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COMO PUDE LLEGAR A PERDER A MI AMO II

Escrit per: amotael

5 dies
536 paraules
El tiempo se había espesado, cual melaza oscura, depositándose en las entrañas como un nudo de incertidumbre que atenazaba el aliento. Al fin, el velo tejido de sombras comenzaba a deshilacharse, revelando las hebras oscuras de la voluntad que regía mi destino, la de mi amo y señor. La congoja, un ácido lento y corrosivo, horadaba los cimientos de mi entereza, mientras la bruma del desconcierto me mantenía en una ceguera expectante, incapaz de discernir la silueta espectral de los eventos por venir, el rostro borroso del futuro inmediato.
Entonces, su presencia se cinceló en la penumbra, una sombra alargada que danzaba sobre los muros de mi conciencia. Su mano, marcada por la rudeza de las labores más extenuantes, con la textura áspera y sabia de la corteza de un roble centenario azotado por las tormentas, se posó sobre la curva de mi cadera con una firmeza posesiva, reclamando lo que consideraba suyo. Sentí el roce pétreo de su virilidad, una promesa muda que encendió en mi interior una llama vacilante de anticipación y un escalofrío helado de temor. Aguardé, con el aliento suspendido en la garganta como un pájaro enjaulado, la embestida que habría de consumar nuestra unión carnal, el ingreso anhelado que, sin embargo, permanecía en una tensa latencia.
Su voz, un rumor grave y áspero como el sonido de guijarros rodando por un lecho seco, quebró el silencio preñado de expectación: "Mi Amo ha desvelado tu naturaleza... una mujer de mundo, cuyo espíritu se abre a la novedad de las experiencias."
No brotó palabra alguna de mis labios. La cicatriz grabada por la experiencia me había instruido en la elocuencia del silencio ante la efervescencia de los instintos primarios. No obstante, el contacto fugaz, la cercanía palpable de su hombría, había sembrado en el fértil terreno de mi ser una semilla inquietante de excitación, una flor oscura de perturbación.
Un latigazo de dolor inclemente hendió mi espalda como un rayo de fuego líquido, un tajo ígneo que me obligó a girar sobre mi eje, buscando con la mirada el origen de aquella punzada lacerante, la fuente de aquel tormento súbito. Ante mis ojos, la figura imponente de mi dueño y señor sostenía en alto el látigo, aquel instrumento que en tiempos pasados había desatado en mi alma oleadas de un placer ambiguo, una marea confusa de sensaciones encontradas. Su visión, en una paradoja sombría, destiló en mi espíritu una calma espectral, una resignación helada. Su derecho sobre mi cuerpo era la ley inmutable, el decreto inapelable.
"¿Qué ilusiones tejías, ramera? ¿Acaso soñabas con mi ausencia?" Su interrogatorio resonó en el aire denso como el eco de un trueno seco en la lejanía. "Eres mía, y tu destino está sellado por la voluntad de quien te posee."
En ese instante preciso, la resistencia que aún latía en mi interior se quebró con la fragilidad de una rama seca doblegada por el peso implacable de la tormenta. La v...
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COMO PUDE LLEGAR A PERDER A MI AMO II

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