Colocó la butaca reclinable frente a la puerta de entrada, se subió encima en posición de semisentado poniendo su espalda contra el respaldar, echándolo hacia atrás, puso sus pies sobre los reposabrazos y colocó una toallita sobre sus genitales dejando su ano bien expuesto. Quería esperarlo así, quería que llegara abriera la puerta, lo viera claramente ofrecido y se la clavara de inmediato. Le gustaba empezar por lo que otros dejaban para más tarde. Muchas veces le dolía, pero eso le gustaba. Su primera vez fue entre unos arboles y el hombre que lo desvirgó fue a saco, pero la excitación que le notó y los bramidos que le oyó le pusieron a tope y no le importó el dolor.
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Fernandito (nadie nunca le llamaba Fernando) tenía 25 años y estaba estudiando el doctorado en la Universidad. Era muy voluntarioso y siempre había tenido claro qué quería, también en el sexo. Llevaba dos años viéndose con Andrés, un amigo de su padre de 43 años. Todo fue, todo comenzó, a causa del chico. Un día el padre recibió en casa a tres de sus mejores amigos. Bebían unas cervezas cuando llegó Fernandito. Inmediatamente se fijó en Andrés, fue algo automático, los demás dejaron de existir. Le miró fijamente, luego cambió la mirada, no quería que su padre se diera cuenta de su interés, pero lo volvía a mirar cada vez que podía. Era muy decidido y su objetivo era que Andrés se diera cuenta, que por lo menos se cuestionara por qué le miraba. Y lo logró, Andrés primero dudó, pero luego se dio cuenta que el chico tenía algún tipo de interés con él.
Fernandito se sentó con ellos a beber. Alberto, que así se llamaba su padre, se sorprendió, nunca lo había hecho antes, pero le gustó que su hijo compartiera con él y sus amigos. El chico estaba sentado a su lado y al frente le quedaba Andrés. La posición en que estaban le permitía mirarle sin que su padre se diera cuenta de la frecuencia y la insistencia de sus miradas. Siguieron bebiendo hasta que llegó la hora de marchar. Se fueron los otros dos y Andrés remoloneó, quedándose un rato más a postas. El padre se puso a recoger, a llevar cosas del salón a la cocina.
• Andrés (en un momento en quedaron solos en el salón): “¿Tienes algo que quieras decirme Fernandito?”
• Fernandito (sentándose a su lado, poniéndole la mano sobre su pierna y hablándole bajito): “Sí, pero será mejor que vengas mañana por la tarde que estaré solo en casa”
• Andrés: “¿Qué?... ¿quieres hacerle un regalo a tu padre o algo así?”
• Fernandito: “No, más bien un regalo para mí y quizás también sea un regalo para ti”
• Andrés (dudando): “No sé… recuerda que tu padre es mi mejor amigo”
• Fernandito: “Mejor, ¿no crees? siempre es mejor alguien de confianza”
• Andrés: “Bueno, vendré mañana y hablamos con más calma, ¿vale?”
• Fernandito: “Perfecto, te estaré esperando” ...