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EL GIRO IV - Un encontronazo

Escrito por: CUBASTURIAS

Eran las 11 de la noche, Guillermo estaba acostado en su habitación leyendo un libro y Leandro en la cocina cuando sienten que estaban tratando de abrir la puerta. No lo lograban porque habían pasado el pestillo. Leandro sale rápido hacia la puerta pensando que querían entrar a robar, la abre y se queda estupefacto al ver que era Adara.

• Adara: “Hola Leandro, ¿qué tal estás?”

• Leandro: “Bien, pero… ¿qué haces tú aquí?”

• Adara (entrando al salón sin esperar a que la invitara): “Bueno es que ese hombre me acaba de echar de su casa y pensé en ti”

• Leandro: “¿Cómo?”

• Adara (esbozando algo similar a una sonrisa): “Sí, seguro que quieres volver conmigo y tenerme otra vez en tu casa”

Guillermo sale de su habitación enfurecido como un animal salvaje.

• Guillermo: “¡Pero qué cojones te crees!”

• Adara (ignorando a Guillermo y dirigiéndose a Leandro): “¿Y éste quién es?”

• Guillermo: “Pues soy la pareja de Leandro, ya sabía lo hija de puta que eras, pero lo eres más, ¿cómo cojones te crees que vas a volver así como así? ¿qué te has creído? Mira si al irte le hubieras dicho a Leandro que te enamoraste de otro vale… pero humillarlo, decirle que no era un hombre, que nunca te había hecho sentir, en el preciso momento que le dices que le estabas pegando los cuernos con otro y que te ibas, es de una maldad extraordinaria, muy perra es lo que eres, y te estás marchando ya mismo, pero ya, eso si no quieres que te saque de aquí por los pelos… y otra cosa, tratar de abrir con la llave sin ni siquiera tocar es de un descaro total… pero esa llave te la puedes quedar, porque mañana mismo llamo para que cambien la combinación de la cerradura… y además ni se te ocurra acercarte a nosotros y menos a Leandro, lo mejor que haces es, que si lo ves o nos ves por la calle, que cruces a la otra acera, hija de la gran puta”

• Adara (mirando a Leandro): “¿No vas a decir nada?”

• Leandro: “No, no tengo nada que decir, él tiene razón”

• Adara: “Maricones”

• Guillermo: “Si estás pensado en decirlo por ahí, hazlo desde ya, que me importa un cojón, que nos da igual que todos lo sepan, además, seguro que ya lo saben… ah, y una cosa más, Leandro ahora disfruta como nunca disfrutó contigo… pero claro a ti te importa un comino lo que disfrute nadie que no seas tú misma… y lárgate ya”

Adara se fue dando un portazo tras de sí. Guillermo mira a Leandro que se había dejado caer en el sofá, se da cuenta de la expresión de tristeza que reflejaba en su cara, se sienta a su lado y le pasa el brazo por encima de sus hombros.

• Guillermo: “¿Qué te pasa Lea? ¿te ha molestado mucho?”

• Leandro: “No, bueno… algo sí … es que me han venido a la cabeza aquellos tiempos… un poco triste por mí, por no haber sabido encajar aquello de mejor manera, es que no fue sólo lo que me dijo al marcharse aquel día, también cuando volvió a recoger sus cosas, luego el divorcio, las cosas que decía delante de los abogados, la sonrisita del abogado de ella… y luego fue una suerte que hayas llegado a mí, que me sacaras de aquella situación, de estar cerrado como una ostra, del casi ermitaño en que me había convertido… y ahora me ha encantado como has actuado, defendiéndome a capa y espada, soy muy afortunado de tenerte”

• Guillermo: “No podía haber actuado de otra forma, me ha dado mucha rabia, no me podía imaginar tanta desfachatez, no sólo que volviera, sino hasta haber usado la llave sin tocar… esa es una bruja… y realmente fue una suerte para ti que te dejara, estar al lado de ella no puede convenirle a nadie”

• Leandro: “Quiero decirte una cosa… que haya estado aquí me ha hecho pensar en cómo se burlaba de mi polla y cómo eso me jodía, sin embargo cuando tú me dices que la tengo pequeña o que es un clítoris me gusta… y eso es porque las palabras llevan a su vez un tono, una intención, cuando ella me lo decía era para humillarme y cuando lo haces tú es porque sé que te gusta que la tenga así… te da morbo y me lo trasmites a mí”

• Guillermo: “Lo has dicho muy bien, no es lo que se dice sino cómo y para qué se dice”

• Leandro: “Pero insisto, gracias por como actuaste, de todo corazón”

• Guillermo (dándole un beso): “Lea, no tienes que darme las gracias, ahora vamos a la cama, hoy voy a dormir contigo”

Se fueron a la habitación de Leandro. Guillermo le preparó la cama, le hizo acostarse, le arropó con el edredón, luego le dio la vuelta a la cama y se acostó, de costado, le abrazó desde atrás, le acarició. Leandro se sintió a gusto, protegido y se durmió pronto. Guillermo se quedó acostado así de lado mirándole dormir un buen rato. Su mente divagó y se puso a especular si Leandro le necesitaba más a él o si él necesitaba más de Leandro. No llegó a ninguna conclusión. Luego pensó que afortunadamente se tenían el uno al otro y entonces fue que se durmió plácida y profundamente.

FIN DE LA SERIE

EL GIRO IV - Un encontronazo

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