-Podemos hacer dos cosas-dijo Héctor-: te desato, subes a casa y nos comemos estas hamburguesas, o no te desato, te subo a casa en estas condiciones y me como las dos hamburquesas mientras miras? Si quieres lo primero, levanta un dedo índice, si quieres lo segundo, levanta los dos.
Lucas se quedó pensando. Tenía mucha confianza en Héctor, sabía que no le pasaría nada malo, pero a la vez se sentía sobrepasado por la experiencia. Necesitaba hablar con él. ¿Estaba sintiendo la misma excitación que él? ¿Sería un error parar el juego en ese momento?
Héctor estaba expectante. Por un lado quería seguir con el juego, para él esta nueva experiencia de dominación le abría la mente y sus ganas de experimentar. Por otro, jamás había jugado a todo esto. ¿Y si Lucas no estaba a gusto? Desde que lo había encerrado no le había hecho ni la más mínima revisión. Esperó a que decidiera.
Tras unos segundos, Lucas decidió levantar dos dedo. Héctor sintió que estaba haciendo bien su trabajo.
-Veo que te gusta estar bien atado. Ten por seguro que lo vas a seguir estando.
Héctor desató la cuerda que unia las esposas al maletero, y lo mismo hizo con los tobillos, y lo sacó del maletero. Aun así, Lucas solo podía dar saltitos. A Héctor le encantó ver cómo su amigo era incapaz de avanzar. Le cogió como un saco de patatas y lo llevó directo al ascensor. Lucas estaba excitado, y temía que su erección fuera demasiado evidente en el hombro de su amigo.
Cuando llegaron a la puerta del ascensor Héctor dejó en el suelo al atado de Lucas. No tardó en abrirse las puertas.
-Entra-le dijo Héctor. Y, a saltitos, Lucas dio su mejor esfuerzo por entrar, y lo consiguió. Aun así, perdió el equilibrio y se balanceó hacia su izquierda. Héctor, en un instante, entró para coger a su amigo. Disfrutaba teniéndole así, pero no quería que tomara daño.
-Tienes suerte de que ande por aquí-le dijo medio riendo.
Lucas se sintió indefenso pero seguro, no le molestaba que su amigo lo tuviera de aquella manera. Era ciertamente humillante, pero a su lado no le importaba. El ascensor empezó a subir, pero en la planta baja empezó a pararse. Alguien había llamado. Lucas no sabía qué hacer. ¿Cómo iban a explicar que estaba esposado, atado de pies y amordazado?
En un abrir y cerrar de ojos, Héctor sacó su móvil al mismo tiempo que se abrían las puertas.
-¡Y seguimos celebrando el cumple de Lucas!-gritó con una sonrisa de oreja a oreja.
Era una vecina de Héctor, e iba con su hijo pequeño.
-¡Hola Meri! ¿cómo estás?
-Héctor…-dijo la vecina boquiabierta-. ¿Qué estáis haciendo?
-Estamos celebrando el cumple de mi amigo, lo he secuestrado y vamos a beber cerveza y a ver “Forjado a fuego” (como te imaginas, a su novia no le mola la idea, así que lo he secuestrado…)-le susurró jocoso.
Lucas estaba a cuadros. Solo movía los ojos mirando a los dos conversando. El niño pequeño lo miraba con cara extrañada.
-¿Mamá, así celebraré los cumpleaños cuando sea mayor?
-¡Calla, Sergio!-ordenó Meri-. Oye, Héctor, yo ahora dejo el niño en casa de su padre. Si quieres luego me paso…
-No, no, tenemos quedada de chicos, luego vienen dos amigos más. Ya sabes, Forjado a fuego…
-Vale…-dijo disgustada-. Bueno, un día podrías darme el lujo de tomar algo juntos.
-Sí, un poco más adelante, que tengo cabos sueltos que desatar-contestó Héctor señalando a Lucas, quien no daba crédito a lo que estaba pasando.
-Venga, subid, ya bajo luego yo con el niño-sentenció Meri mientras se despedía con un gesto de deseo. Por su lado, el pequeño Sergio no quitaba los ojos de esa extraña pareja de amigos.
Héctor le echó una sonrisa y le guiñó un ojo mientras le saludaba. Cuando cerró la puerta se guardó el móvil y dijo:
-Bueno, ya hemos plantado la semilla de un futuro bondagero. Ahora a casa, que quiero comerme las hamburguesas.
Llegaron a la cuarta planta, y con ayuda de Héctor Lucas pudo salir del ascensor. Con la agilidad posible llegaron a la puerta y Héctor abrió. Una vez ambos dentro cerró con llave.
-Por poco nos pillan, ¿eh?
A Lucas le había cortado el rollo que su vecina les pillara en esa situación, pero a Héctor le encantó. Sintió que en todo momento estaba controlandolo todo. Tener así a su amigo era una experiencia única. De un tirón, le quitó la mordaza a Lucas.
-Oye, ¿estás bien?
-Sí, sí… Tu vecina me ha asustado.
-¿Pero te lo has pasado bien?
-Sí, sí, me gusta mucho estar así atado. ¿A ti también?
Héctor sonrió. Abrió los paquetes de hamburguesas.
-¿Nos las comemos?-dijo Héctor riéndose de Lucas.
-¿Nos comemos el qué?-replicó Lucas con picardía.
-Uy, creo que vas muy salido, Lucas. Creo que voy a tener que amordazarte de nuevo.
Antes de que pudiera replicar de nuevo, Héctor le había vuelto a precintar la boca. Lo tumbó en el sofá y él se sentó en el sillón. Dejó sus piernas abiertas para marcar su paquete y empezó a comerse las hamburguesas mientras Lucas miraba. Se sentía valiente y empoderado con aquella situación, sentía que esa era su salsa
-A ver, esto de tenerte atado me está gustando. No se lo había hecho antes a nadie, pero tenerte atado y dominado en el maletero sin que nadie sepa que estás ahí me ha parecido genial. He ido con cuidado, menos cuando he pillado un bache, espero no haberte hecho daño. Ah, y también hemos ido a por comida, que me la voy a comer toda yo.
Lucas alucinaba con el control y poder que tenía Héctor, y su seguridad. Seguridad en mostrarse totalmente dueño de sí y de él, y de cómo mostraba su paquete hacia él. Se notaba que estaba más hinchado de lo normal: Héctor estaba cachondo.
-Puedes confiar en mí-dijo Héctor al acabar de cenar- Quiero seguir dominándote.
Lucas tuvo una erección difícil de esconder. Empezó a moverse para intentar disimular, pero Héctor se dio cuenta.
-¿Qué pasa ahí abajo?-dijo mientras pasaba la mano sobre el paquete de Lucas-. Parece que te gusta la idea.
Lucas estaba extasiado por la situación. A Héctor le gustaba dominar, y parecía que también quería dar un paso más. Lucas decidió entregarse soltando un gemido.
Héctor estaba totalmente excitado. Estaba eufórico, y quería comprobar hasta dónde podía llegar esa sensación. Una sonrisa de esbozaba en su cara.
-Esta noche te vas a portar bien, Lucas. A las buenas o a las malas.
De camino a casa (Dos dedos hacia arriba)
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