Recientemente he mantenido una conversación con una persona sumisa en la que intentaba dilucidar las diferencias semánticas entre los términos "AMO" y "Dueño". Dicha persona manifestaba la sinonimia de ambas denominaciones, lo cual me ha inducido a una reflexión sobre el tema, ya que, desde mi perspectiva, no se trata de conceptos equivalentes.
Si consultamos el Diccionario de la Real Academia Española, la definición de "AMO" alude a la persona que ejerce predominio o ascendiente decisivo sobre otra u otras. A su vez, "predominio" se define como el poder o la superioridad que se ostenta sobre alguien mediante una fuerza dominante.
Por otro lado, "DUEÑO" se refiere a aquella persona que posee dominio o señorío sobre alguien. "Dominio" o "señorío" se entienden como el poder de disponer y usar de lo propio. En un contexto jurídico, esto se asemejaría al pleno dominio sobre un esclavo, implicando su uso y disfrute.
Es cierto que, en la práctica, se suelen suscribir contratos de esclavitud en los que se emplean indistintamente ambas expresiones, así como en las normas relativas a la entrega del esclavo a su AMO o DUEÑO. No obstante, es crucial tener en consideración una resolución de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), la cual establece que la formalización contractual de los juegos o roles desarrollados en dichas prácticas sexuales podría ser legalmente inválida por contravenir un derecho fundamental como es la dignidad humana.
En este sentido, aunque en ciertos contextos se utilicen de manera intercambiable, considero que las connotaciones de "Dueño" se acercan más a una posesión con capacidad de disposición total, mientras que "AMO" enfatiza una relación de poder y ascendencia. La implicación jurídica mencionada por la AEPD subraya la importancia de analizar cuidadosamente el lenguaje utilizado en este tipo de acuerdos, dada su potencial colisión con principios fundamentales del derecho.