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Señor anónimo (4)

Escrito por: Sub_

A la mañana siguiente me levanté empalmado pensando en la noche anterior y en la sensación que aún tenía en mi culo así que me hice una paja en la ducha y me preparé para ir a currar. Cuando miré el teléfono vi que tenía un mensaje.

- Abre la caja y ponte lo que contiene.

Con las emociones de la noche anterior había olvidado que tenía otra caja. Estaba aún un poco dormido. Al abrirla me desperté de golpe.

Era una jaula para el pene. No sabía qué hacer. Si me la ponía tendría que llevarla todo el día en el trabajo. Si no lo hacía sería la segunda vez en una semana que no lograba hacer lo que me pedía. Dudé un buen rato. Por un lado me daba mucho morbo pero por el otro tendría que llevarla puesta en el trabajo. Por primera vez no me ponía cachondo al ver uno de sus regalos.

Al final decidí ponérmela. Era una oportunidad única de probar algo así.

La saqué de la caja. Era una jaula de plástico transparente. Venía con varios sellos de plástico y con una cerradura con llave. Miré en las instrucciones cómo ponerla y tras un par de intentos lo conseguí. No era incómoda y me sobraba algo de espacio así que parecía que se podía llevar sin problemas. Después de mirarme al espejo y flipar con que lo tuviera puesto le escribí.

- Ya la tengo puesta. Es el regalo más raro que me han hecho nunca. ¿Cuánto tiempo tengo que llevarla?

- Buen chico. Seguro que no es el más raro que te haré. Espero que sea de tu talla porque debes llevarla hasta que yo te diga. Pon la cerradura. Por ser tu primer día puedes llevar la llave contigo por si tienes una emergencia.

Eso me dejó un poco más tranquilo. Hice lo que me dijo metí la cerradura y giré la llave para cerrarla. No había vuelta atrás. Me volví a mirar en el espejo y me vestí.

Antes de salir de casa me volví a mirar para ver si se notaba que llevaba puesto eso. No parecía nada fuera de lo normal, quizá hacía un poco más de bulto.

Cuando me subí al metro empecé a pensar que todo el mundo notaría que llevaba algo debajo del pantalón. Miraba a la gente pero nadie me miraba. Eso me tranquilizó más y pasado un rato ya casi no pensaba en ello.

Al caminar por la calle notaba una sensación extraña pero a la que me acostumbraba más rápido de lo que esperaba.

Llegué al trabajo con la tranquilidad de saber que nadie notaba nada y comencé la jornada.

El día pasaba y recibí un mensaje para ver qué tal estaba.

- ¿Cómo va el día? ¿Te has masturbado en el trabajo hoy?

Había burla en sus palabras.

- No puedo ni pensar en ello. Esto debe doler si me empalmo.

- Si fuera tu evitaría empalmarme a toda costa. Hoy no te voy a tentar.

- Gracias yo intentaré no pensar en nada excitante.

Seguimos hablando de otros temas. Me dió un par de consejos para evitar la tentación y para bajar la erección si llegaba. También me dijo que me apuntara a un gimnasio si no era miembro ya y que intentara comer sano.

Pasó el día y de pronto caí en algo que no había pensado. Tendría que mear sentado porque con la jaula se podría notar en los baños de pared. Además por la forma de la jaula parecía que iba a salir orina por todos lados.

Me levanté de mi sitio y fuí al baño. Me metí en uno individual y me senté para mear. Al principio no me salía nada. Estaba un poco paralizado por la situación pero pronto empecé a mear y salió todo. Al acabar limpié la jaula como pude con papel y me subí los gayumbos y los pantalones. Era una sensación muy extraña y al a vez excitante. Se me empezó a poner morcillona pero hice todo lo posible por evitarlo. No era una sensación agradable tener la polla así encerrada en una jaula. Cuando conseguí que se me pasara volví al trabajo.

De vez en cuando sentía picor y lo movía disimuladamente por debajo de la mesa para acomodarlo. Sabía que nadie pensaba que llevaba una jaula pero aún así era cauteloso.

Poco antes de salir de trabajar recibí un mensaje.

- ¿Tienes la llave encima?

- Si.

- ¿La has usado?

- No. Ni se me ha ocurrido.

Era verdad. En todo el día no había pensado en usar la llave. Por alguna razón estaba dispuesto a cumplir hasta el final.

- Buen chico. ¿Estás preparado para comenzar tu verdadero aprendizaje? Una vez comiences no habrá vuelta atrás. Aceptarás y acatarás mis normas. Cuando tu quieras podrás dejarlo y no volveremos a hablar. Ya conozco tus límites ahora se trata de hacerte llegar a ellos.

Tardé un rato en responder a este mensaje. No estaba seguro de a qué se refería. Tenía claro que me estaba gustando todo lo que me proponía. Incluso no poder tocarme la polla en todo el día pero no sabía qué esperar ahora. Al final decidí que me fiaba de él a pesar de no conocerle de nada y de no saber quién era. Podía ser cualquiera. Un viejo, un joven, alto, bajo, musculado, gordo... Eso quizá le daba aún más morbo, no conocía su cuerpo pero su mente me tenía atrapado.

- Estoy preparado. Quiero aprender.

Tardó unos minutos en contestar. El corazón me iba a mil y por fin llegó su respuesta.

- Cuando salgas de trabajar irás al baño de la cafetería que junto a los buzones donde te mando los regalos y dejarás la llave pegada debajo del lavabo. Cuando esté avisame e iré a recogerla. Yo la guardaré por ahora para evitar tentaciones. Pronto la tendrás de vuelta.

Al leerlo me quedé paralizado un momento. Si le daba la llave estaría encerrado hasta que él quisiera. Era algo que no me esperaba. Estuve un rato pensando si hacerlo o no. Era su primera orden desde que había aceptado y no quería incumplirla pero lo que me pedía requería mucha confianza. Al final pensé que no perdía nada y que si tenía una emergencia podía romper la jaula de plástico.

Antes de salir de trabajar cogí un poco de cinta adhesiva y me dirigí a la cafetería. Seguía con el corazón a mil y no parecía relajarme. Cuando llegué pedí un café y me dirigí al baño. Miré a todas partes y la gente hacía su vida normal. Nadie era consciente de lo que iba a hacer. Pegué la llave donde dijo y le mandé un mensaje con una foto como prueba de que había cumplido. Su respuesta fue rápida.

- Buen chico. Pronto tendrás tu recompensa.

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Señor anónimo (4)

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