Escrit per: Si
1751 paraules
Hay dos tipos de dominantes: los que disfrutan del dolor ajeno y los que disfrutan del control. Yo siempre he sido del segundo tipo. Me pone cachondo ver cómo un sumiso se rinde ante mí, cómo tiembla cuando me acerco, cómo gime cuando le marco como mío. Pero hay una línea muy fina entre el control y el abuso, y después de ver lo ocurrido en el curro, supe que teníamos que hablar.
Pero aquí estoy, sentado en mi sofá a las once de la noche, con Alex a mi lado intentando mantener una "conversación adulta" sobre límites y expectativas. Como si no hubiera dejado claros mis límites follándole la garganta hasta dejarlo afónico. Como si sus expectativas no fueran evidentes cada vez que se sonroja y dice "sí, señor" con esa vocecilla.
El problema es que tengo demasiadas máximas que se están yendo a la mierda por su culpa. "No te pilles de un sumiso antes que él de ti" - tarde. Bastó ver cómo se mordía el labio mientras revisaba código para mandarla a tomar por culo. "Mantén siempre el control" - Me basta verlo inclinando la cabeza mientras escucha para perder todo el control que creía tener.
La tercera es mi favorita: "Empieza duro y ve aflojando poco a poco". El problema es que con Alex empecé siendo un cabrón y ahora me descubro queriendo abrazarlo cuando parece preocupado. Patético.
Y bueno, que decir de la quinta: "No mezcles negocios y placer" - sobran las palabras.
Alex, que se sonroja cuando le grito pero trabaja mejor bajo presión. Que busca mi aprobación constantemente pero tiene los huevos de llevarme la contraria cuando sabe que tiene razón. Que tiembla cuando le toco pero se mantiene firme cuando tiene que defender su código. ¿Estamos realmente listos para tirar adelante una relación de este tipo?
"¿Quieres... quieres un té?", pregunta Alex, y me doy cuenta de que llevo cinco minutos en silencio, perdiéndome en mis pensamientos como una quinceañera imaginando que esta con una estrella del K-Pop
"Prefiero un GinTonic", respondo secamente. "¿Tú?"
"No, gracias señor", dice bajando la mirada, y joder, ese "señor" susurrado me pone más que si me hubiera pedido follárselo allí mismo. Nos sentamos en el sofá, manteniendo una distancia prudencial. Alex parecía pequeño y vulnerable, y tuve que resistir el impulso de atraerlo hacia mí y protegerlo. O follármelo. O ambas cosas.
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"Alex", empiezo, observando cómo se mueve incómodo en el sofá. "Sobre lo de anoche... ¿cómo estás?"
"Bien", murmura, pero noto cómo se lleva inconscientemente la mano al cuello.
"Alex", repito con más firmeza. "Necesito saber si te hice daño. Si fue demasiado."
Se sonroja y evita mi mirada. "No... bueno, sí, pero... me gustó. Mucho."
Reprimo un gruñido. "Aun así, necesitamos establecer algunos límites. Y una palabra de seguridad."
"¿Una...
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