Escrit per: Si
1082 paraules
La gente cree que ser dominante es atar a alguien a una cama y darle con un látigo hasta que grite "más fuerte, papi". Menuda gilipollez. Ser dominante es como ser profesor de autoescuela - tienes que estar constantemente pendiente de que el novato no se mate, no mate a nadie, y encima conseguir que aprenda algo por el camino.
Y sí, ya sé que comparar el BDSM con las autoescuelas es poco sexy, pero es que estoy hasta los cojones de tanto "50 Sombras de Grey". Los novatos llegan pensando que van a tener una experiencia mística de autodescubrimiento, y lo único que descubren es que no, no puedes meter un plug anal del tamaño de una lata de cerveza en tu primera vez, por mucho que lo hayas visto en PornHub.
Como dominante, tengo la responsabilidad de asegurarme que los novatos no se hagan daño. Que entiendan sus límites. Que aprendan a decir que no. Que... joder, que estoy sonando como un puto folleto informativo de una ONG. El caso es que hay que cuidar a los novatos, porque los muy idiotas son capaces de decir que sí a cualquier cosa con tal de complacer.
Y hablando de novatos que dicen que sí a todo...
Alex llevaba dos semanas viniendo a mi casa después del trabajo. Todo muy inocente, por supuesto. Solo dos colegas tomando una cerveza, viendo alguna serie, y... otras cosas.
"Alex, cuando digo 'de rodillas', no significa que te tires al suelo como si te hubiera disparado", expliqué por quinta vez en dos semanas. "Es un movimiento fluido, controlado..."
"Lo siento, señor", murmuró con una voz perfectamente modulada mientras se frotaba la rodilla que acababa de golpearse contra el suelo. Mi frustración con su torpeza me impidió notar lo natural que sonaba ese "señor".
"Otra vez", ordené, preguntándome si mis vecinos pensarían que estaba entrenando a un perro particularmente torpe. "Más despacio."
Esta vez lo intentó con más cuidado, pero de alguna manera acabó enredándose con sus propios pies y cayó de cara. Y por esto no cojo novatos.
"¿Estás bien?", pregunté, luchando por no reírme.
"Sí, señor", respondió con la cara roja como un tomate, bajando la mirada en un gesto de sumisión perfectamente ejecutado que atribuí a pura casualidad. "Es que... el suelo está resbaladizo."
El suelo era de moqueta.
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En el trabajo, la cosa no era mejor. El otro día casi me da algo cuando le oí decir:
"Señor, ¿le gustaría revisar mi pull request? Es bastante grande y necesito que me ayude a meterlo todo dentro."
Me pasé diez minutos intentando calmarme antes de darme cuenta de que estaba hablando literalmente de código, y cualquier intento de desarrollar la conversación llevaba a puro tecnicismo. Y así estamos - él siendo inconscientemente la fantasía andante de cualquier dominante, y yo recordándome que hay que ser responsable con los ...
Como conocí a mi sumiso 9: Como entrenar a tu sumiso
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