-Disfruta de las vistas-dijo Héctor antes de cerrar el portón.

Aunque el maletero estaba cerrado, la imagen de Lucas dentro estaba en su mente. Era como verlo con mirada rayos x. Estaba excitado, jamás le había pasado con un hombre. Se le aceleró el corazón de pensar que había tomado posesión de su amigo. Se fue directo al asiento del piloto. Una vez dentro puso los seguros y arrancó el motor.

Debía ser precavido si no quería que le pillaran con su amigo atado y amordazado. Decidió ir despacio y, primero, dar una vuelta a la manzana. Si Lucas no decía nada se atrevería a llevarlo hasta casa. Giró hacia la derecha y cogió la calle que subía, teniendo una cierta pendiente. Esperaba que Lucas no se quejara. Siguió dando la vuelta a las naves industriales hasta llegar al punto de partida. No hubo queja.

Lucas sintió cómo el coche iba girando, subiendo pendientes, bajando pendientes. Tenía miedo de que la policía lo encontrara, así que decidió no decir palabra.

Héctor cogió confianza. Dejó el polígono y decidió tomar el rumbo que quería. Se relajó, acomodándose en el coche. Se recostó un poco para poder tocarse el paquete cómodamente mientras perpetraba el encierro de Lucas. Detectó un bache en la carretera y decidió darle un poco de juego a la situación. Se fue directamente al bache, haciendo que el coche rebotara. No escuchó ninguna queja, así que decidió seguir.

Lucas notó cómo el coche bajaba y subía repentinamente. Se dio un ligero golpe con el rebote. Quiso quejarse, pero su boca estaba bien sellada y no pudo. Intentó desatarse para quitarse la mordaza, pero no podía. Debía esperar. De repente, el coche paró y empezó a escuchar una extraña voz. Escuchó a Héctor contestar, pero no acababa de entender qué decía. ¿Le había parado la policía?

-Dos hamburguesas, que una sea vegetal. Dos raciones de patatas. Para beber agua. No, no queremos... quiero helado-dijo Héctor al empleado. Había decidido parar en una hamburguesería y pedir por el servicio de coches. Le estaba gustando tener totalmente controlado a su amigo, atado y amordazado. Esperó a que le sirvieran y, esta vez, decidió que era momento de llevar a Lucas a su destino.

El coche reanudó su marcha y Lucas estaba más que callado. Notó como el ruido se alejaba y volvió el sonido del coche y su motor. Se quedó más tranquilo. Tras unos minutos, el coche se detuvo, bajó una pendiente y empezó a moverse hacia delante y hacia detrás. De repente, el motor se silenció.

Héctor aparcó el coche en el parking comunitario. Se aseguró que nadie estuviese merodeando por ahí. Cuando se aseguró salió del coche y cerró la puerta. Esperó unos instantes antes de abrir el portón. Le volvió la excitación al pensar que, tras ese portón, su amigo estaba atado, amordazado e indefenso, tal y como le gustaba. ¿Se habría excitado con la experien...