más pequeño, adoptando esa postura que me volvía loco. Su camiseta se tensó ligeramente sobre su pecho cuando contuvo la respiración. "Fui al cine."
"¿Con tu novia?" Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas
"No tengo novia," respondió, y el rubor que cubrió su cuello me hizo querer morderlo allí mismo. Pero lo interesante no fue el rubor - fue cómo sus ojos se desviaron rápidamente hacia mi boca antes de bajar al suelo.
"¿Novio?"
Alex casi tiró su café. Sus dedos temblaron alrededor de la taza mientras murmuraba un "tampoco" apenas audible. Su voz salió tan suave, tan sumisa, que tuve que apretar los puños para no cogerlo de la barbilla y obligarle a mirarme a los ojos. Pero noté algo más: la forma en que había contenido el aliento ante la palabra "novio", infinitamente más que no con la palabra "novia", como si la pregunta le hubiera afectado más de lo que quería mostrar.
Me encontré inclinándome más cerca, hasta que pude sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Sus manos temblaban ligeramente mientras intentaba mantener el café estable. El espacio entre nosotros se había reducido tanto que podía oler el aroma dulzón de su champú - que hetero usa un champú de cereza...
Como conocí a mi sumiso 3: Sherlock Homo
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