(Ecos de una Esclav@ CD)
Fue la pura efervescencia de lo inexplorado, una cartografía íntima guiada por el fantasma de un deseo que tejía arabescos en la mente. La desnudez cotidiana se metamorfoseó, vistiéndose de la nocturna elegancia del cuero y la etérea caricia del encaje. Los tacones se alzaron como pedestales de una nueva identidad, el maquillaje se tornó un lenguaje secreto y una peluca negra cayó como un telón sobre la vieja faz. Incluso antes de que los lazos conyugales se desataran, buscó en la antigua compañera los secretos ancestrales del rubor, el drapeado y la danza femenina.
En la plenitud de sus cuarenta otoños, con la solidez de una vida construida, comenzó a sondear los abismos del sado, mientras aún la sombra del matrimonio se extendía a su espalda. Fue un alma afín, navegante de esas oscuras aguas, quien finalmente descorrió el velo hacia el santuario que su espíritu anhelaba. Así, en un día grabado a fuego en la memoria, con la intensidad de la primera luz, se transformó en una esclav@ CD "de verdad", como ell@ misma sentencia.
Sus movimientos quedaron presos en la caricia restrictiva de muñequeras de cuero, eslabones que negaban la libertad a sus brazos. Una venda, como un eclipse, oscureció su mirada, y la obediencia fluyó sin reservas ante los dictados de aquel amo, un nombre hallado en los laberintos virtuales de una red social. Antes de ese instante crucial, las palabras tejieron puentes invisibles en el chat, las redes sociales fueron el escenario de un diálogo incipiente, hasta que la piel se encontró con la piel en un espacio público. "Fue un escrutinio de miradas, buscando la resonancia de un mismo latido", explica. Y la encontraron. Ahora, su cuerpo se estremece ante estímulos más intensos, una sinfonía de sensaciones que, asegura, expande los límites del placer. Resulta un enigma escucharl@ hablar de humillaciones y entregas cuando en su vida cotidiana su voz traza los rumbos de la decisión.
"Pero en la alcoba de mi deseo, rehúyo el mando. Anhelo la sumisión", sonríe, revelando la paradoja que habita en su ser. "Sé que es una contradicción aparente".
"No se trata de los roles impuestos por el género. Tampoco soy una sombra sumisa en el teatro de mi vida diaria. Y me reconozco profundamente fetichista: los tacones altos son mis aliados, la lencería negra, adornada con encaje, mi segunda piel".
(Dedicado a una sumisa CD con la que tuve el placer de tener un encuentro y que derivo en un cumulo de inquietudes por su parte, ell@ sabe quien es)