(Escribí un relato como este hace ya mucho tiempo, cuando tenía otro perfil en esta página. Hoy, viendo un partido de tenis en la tele, decidí escribirlo otra vez, ya que no tenía copia, así que si lo lees y te suena haberlo leído antes, no es un plagio, sino una reescritura del mismo autor)

- ¡Uffff, qué culito! – pensaba mientras miraba de reojo al recogepelotas del torneo. Estaba perdiendo la concentración por culpa de aquel jovencito tan guapo, con aquellas piernas morenas torneadas y el torso atlético que dejaba adivinar la camiseta. Tenía que intentar volver mentalmente al partido. Se jugaba el punto decisivo, y en uno de los intercambios de pelotas el muchacho volvió a agacharse y a él le empezó a costarle reprimir la erección. Perdió totalmente la concentración, devolvió mal el resto y el partido se le fue al carajo.

Ya en el vestuario pidió que hicieran venir al muchacho y los dejaran solos. Era uno de los mejores jugadores del ranking mundial y se le conocía por sus excentricidades, así que a nadie le extrañó una más.

- ¿Eres consciente de que me has hecho perder el partido, mamón? -. El muchacho lo miraba extrañado y abrió la boca para decir algo, pero no pudo: - ¡Estás demasiado bueno, cabrón, y no he podido concentrarme en el partido pensado en tu culo y en ese coñito cerradito que debes tener, así que ahora me vas a tener que compensar como a mí me plazca, perro!

El joven, patidifuso, no reaccionaba, y el tenista se fue hacía él, le dio la vuelta y lo tumbó boca abajo sobre uno de los bancos de madera del vestuario; con una media sucia le ató las manos y otra se la metió en la boca a modo de mordaza. Le bajó el pantaloncito corto que tanto le resaltaba aquellos muslos prietos y contempló relamiéndose de gusto los glúteos firmes marcados por el ajustado slip. Le dio unos buenos azotes mientras el joven emitía quejidos amortiguados por la mordaza, hasta que le bajo finalmente los calzoncillos y se relamió de gusto de nuevo con aquellas lampiñas nalgas enrojecidas.

Le separó las nalgas con las dos manos y agachó su cabeza hasta poner su lengua a la altura de su ojete y empezó a comérselo metiéndole la lengua. Los quejidos del joven habían ido tornándose en gemidos de placer y se retorcía de gusto. Eso hizo que se le pusiera la polla aún más dura y ya no pudo aguantar más. Se bajó pantalón y slip de golpe y la verga grande y dura salió rebotando hacia afuera húmeda ya con el semen de la primera excitación. Se la metió sin contemplaciones, lo que el muchacho acogió en principio con un ahogado gemido de dolor, pero que poco a poco, a medida que el jugador iba entrando y saliendo con maestría, con fuerza, se fue convirtiendo en gemidos de placer que la mordaza casi no podía atenuar, lo que hizo que el tenista se excitara aún más y se corriera enseguida dentro del recogepelotas y se derrumbara sobre él agotado de p...