Sin remedio

- Sientate, por favor.

Y el único sitio disponible era un taburete de madera con un consolador de talla media sujeto por su ventosa.

Suspiré mientras analizaba su tamaño y forma para valorar cómo sentarme en él sin ningún tipo de lubricante más que un poco de saliva.

Me aproximé y escupí en mis dedos para humedecer la entrada de mi ano. Abrí ligeramente las rodillas, agarré con un par de dedos el consolador hasta la entrada mientras con la otra mano abría ligeramente el ano. Nervioso y observado, empece el descenso de mi cuerpo con pequeñas oscilaciones para ir poco a poco consiguiendo el objetivo de sentarme en el taburete.

Lo conseguí. Alcé la mirada.

Lejos quedaba ya los nervios de esa cita exprés a un "doctor" que pocas horas antes había conocido en un chat. Ni me acordaba de las sensaciones al abrir la puerta entreabierta de su casa y de desnudarme para ser visitado.

- ¿Cual es el motivo de su visita?

- Estoy algo preocupado por el tamaño de la entrada de mi ano, Señor.

- ¿Y por qué debería preocuparte?

- Es que lo he usado mucho, señor...

- ¿Usarlo? ¿En que sentido?

- Me lo he penetrado mucho, Señor.

- ¿Tu sólo?

- Bueno, también algunos hombres...

- ¿Algunos? Vaya, que eres una zorrita depravada, ¿no?

- Sí...

- ¿Cuándo empezaste?

- A los 15 años.

- Con una polla?

- No, con un boli Vic.

- Y la primera polla?

- A los 30.

- ¿Te gustó?

- Muchisimo.

- Algo más que deba saber antes de proceder a la exploración?

- Con el tiempo he sentido la necesidad de ser penetrado por objetos cada vez más anchos por sentir ese dolor estimulante al ser penetrado e imagino que ésto tendrá alguna consecuencia...

- Ponte a 4 patas. Veremos este ano.

Obedecí. El "doctor" se puso dos guantes y se instaló, con un bote de lubricante que al principio no utilizaría, tras de mi.

Separó los dos glúteos generandome esa sensación inigualable de ser expuesto y que enciende mis pasiones más bajas y palpó con su dedo pulgar mi ano.

- Mmmmm, sí. De entrada parece que el circulo anal está dado de sí. Las mismas características que presentan las zorras que disfrutan de su ano. ¿Cuantas pollas te han follado?

Me puse a pensar pero en ese momento el "doctor" clavó todo su dedo pulgar en mi ano de forma brusca.

Me dolió y me gustó a partes iguales.

- Ha entrado fácil, pero claro con las cantidad de pollas que deben haber pasado por aquí no me extraña... Haré una exploración algo más pormenorizada... Separate los cachetes tú mismo.

Se lubricó los guantes y fue introduciendo dedos.

Dos dedos, tres dedos, cuatro dedos, cinco dedos,...

- Ahora solo queda superar los nudillos, pero tu ano empieza a estar estirado. Eres una buena puta.

Pero antes de proceder, se entretuvo entrando y saliendo, estirando con dos dedos de cada mano el esfinter, estimulandolo con la palma,... Un mar de sensaciones mientras mi ano estaba bien expuesto en su máxima esplendor.

Finalmente, después de empujar y empujar, el esfinter acabó cediendo y mi recto albergó todo su puño.

- Pues si, lo certifico: eres una buena zorra.

El puño no paraba de entrar y salir y la otra mano estimulaba la parte externa del ano y del suelo pélvico. Yo estaba con los ojos fuera de sus órbitas.

Un rato después, el "doctor" se levantó, sacó el consolador del taburete, se puso un condón y me folló con el consolador puesto.

Al rato dijo:

- Estás tan usado que tu culo no sierve ni para ser violado, zorra!

Se sacó el condón y se masturbó enfrente mio, hasta tirarme la leche en la cara.

- Vístete y largate. Tu ano no tiene remedio