Día 88. En casa del AMO. Parte 2 (relato real)

Comenzaba el día de rodillas frente al comedero para perros y el desayuno que me había preparado mi AMO.

Mi Señor abandonaba el hogar cerrando con llave y con un último recado antes de irse: “recuérdame cuando regrese que te de 20 varazos por mirarme anoche”

Metí la cabeza en el bol y empecé a devorarlo como el animal que soy. Me di prisa porque tenía una hora para limpiar los dos baños, hacer la cama del AMO y lavar y recoger los vasos que había en en fregadero.

Cuando quedaban 15 minutos para que mi AMO regresara y una vez había terminado las tareas que se me habían encomendado, me duché, lavé mi culo por dentro, me puse el plug de cola de perro y la máscara de neopreno de perro y le esperé a cuatro patas en el recibidor.

He de decir que desde el minuto 1 estaba en un estado de nervios por hacerlo todo bien y no cometer errores. Siempre es así con ÉL.

Escuché abrirse la puerta del ascensor y a los pocos segundos el ruido de la llave. El AMO ya estaba en casa.

Es curiosa la mezcla de miedo y felicidad que me daba saber que ya estaba de vuelta.

Se descalzó, venía de entrenar del el GYM, y yo me lancé a lamer sus pies.

Pasó revista a los baños y me indicó aquello que no estaba a su gusto o cosas que no había hecho para que las hiciera, pero antes tenía que pagar por mi equivocación del día anterior de mirarle cuando muy claramente me había dicho que no lo hiciese.

20 varazos impactaron en mi culo.

Me permitió quitarme la máscara y la cola de perro para seguir con mis deberes más cómodo.

Lo siguiente fue la cocina. Mientras sonaba música de viejos clásicos de la edad dorada de Hollywood, yo limpiaba el interior de la nevera, muebles, tiradores, campana extractora, zona de basuras, microondas, cafetera, tostador, encimera, vitrocerámica, todo el frontal de la cocina… barrer, fregar… cada cosa con su producto correspondiente y procurando que todo quedase al gusto del AMO.

Mientras ÉL estaba en sus cosas, aveces lo veía salir a fumar a la terraza.

En un momento en el que me encontraba limpiando la vitrocerámica, apareció mi AMO desnudo y con la polla apuntando al techo, me la metió en la boca sin más y empezó a follarme la garganta de forma violenta sin que me dejase disfrutar de ella. Cuando se cansó me puso a cuatro patas, se colocó detrás de mí y me la clavó de golpe como a ÉL le gusta y como reconozco que a mí también.

Bombeaba con fuerza y empujaba hasta que su polla no podía entrar más adentro de mi. La notaba dura como una piedra y esa forma de follarme mezcla de agresividad y desprecio me ponían a mil.

Fue una follada breve pero intensa. Se largó y yo volví a mis trabajos.

Una vez terminé de limpiar toda la cocina y después de haber limpiado los baños, bebí agua de mi bebedero para perros. Estaba cansado pero podía seguir con el resto de estancias.

Mi AMO Apareció de nuevo desnudo en escena. Traía una mordaza de bola, las pinzas para pezones y la vara.

Me puso la mordaza, las pinzas en los pezones y me indicó la posición que debía tomar y en la que tendría que permanecer.

Empezó a pegarme con la vara en el culo. Los primeros los fui aguantando bien pero a medida que iba avanzando el dolor era más intenso. La vara me quemaba en la piel con cada impacto, yo me quejaba pero la mordaza amortiguaban mis gritos y mientras yo escuchaba como mi AMO se pajeaba.

Mi máxima es ponérsela dura a mi AMO, y parecía que lo estaba consiguiendo.

Mi Señor se detuvo un mometo, cogió un vol con agua caliente y del congelador un frasquito lleno de lefa.

Introdujo el frasco en el agua del bol para que la lefa fuese volviendo a su estado líquido.

Me lo puso debajo y me dijo: “Ahí tienes 5 corridas de tu AMO”.

Volvió a la vara y retomó el castigo.

“Si tienes que llorar llora” me dijo. Y en ese momento lloré, no quería hacerlo pero lloré.

Mientras aguantaba el dolor y con los ojos llenos de lágrimas me preguntaba a mí mismo que por qué aguantaba todo aquello, y la única respuesta válida que lograba obtener me hacía llorar con más rabia aún: Aguanto porque quiero a mi AMO.

Y entre varazo y varazo admití lo que me he negado siempre, que tenía que quererlo mucho para aguantar todo lo que me hacía.

Curiosamente en ese momento dejé de gimotear aunque mis lágrimas seguían brotando de mis ojos. Arqueé mi espalda ofreciendo mi culo a mi AMO para que siguiese con mi castigo.

Escuché la voz de mi Señor aprobando ese cambio. En mi actitud. Yo me sentía más fuerte aún aunque siguiese llorando.

La lefa congelada se había vuelto líquida y mi AMO me la dio de beber, abrí la boca y vertió el contenido en ella.

Mi AMO dijo: 5. A lo que yo entendí que venía una tanda de 5 varazos y que serían más fuertes que los anteriores.

Efectivamente los varazos fueron más fuertes. Yo iba contando mentalmente, uno, dos, tres, cuatro… y el quinto para mi desesperación impactó en los testículos accidentalmente.

Me retorcí de dolor y lloré. Mi AMO dejó la vara y me abrazó por la espalda. Me decía: “lo siento, eso no tenía que haber pasado, lo siento”. Me abrazaba y me besaba la espalda. Yo sabía que no lo había hecho queriendo, ÉL sabía la poca resistencia que tengo en esa zona y lo había marcado como uno de mis límites.

Se puso ante mi y le abracé. Joder, cómo hace para llevarme del infierno al cielo en un segundo. Abrazado a ÉL me fui relajando.

En ese momento terminó “el juego” justo cuando yo me encontraba en el descanso del partido y dispuesto a una segunda parte, prórroga y lanzamiento de penaltis.

Estuve apunto de decirle que siguiera, pero estaba muy tocado y callé.

Me dijo que recogiera la jaula, y me fuera a casa. Que mañana nos veríamos a las 11:00 en el Centro Comercial Glories.

Como había pronosticado, las 48 horas que iba a pasar en su piso a su servicio habían quedado en 14.