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ACEPTANDO LA HUMILLACION (Parte 3)

Escrito por: globalmind

El recuerdo de mi padre estuvo por un último momento ahí presente, marcando la diferencia entre lo que siempre había creído ser y ese que estaba ahí, tirado en el piso, con una verga caliente en frente a su cara. A lo largo de los años posteriores descubriría que la imagen de mi padre, su recuerdo y su convicción de mi decencia y de mi valor estarían ahí presentes siempre justo antes de perderme en esa verdadera esencia que estaba naciendo en ese sucio piso de ese teatro ese día.

Sus palabras retumbaron en mi psiquis “Hasta la última gota” y entonces pensé en abrir mi boca, pero sin que me diera tiempo a hacerlo, la punta de su glande ya estaba presionando mis labios y en su punta llevaba una firme gota de lubricante que fue lo que primero me rozó e hizo que el falo se resbalara hacia arriba pasando a un costado de mi nariz, refregándose por mi mejilla y llegando cerca de mi ojo, el hombre cerró sus dedos en mi nuca agarrándome del pelo y jalando mi cabeza hacia atrás mientras él miraba la punta de su propio pene como buscando la puntería para encajarlo, como hizo en mi boca que ya para ese momento se encontraba abierta y mi cara acababa de ser marcada con los olores masculinos de este macho que me tenía a sus pies. Mis labios sintieron el calor de la piel de su verga, la textura rugosa, las muchas venas que la atravesaban y hacían acoplarse mis labios a sus formas; sentí su glande tocar mi lengua, arrastrarse hacia atrás y entrar en mi garganta al tiempo que mi nariz se hundía entre los pelos de su vientre y sus testículos se acomodaban sobre mi barbilla. Fue un solo golpe hasta ese punto en donde sentí su mano apretar aun con más fuerza y virilidad mi nuca. Mi instinto me llevó a intentar llevar la cabeza hacia atrás pero él lo impidió, necesité aire y empecé a respirar fuertemente por la nariz pero no era suficiente así es que intenté tomar aire por la boca infructuosamente para luego sentir como escupía entre la piel de mis labios y de su verga gotas de saliva que salían desesperadamente para luego intentar de nuevo tomar algo de aire generando sonidos que escucharía millones de veces de ahora en adelante en mi vida.

Con la mano que él tenía libre me tapó la nariz haciéndome necesitar aun más el aire del que me estaba privando. Mi mente empezó a concentrarse en la verdadera razón del porqué me encontraba ahí tirado en ese piso, ahogado necesitando aire, atragantado, húmedo, sucio ya, con la cara oliendo a verga de otro hombre; para servir, servir. Ese pensamiento que desde momentos antes de entrar al teatro había empezado a acomodarse en mi cerebro. Quitó su mano de mi nuca y con los dedos de la otra mano haló mi nariz hacia si mismo para que no intentara sacar su verga de mi boca, luego soltó esos dedos permitiéndome por fin respirar e inhalé una gran bocanada que sentí interminable de… de… eso no era aire… El hombre había puesto en frente un tarro de poppers que ahora reemplazaba el aire que debía ir a mis pulmones. Cuando dejé de inhalar, con una mano me acomodó la verga nuevamente dentro de mi cavidad bucal y con la otra agarró mi cabeza para dominarme como venía haciéndolo desde hace un rato. Un calor subió por mis mejillas y una dignidad bajó por mi existencia. Entró la comprensión de mi verdadero lugar en el mundo, del porqué la sensación de insatisfacción a lo largo de toda mi vida, de la necesidad imperiosa de servir para poder completar las piezas de mi propio descubrimiento personal. Me sentía insatisfecho en mi vida porque había buscado siempre satisfacerme a mi mismo y lo que estaba comprendiendo es que mi propia felicidad venía de satisfacer a otros incluso a costa de mi propia dignidad.

Todo iba encajando en mi psiquis como si mi cerebro hubiera estado toda mi vida esperando por encontrarse a si mismo. Su mano cedió en mi nuca, su verga salió parcialmente de mi boca y volvió a entrar, luego fueron sus dos manos las que me agarraron la cabeza y por muchos minutos dejé de pensar, mi cerebro adecuó su actividad a lo que era útil al hombre que me estaba usando en el momento, mi cerebro se adecuó únicamente a servir, a entender que esa fuerza, ese sudor, esos olores que emanaban del hombre eran su derecho y mi deber era satisfacerlos, estar presente para sus caprichos. Meses más tarde tuve como una iluminación, la comprensión cada vez mayor de la necesidad imperiosa de servir, mi cerebro eliminaba los pensamientos que no se acoplaran a las necesidades del macho que me usara, mi cerebro me convertía en un hueco bucal para el disfrute del género masculino, pero ahí tirado en el piso tuve pequeñas visiones de esa certeza sobre la servitud. Sentí manos que no podían ser del mismo hombre posarse sobre mi nuca, sentí otra pierna rozar mi torso, abrí los ojos que tenía cerrados y percibí la presencia de otros hombres, empecé a sentirme manoseado por varias partes de mi cuerpo mientras la verga de este hombre entraba y salía de mi boca. El calor de los nuevos machos llegaba también a mi y los podía diferenciar, la mezcla de cada oleada de calor con su único olor golpeaba mi psiquis, otro glande fue presionado contra una de mis mejillas, sentí una mano en mi barbilla y cómo se empujaba con violencia otra verga en mi boca, salió la del primer macho y se hundió en mi interior esta nueva verga, brutalmente salada, más caliente, más amarga y profunda en su sabor, tremendamente más viril, manos en mi nuca que me empujan hacia estos nuevos pelos de vientre, olores que entran y dignidad que sale. El primero volvió a ocupar mi cavidad bucal con su falo y lo sacó, creo que habrían pasado ya unos 25 minutos, me sentía empapado en sudor, sentí unas manos empujar mi cabeza hacia la ingle deliciosamente olorosa y húmeda de este macho, volvió a embestirme la cavidad al tiempo que empezó a rugir, sentía su mano fuerte en mi nuca, su vientre golpearme la nariz, sus testículos sudados golpear mi barbilla y sus rugidos golpear mi hombría y mi dignidad. Apretó sus dedos en mi pelo, sacó la verga y su otra mano se masturbó frenéticamente hasta explotar en varios chorros de semen espeso y blanco que cayó en su gran mayoría dentro de mi boca abierta y sobre mi lengua extendida. A medida que salían los chorros de su glande, mi boca se tensaba para abrirse aun más y la lengua me dolía de tanto querer sacarla. Todo eso fue instintivo, ese nuevo yo que estaba siendo parido a su propia realidad en ese momento obró su razón de ser y recibió todo ese fluido de testosterona de macho. Lo que no entró en mi boca marcó mi mejilla y mi frente con su olor a hombre. El me miró y miró su mano, esa con la que se había masturbado y entendí sin que hubiera palabras, que debía limpiársela y así lo hice, con mi lengua y labios lamí y limpié todo el semen que estaba en su mano. Se guardó el paquete, subió su cremallera y sin más, se dio media vuelta y se fue.

Miré hacia arriba y me di cuenta que quienes en un momento pensé que podían ser otros dos o tres hombres era en realidad uno solo, uno solo que había estado empujando mi cabeza hacia la verga del que ya me había usado. Puso su mano en la nuca aun caliente por la mano del otro, cerró sus dedos sobre mi pelo y se arrodilló poniendo su cara muy cerca de la mía para decir: Le cayó un poco por fuera y con los dedos de la otra mano deslizó el semen que había regado por mi cara hasta mi boca y yo sumisamente lo tragué todo, lamiendo su dedo con mi lengua, cerrando mis labios sobre su dedo para limpiarlo bien; se puso de pie y dijo: “Empiece pues”. Cuando dijo eso vi que había un grupo de tres o cuatro hombres como a tres metros de distancia, al menos uno de ellos se masturbaba y todos miraban hacia mi. Mirándolos a ellos, volví a sentir vergüenza y algo de confusión por estar allí tirado, oliendo a pipí, con la cara húmeda aun con rastros de semen, había algo de dignidad entrando nuevamente a mi cuerpo cuando escuché: “oe, quiubo pues”; era quien ya se había pedido turno para usarme. Al escuchar su voz la dignidad que pretendió entrar salió a perderse al tiempo que mis manos empezaban a bajar su bragueta. Me clavó la boca por varios minutos, la sacaba y me daba golpes en la cara con ella para volver a embestirme salvajemente, la sacaba de nuevo para restregar mi cara en sus testículos y volver nuevamente a clavarme la boca con violencia, fui consciente de cómo me empezaba a doler la mandíbula y me concentré en aguantar, en resistir, en servir, pero también esta vez mi cerebro se amplió un poco para permitirme entender cómo era de esta manera que se me permitía el disfrute también, cómo sentirme húmedo, sucio, marcado por líquidos masculinos era lo que me estaba proporcionando la mayor sensación de felicidad plena que jamás haya sentido antes en mi existencia. Abrí los ojos y vi las otras siluetas disfrutando el show y me sentí usado y abusado también por ellos aunque ni siquiera me estuvieran tocando y la sensación de felicidad aumentó aun más al comprender que podía ser usado por más de un macho a la vez para el disfrute pleno de sus necesidades de hombres.

La violencia de este que me usaba terminó con la base de su verga hinchándose entre mis labios, mi nariz hundirse entre sus pelos, sus testículos en mi barbilla y sus chorros de leche de hombre siendo depositados directamente en mi garganta. Fue tal la cantidad que me generó una arcada tan fuerte que como mi boca estaba ocupada, el semen salió por la comisura de mis labios y por mis fosas nasales en un estallido que empapó toda mi cara, con su mano empujó mi cara hacia atrás y se dio media vuelta mientras empezaba a caminar alejándose y cerrando su pantalón. Fue un uso rápido y contundente y me sentí feliz por ello. Acababa de ser de utilidad para dos hombres totalmente desconocidos. Aun de rodillas vi como dos de los hombres que observaban se acercaban y uno de ellos dijo sencillamente: “Venga puta”. Puta, esa palabra entró en mi cerebro como si hubiera sido mi nombre toda la vida y éste obedeció de manera instintiva, me puse de pie y los seguí mientras mi cerebro analizaba eso precisamente, que la palabra puta la entendí como mi nombre, que encajó en mi psiquis de manera perfecta, que lejos de insultarme, me puso en mi lugar de manera dichosa y los puso a ellos como superiores, como quienes dan las órdenes, “venga” y allí iba yo, “la puta” obedeciendo detrás de ellos. Mi cerebro analizó la felicidad que sentí y pensó en lo tonto que había sido por tantos años eludir la verdadera felicidad por sentimientos que ahora se me hacían muy extraños como la dignidad y el orgullo propio. Al día siguiente recordaría estos pensamientos y ya no entendería nada, al siguiente estaría muy confundido y triste pero en ese momento, todo encajaba perfectamente en el universo de mis neuronas. En los siguientes años esta sería una rutina muchas veces repetida, sería usado y abusado por muchos hombres en distintas situaciones para entender y comprenderlo todo, solo para al día siguiente sentirme confundido y alterado, pero con el paso del tiempo cada vez se prolongaría más en el tiempo la sensación de felicidad después de haber servido sexualmente a hombres y cada vez menos vendría la confusión y la tristeza producto de los rezagos de dignidad y orgullo en mi ser. Cada vez sería más puta hasta que finalmente aceptaría en la totalidad de mi existencia, mi verdadera esencia. Soy una puta que de vez en cuando le toca participar de la sociedad y tener un trabajo pero se quién soy, la totalidad del tiempo.

Los dos hombres salieron de la sala y entraron en el baño en el cubículo con puerta, los seguí y la cerraron. Sin que nadie hubiera dicho nada me arrodillé, saqué sus vergas y empecé a mamarlas por turnos, una era muy oscura de color aunque su dueño era apenas un poco trigueño y contrastada de manera deliciosa con la claridad de su vientre, la otra era muy blanca y mucho más grande. Este último la sacaba constantemente de mi boca y me ponía a mamar al otro pero yo quería mamarlas ambas por lo que volvía a buscar a la más grande solo para que este volviera a sacarla y a ofrecerme la otra, así es que finalmente me concentré en buscar el semen de la verga morena, cerré mis ojos y me dejé follar la cavidad. En esas estaba cuando sentí un chorro cálido en mi cara, el otro hombre me estaba meando la cara, el olor fue intenso y la comprensión de lo que estaba sucediendo fue inmediata, mi verga saltó dentro de mi pantalón y soltó un chorrito de lubricante que mojó aun más mis húmedos pantaloncillos. La felicidad plena pareció romperme el pecho al sentir ese nivel de humillación. Sucio, oliendo a vergas, a semen, a sudor de otros hombres y ahora siendo meado en el piso sucio de este baño sórdido. El que me clavaba la boca estalló a chorros de leche masculina dentro de ella mientras los chorros de orines del otro macho se hacían más y más escasos al tiempo que él empezaba a masturbarse haciendo saltar gotas de orines por todas partes. Se corrió en mi cara mientras el otro ya había dejado de eyacular y empezaba a orinarmetambién. Sentí cómo estos orines empujaban el semen por mis mejilas y todo ese revuelto bajaba por mi cuello y mojaba partes de mi camisa.

Se subieron los pantalones y se fueron. Mi ropa tenía varias gotas de semen y orines pero no demasiados, los chorros todos habían sido dirigidos hacia mi cara. Salí del cubículo y vi mi cara en el espejo. Al verme pensé: “puta” y fui feliz, de nuevo. Me limpié la cara reconociendo los olores que tenía ahora marcados en ella y salí a la calle. Pero no era el mismo que había entrado. Hoy había nacido una puta.

ACEPTANDO LA HUMILLACION (Parte 3)

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