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A LOS PIES DE UN HETERO CABRÓN

Escrito por: siervoSM

ESTE RELATO ES TOTÁLMENTE FICTICIO, A DIFERENCIA DE MIS OTROS RELATOS.

CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES PURA CASUALIDAD.

LOS MORBOS DE UNA MENTE SUMAMENTE SUMISA COMO LA MÍA SON LO ÚNICO QUE HAY DE REAL.

Hacía tiempo que me había fijado en él. Era un tío bastante atractivo de unos treinta y cinco años, era un guaperas y él lo sabía, se le notaba la tontería, tenía una de esas caras moldeadas que no dicen nada a primera vista, como uno de esos maniquís de pasarela, era varonil eso sí, con rasgos masculinos que le darían personalidad si no fuese por su altanería.

Desde que le vi me pareció distante y algo antipático y con ese aire de superioridad que tanto me repatea. Ese tipo de persona que se crea enemistades solo con respirar.

Nos cruzábamos por la calle bastantes veces a lo largo de la semana, fui haciéndome a la idea de que era un tipo de hombre difícil de tratar, de malos modales e indiferente a los problemas ajenos, siempre por su camino y sin un atisbo de amabilidad.

De vez en cuando iba acompañado por mujeres siempre muy bien vestidas, todas ellas vistosas y con cuerpos muy perfectos por todas partes, de esos que tanto gustan a los heteros, culos apretados y bien marcados, redondos y muy llamativos y con un par de buenas tetas, las dos bien en su sitio, muy bien colocadas siempre perfectas. En esos momentos de lucimiento se le notaba henchido de vanidad, como un pavo real enseñando sus plumas.

Precisamente en esas ocasiones podría matarle.

El típico macho sobrado, reluciente, con sus trajes caros, pantalones apretados marcando paquete, y dejando adivinar sus horas en el gimnasio en sus perfectos muslos y brazos enormes, con sus zapatos brillantes, su corte de pelo, su monótona perfección ¡Cómo odiaba ese tipo de hombre prefabricado! Le veía tan artificial que me molestaba encontrármelo, me sentía saturado de él solo con verlo de lejos.

A mí que me gustan los hombres naturales, sin artificios, viriles. Ufff.

Durante un tiempo nuestros encuentros callejeros fueron continuos, nuestros horarios de ir y venir prácticamente eran los mismo. Un día de repente le eché en falta, ya hacía varios días que no le había visto, casi me alegré de no tener que verlo más. Es como saber que algo desagradable desaparece de tu vida.

Pasaron varios meses sin volver a verle, ni acordarme de él.

Hasta que un buen día, como de costumbre de la que vuelvo del trabajo, entré en el bar que hay junto a casa, aunque esta vez casi estuve a punto de seguir sin parar.

Lo encontré en la barra sentado en un taburete, nunca lo había visto en el bar. Tuve que mirarlo dos veces para convencerme de que era él. Había cambiado por completo, su pelo largo dejaba adivinar canas en sus sienes, añadiendo atractivo a su cara, su pose era relajada, vestía un chándal amplio de Adidas y a sus pies una bolsa de deporte de la misma marca, que yo supuse sería del gimnasio.

Hasta con esa ropa noté su elegante porte, su cuerpo currado, sus brazos anchos apretados por las mangas de la chaqueta de chándal, su espalda musculada se marcaba al estar apoyado en la barra y me estaba picando la curiosidad por saber del cambio tan radical en su vida, algo había nuevo en él y también en mi al verlo tan diferente. Se había bajado a ras de suelo y se comportaba sin falsedades, tal cual, eso se notaba.

Se giró de repente como si notase mi mirada recorriéndole su espalda, me sorprendió fijándome en toda su musculatura, viendo mi cara de admiración y deseo.

No pude disimular, me cazó infraganti, le sonreí con una mueca de lo siento, encogiéndome de hombros y con un levantamiento de cejas le hice comprender que me había pillado admirándole, para asombro mío él también sonrió y meneando su cabeza me hizo un gesto, dándome a entender que no pasaba nada.

Supongo que estaba más que acostumbrado. Los tíos como él arrastran nuestras miradas sin poder disimularlas y de paso nos delatan sobre nuestros gustos.

Nos separaban unos metros cuando yo me acerqué a la barra, y mientras charlaba con el camarero me coloqué en junto a él. Noté su olor a recién duchado después del gym ¡¡una pena pensé!! hubiese preferido su olor sudado, el olor de sus feromonas ganadas a golpe de ejercicio.

En ese momento me di cuenta de que había pasado de odiar a aquél tipo a admirarlo y desearlo.

Como siempre y por confianza yo tenía conversación con el camarero del bar, con el que tenía ciertos devaneos desde hace tiempo y cada vez que nuestros cuerpos nos pedían guerra; aunque casado teníamos un pacto de silencio que beneficiaba a los dos.

Como de costumbre charlamos un rato de las últimas noticias televisadas, dando pie al nuevo cliente de entrar en la charla y poco a poco haciéndose más y más asequible, llegando incluso a ser majo y simpático, cometiendo el maravilloso error de juguetear con su taburete, haciéndolo girar lentamente y de paso abrirse de piernas, entre las que se perdía mi mirada con avaricia a cada giro, como intentando hacer que su polla se diese a conocer de alguna manera.

Él me sorprendió varias veces mirandolo (yo sabía que estaba bien armado cuando lo había visto con sus ajustados pantalones). Y me sorprendía que él no dejase de estar con las piernas abiertas al verme mirarle el paquete una y otra vez, no hacía ningún movimiento que me impidiese mirárselo, más bien todo lo contrario, le estaba gustando mi reacción, me dejaba jugar con mis morbos y a él ese juego también le estaba poniendo a tono sonriéndome con malicia a cada giro de taburete, giros cada vez más controlados y mas lentos.

Mientras el camarero seguía con sus obligaciones, nosotros continuamos charlando un rato de todo un poco, mientras yo intentaba llevar la conversación a mi terreno, y aprovechando la ocasión sobre el tema del ejercicio físico y el cuidado del cuerpo, le dije con claridad que ya me había fijado en sus espaldas y piernas, y lo bien que tenía que tener el cuerpo de currárselo en el gimnasio.

Me contestó sin tapujos que se había dado cuenta de cómo mis ojos recorrían su cuerpo entero sin dejar un centímetro y descaradamente, en especial su entrepierna, y que no me preocupase ni sintiese incómodo, que le estaba gustando ese momento morboso, quizás por no habernos cortado ninguno de los dos y dejarnos llevar por la situación.

Le contesté que era evidente lo mucho que me gustaba y que no podía negarlo y eso que antes era todo lo contrario. Puntualicé sobre lo que me parecía antes de aquél día y de la idea que tenía de él, extrañándome su cambio tan radical en todo.

Sin darme detalles me dijo que la vida a veces da grandes sorpresas y hace a la gente diferente, la sorpresa la mía y muy grata por cierto le respondí. Volvió a sonreír por el piropo y me dijo que el comprendía que le atrajese físicamente pero que él no era gay ni bisexual, le gustaban las mujeres y nunca había tenido relaciones con otro hombre, ni siquiera se lo planteaba.

Le dije que esa es una enfermedad que se cura con el tiempo y con la práctica y él soltó una carcajada espontanea que resonó por todo el bar.

Esta conversación tan inocente me había puesto muy muy burro y me estaba haciendo salirme de mis casillas, hasta tener que disimular mi polla empalmada que empezaba a abultar bajo mí bragueta. Él se dio cuenta de mi calentón, mientras se abría de piernas un poco más.

Le avisé que estaba jugando con fuego y conmigo, y que si eso me lo hiciese en otro sitio ya tendría mi cabeza entre ellas dando cuenta de su rabo, el muy cabrón se estaba empalmando delante de mí con toda intención, puteándome, pasó su mano sobre su entrepierna haciendo marcar su polla debajo del chándal, me dijo que estaba muy caliente por lo inesperado de la conversación y que nunca había estado en una situación parecida, que mi espontaneidad y mi franqueza eran los culpables.

Yo le ofrecí mi casa para intimar un poco más y ponerle solución a su problema. Se volvió a reír y como cortándose por el ofrecimiento me recordó que no era lo suyo. Le dije que eso era precisamente lo que me gustaba de él, que fuese y se sintiese hetero y que no dejase de serlo nunca, aunque llegase a tener relaciones con otro hombre.

Era algo que él no alcanzaba a entender, lo que me permitió hablarle de mi forma de verlo, tocando el delicado tema sobre el sexo entre hombres, sobre todo con un macho como él, el hecho de que otro hombre se le entregase, le debiera hacer sentir más hombre que cuando poseía a una mujer, ya que se supone que eso es lo normal y tener a otro hombre entregado y hacerlo suyo eleva el ego del macho de la especie, y si a eso añadimos que yo podría ser el juguete sexual de un macho hetero, dada mi condición de sumiso, pues a lo mejor las cosas las veía de otra manera, eso le sorprendió. ¿tu sumiso? Vaya, nunca lo hubiera creído tío.

Se quedó rumiando mis palabras, como si de verdad le hiciesen pensar, y sorprendiéndome una vez más me dijo que no dejaba de tener cierto sentido lo que le acababa de decir, y más sabiéndome sumiso y pasivo. Cuando estoy con una mujer, poco queda que descubrir, las hay sumisas, eso sí, pero con un tío tiene que ser muy diferente. Se puede llegar a perder el respeto y los principios de otra manera.

Como si hubiese cambiado su razonamiento me fijé que su paquete abultaba sin tapujos y él no hacía nada por ocultarlo.

Mira, dijo en voz baja, señalándolo, me estas poniendo muy caliente cabrón y no tengo una tía con la que desahogarme hoy. Yo no podía quitar mis ojos de su entrepierna, el jodido no llevaba nada debajo del pantalón, su polla gorda se marcaba con descaro, la situación se estaba poniendo caldeada y había que solucionarlo con urgencia. Ahora había dos paquetes en pie de guerra, a punto de llamar la atención en público.

Le volví a invitar a mi casa y en esta ocasión no le parecía tan mal idea, se había puesto a mil. Me puntualizó que sería solo un juego sin más entre hombres y que no pasaría de una paja como mucho, con lo deseoso que yo estaba de un tú a tú con su polla ese trato me parecía perfecto y así se lo dije con todas las palabras y noté que hicieron su efecto al ver una mueca viciosa en sus labios. Ya me encargaría yo de que las cosas fuesen diferentes si tenía ocasión.

No podía adivinar, que aquel tiarrón, me sorprendería a mí varias veces durante el tiempo que estuvimos juntos.

Le dije que iría yo delante para no salir juntos y asintió. Me despedí del camarero que me dirigió una mirada de complicidad, con una mueca y guiñándome un ojo señaló a mi compañero adivinando la situación.

Salí del bar camino a mi casa, mirando con el rabillo del ojo para asegurarme que él me seguía, como así era. Me estaba poniendo nervioso por la situación, mientras caminaba mi cabeza iba calculando los pasos a seguir y como hacer las cosas para que mi invitado se sintiese cómodo en mi compañía y poder sacar de esta ocasión inesperada todo lo posible.

Entré en mi portal esperando que él entrase detrás, subimos en el ascensor sin mediar palabra, no quería que se sintiese incómodo, la ocasión necesitaba y merecía ir con tiento y muy despacio para no asustar al machote que tenía a mi lado.

Dentro del ascensor me di cuenta del verdadero tamaño de su cuerpo currado, me sentía pequeño junto a él, ocupaba gran parte de la cabina apoyando su espalda en el espejo, todo parecía menguar con él dentro. Joder eres un buen ejemplar de la raza humana, le dije. No me había fijado hasta ahora en el volumen de su cuerpo. mediría casi 1,90 de alto, enorme por todas partes y paquetón, no me podía creer que aquél macho estuviese a punto de entrar en mi casa, y menos aún la razón que lo llevaba hasta mis dominios.

Entramos en mi piso, yo notaba que él no se estaba cortando nada de nada por la situación, se comportaba de modo normal sin nerviosismo y natural, eso me hizo relajarme y me permitió ir poco a poco en esos delicados momentos. Le ofrecí algo de beber, aceptó una cerveza y se sentó en el sofá mientras yo iba por las birras, para después ausentarme un momento y aprovechar para ir al baño; para estar preparado para lo que pudiese suceder, me gusta tener todos los cabos bien atados.

Me senté a su lado, eché un trago a mí cerveza y después de preguntarle si estaba cómodo le dije que no se cortase conmigo en nada, que estaba en su casa. Me contestó con un ok, estoy muy a gusto en tu compañía tío y me produces confianza como persona y eso no lo consigue todo el mundo, no te preocupes, estoy bien y espero estarlo mejor, dijo con malicia. De la que venía detrás de ti, mi calentura aumentó a tope y voy a proponerte algo.

Se quitó la chaqueta del chándal quedando en camiseta, mis ojos recorrieron de nuevo su cuerpo con ansiedad. Me gusta verte así, me dijo, ahora estás como en el bar: salido, ansioso, el deseo se refleja en tú cara, eres sincero dejándote llevar. Me pone cachondo tú necesidad, tus ganas de hombre se huelen tío.

Me estás haciendo sentir cosas que no sabía que podía sentir, esa idea de ser mi juguete me atrae y me apetece tenerte dispuesto a mis caprichos; sabiéndote serio y legal, me parece que es el mejor modo de que tú y yo lleguemos a disfrutar del momento, eso de tener a otro hombre entregado a mí me gusta de veras y cada vez más, y te quiero ver como dijiste, a mis pies.

Me apetece sentirte así en estos momentos, a ver qué pasa. Creo que así me puedo mantener en mi sito como macho.

Mira estoy empalmado como un burro y todo por tu culpa. Con las tías, si alguna quiere caña, se la doy sin problema. Me gusta ser duro y autoritario, así que tengo algo de experiencia en ese tema y contigo me parece que lo puedo ser más y mejor, no tengo que guardar límites ni demostrarte nada, me parece que con estar a mí servicio ya estás satisfecho ¿no? Tampoco se pierde nada por intentarlo, si no sale bien, pues sin problema. así que te voy dejar disfrutar de mi cuerpo; me dijo con total claridad; marcando sus músculos y tensando sus brazos ¡¡Adorarlo!! Si quieres un tío hetero que te someta, este es tu momento, aprovéchalo. Seré tu amo.

Esas palabras resonaron en mí cabeza como si hubiesen activado el resorte de mis más bajos instintos, él se dio cuenta de mi sorpresa. Añadió que si quería disfrutar de su cuerpo tendría que ser con sus reglas y de la manera que él desease, y quería saber si estaba de acuerdo, yo asentí con la cabeza sin poder pronunciar un sí, casi no podía reaccionar ante su proposición, me estás dejando alucinado, le dije. Claro que acepto, él me cogió por el cuello de pronto bruscamente, y sin miramientos me dijo: maricón abre la boca, obedecí al instante y me escupió dentro de ella, dejándome sin poder reaccionar. A mí, que ya estaba de vuelta de tantas cosas.

¿Estás dispuesto a aceptarlo así? me dijo sin soltarme ¿No decías que había que ponerle remedio a este bulto que tengo entre las piernas? ¿Qué te parece? ¿Quieres ser mi juguete? Ó eso ó nada.

¡¡ Buffffffffffffff !! por supuesto acepté sin tapujos a su generoso chantaje, le dije que sería un placer poder servirle de eso modo y como él quisiera, le di las gracias por la oportunidad que me brindaba y eso pareció aumentar su ego.

Le rogué que se quitase la camiseta, que necesitaba ver su cuerpo desnudo, él aceptó sonriéndome y se la quitó. Su torso desnudo, sus brazos, imaginaba sus piernas perfectas y lo que había entre ellas.

Por supuesto estaba depilado por todas partes, aunque no es mí predilección. Aquel macho, bien podía merecer un esclavo que le adorase. Y ya lo tenía, aunque fuese por un rato.

Mi yo escondido tenía la oportunidad de darse a conocer con total claridad ante mi invitado, algo que valdría la pena festejar por todo lo alto ó más bien por todo lo largo y ancho. Acepto su proposición Sr. Le dije comenzando el juego.

Bueno pues si es así, quiero ver como adoras a tu amo, me soltó con acritud; quiero verte arrastrándote a mis pies rogándome que sea tu macho, que te use para mis desenfrenos y vicios lujuriosos, sean los que sean.

Después de dejarme claro sus intenciones, se puso en pie con los brazos cruzados en el pecho, a la vez que me señalaba el suelo dándome a entender que ese era mi sitio en aquel momento.

Él muy cabrón había hecho pleno derecho de su papel de dueño posesivo y exigente, su polla estaba tiesa bajo su pantalón, no se había desempalmado en ningún momento desde que había dejado libres sus morbos y desde que había aceptado disfrutar ese momento sin complejos, la situación le excitaba y mantenía en plena efervescencia sexual, le notaba con ganas de todo y yo no estaba dispuesto a que nada de ese todo quedase sin hacer.

Me arrodillé a sus pies instantáneamente sin pensármelo un momento, arrastrado por todo lo que estaba ocurriendo en los últimos minutos, dejándome llevar por los hechos y mi creciente deseo de poder entregarme a un hombre como él.

Su estatura se imponía desde mi nuevo punto de vista a ras de suelo, me empequeñecía haciéndome sentir poca cosa ante su cuerpo, sus zapas negras de Adidas llenaban por completo mi visión, invitándome a lamerlas con desenfreno, y dándole a entender mi sumisión las lamí con ansiedad aumentando su expectación por lo inesperado y por verme entregado al juego. Eso es algo que nunca me han hecho tío ¡¡me gusta verte así!! me dijo sorprendido. Le sentía llenarse de orgullo viéndome lamer sus pies y sabiéndome expectante ante sus deseos, entregado como estaba, lo que él desease sería mi meta, lo que él ordenase sería mi esclavitud. Y eso que aún no había pasado de sus zapas.

Mis manos buscaban sus piernas palpando cada músculo, gozando de su dureza y sus formas a través de su pantalón, agradeciéndole sus horas de gimnasio mis dedos perfilaban cada uno de ellos con fervor.

Yo esperaba que él me permitiese poder ir acercándome a su entrepierna poco a poco y como adivinando mis intenciones pisó mi cabeza y me obligó a pegarme al suelo ordenándome seguir allí hasta que él me lo permitiese.

No seas goloso cada cosa a su tiempo, ya llegarás a eso que tanto anhelas. De momento sigue en tu sitio, agacha tu cabeza y no levantes la vista del suelo, mejor aún vete a por un pañuelo ó antifaz y tráelo aquí a cuatro patas, quiero que sufras por lo que no ves hasta que me salga de los cojones maricón de mierda ¡¡vete ya!!

Mientras iba a buscar el antifaz, en mi cabeza resonaban sus palabras, sus insultos me hacían ponerme guarro y me gustaban sobremanera y más aun sabiendo que era su forma de sentirse superior y de expresar su hombría, su machismo, me gustaba el modo que él enfocaba mi necesidad de macho alfa, dejándose llevar e insultándome sin miramientos.

Volví a cuatro patas hasta situarme a sus pies sin levantar la cabeza en ningún momento y con el antifaz en la boca, se lo ofrecí y él me lo puso con una caricia en mi cabeza rapada como de premio, muy bien me dijo, perro obediente, así me gusta.

Creo que vamos por buen camino, vuelve a lamer mis zapas, bien por todos lados, se las dejé relucientes hasta la saciedad, hasta que él me ordenó arrodillarme y cogiendo mi cabeza la restregó contra su paquete que amenazaba con reventar el pantalón, al no llevar gayumbo puesto, su polla intentaba ponerse tiesa sin poder y mi cara la sentía moverse al son de la presión de un lado a otro como queriendo escapar por algún lado, saca la lengua y lame cabrón, siente que rabo tienes ante tu boca, prepárate a mamar hasta ahogarte.

Mi lengua volvió a trabajar con lujuria, buscaba su capullo sin encontrarlo, él no me dejaba tocárselo, solo podía rozar el resto de su polla que me parecía enorme al no poder verla, su volumen me tenía loco de ganas de tenerla en mi boca toda ella ó al menos lo que pudiera, porque estaba seguro que toda no podría entrar.

Abre tu boca me ordenó, ahora te dejaré jugar un poco con ella, la abrí con avidez, me rozó los labios con su capullo y me prohibió mamarla, ni siquiera lamerla un poco me dijo, si no habrá consecuencias.

No sabía en aquél momento lo que aquello significaba, sin darme cuenta mi lengua salió inconscientemente, buscándola, desobedeciéndole, de repente su mano abofeteó mi cara con ganas en los dos sentidos varias veces, haciéndome saber que esas eran las consecuencias de mi atrevimiento.

Cuidado ni la toques, si no te arrepentirás, esto es una muestra. Le pedí perdón y le di las gracias nuevamente por su trato y su lección. Muy bien, perro agradecido, muy bien.

Abre. Volví a abrir mi boca con todo el cuidado del mundo, sentí su polla nuevamente rozar mis labios, dejando adivinar un poco de su capullo, permitiéndome calcular las medidas de su grosor, tenía que abrirla por completo forzando mis mandíbulas, ni por un momento hice amago de tocarla, permaneciendo con mi boca abierta sin más, la retiró y me dijo: ¿te vas imaginando lo que tienes delante tío? Pues puedes irte preparando, porque me gusta que me la mamen, y además tardo mucho en correrme, así que tienes faena por delante. Manos atrás y empieza a mamar maricón.

Con los ojos tapados, mis manos anuladas, de rodillas y a los pies de un macho dominante, frente a su polla gorda de la que aún no había descubierto su plenitud, yo estaba tenso y excitado, respirando acelerado y ansioso.

Mi boca se preparó para el trabajo requerido, su polla entró en ella sin aviso hasta ahogarme por completo, me agarró la cabeza y me folló con ganas durante un rato haciéndome babear y produciéndome arcadas en cada ataque, mama cabrón mama ¿no querías mi polla? Pues aquí la tienes, sufre por ella, te vas a arrepentir de haberme puesto tan cachondo y salido, te vas a arrepentir de entregarte a mí y el día de hoy lo recordarás toda tu puta vida, puto cerdo de mierda.

Esas palabras brotaban de su boca a cada golpe de su polla dentro de la mía. Cada vez que empujaba le sentía más caliente y posesivo, me parecía dispuesto a hacérmelo pasar muy mal y eso me estaba animando a soportar todos sus envites e insultos, él notando mi necesidad de sometimiento de su parte aumentó su ímpetu de jugar con mi boca y con mi cara, me abofeteaba cada vez que me daban arcadas, insultándome de nuevo. Hijo de puta, degenerado de mierda, traga rabo de macho, aguanta cabrón; me decía con dureza en tono de voz.

Todo esto me estaba volviendo loco, deseaba poder verle salido como estaba, deseaba quitarme el antifaz y ver su pollón por primera vez, pero él no parecía dispuesto a ello, continuó un buen rato golpeándome con su polla en la cara y volviendo a metérmela hasta la garganta una y otra vez, hasta que le supliqué que por favor me permitiese quitarme el antifaz y me dejase ver su polla y el resto de su cuerpo.

Muy bien cerdo, creía que no lo pedirías nunca, estaba seguro que en algún momento tendrías que suplicarme. Eso me gusta, espera ahí, me desnudaré del todo y me podrás adorar como debes. Le oí descalzarse, empujó mi cabeza hacia el suelo hasta que mis narices estuvieron dentro de una de sus zapas, ahí perro, mete tus narices bien, huele el olor de mis pies, luego los lamerás como buen esclavo.

Yo no me atrevía ni a contestar, todo estaba pasando muy rápido, a cada paso me estaba sorprendiendo la reacción de aquél tío, me llevaba en volandas a mi mundo tantas veces imaginado en mis solitarias pajas, y ahora todo eso se estaba haciendo realidad, como sacado de los más bajos instintos guardados en mi cabeza.

Mientras yo olía ó más bien esnifaba con desenfreno su zapa, le oía quitarse el pantalón de chándal, lo estaba imaginando desnudo y sin estorbos. Deseosas mis manos buscaron sus pies descalzos, me dejó hacer mientras los acariciaba y los fue acercando a mí, hasta ponérmelos a la altura de su zapa, aquí tienes mis pies, lámelos con suavidad y bésalos, son los pies de tu Dios.

Realmente se había metido en su papel, había captado su nuevo roll con acierto y decisión, estaba satisfecho de sí mismo como hombre y disfrutaba al verme entregado a sus deseos.

Yo poco a poco buscaba el cuerpo de mi nuevo propietario con mis manos mientras lamía sus pies desde el principio al fin por todas partes. Él exclamó de satisfacción sintiendo mi lengua recorrerle sus pies, y asintiendo me felicitó por el gusto que eso le daba, si perro eso me gusta, lámelos bien, te veo con ganas de todo ¿eh? ¡¡Contéstame!! Si, Señor. le dije, necesito verle y acariciar su cuerpo si me lo permite.

Bien contestó, te lo estás ganando, quítate el antifaz, pero no levantes tu cabeza del suelo perro, te quiero así a mis pies de momento. Obedecí como buen siervo pegando mi cabeza al suelo entre sus pies, después de liberar mis ojos del antifaz, aunque permanecí con ellos cerrados por temor a no controlarme y recibir un castigo por desobedecerle, seguía postrado y lamiendo sus pies sin cesar.

Me dijo que ya estaba desnudo del todo, que pronto me permitiría ver y acariciar su cuerpo. pero me estaba haciendo sufrir, ese momento no llegaba, yo aún estaba vestido, no había tenido ocasión de desnudarme. Mi polla estaba aprisionada en mis pantalones, empalmado como estaba y arrodillado mis pelotas estaban a punto de explotar presas dentro de mi vaquero.

No podía esperar más, estaba a punto de todo y no me importaba el castigo, si no me permitía levantarme, podría perder los estribos y eso no me convenía.

De pronto mi cerebro de esclavo reaccionó. Por favor amo. Le suplico me permita desnudarme y poder verle, hacerle disfrutar de su poder sobre este siervo y adorar su cuerpo Sr.

Muy bien vas comprendiendo y aprendiendo con rapidez perro, ya sabes que si quieres algo de mí, tienes que suplicármelo y rogármelo, eso te puede ayudar en conseguir hacer realidad tus putos deseos de maricón necesitado de un buen macho, si sigues así quizás llegue hasta a darte por el culo y destrozártelo. Seguro que lo estas deseándolo cabrón de mierda, ¿a qué si guarro? ¡¡Contéstame!!

Sí, Sr. Desde que el primer momento que le vi en el bar deseé sentir su polla dentro de mí, violándome a saco, follándome con vicio y desenfreno, mi culo está hecho para que se lo folle de la forma que desee, mi culo es suyo amo.

Yo ya sabía de sobra que estas palabras le subían el nivel de calentura un poco más y alimentaba su fuego, y cada vez que podía añadía un poco de leña. Le estaba gustando verme humillado, suplicando por su cuerpo y su enorme polla y cuanto más le decía más vicioso se ponía. Yo estaba mentalizado a dejarle hacer lo que fuese, quería pasar a la acción de una vez por todas y atacar su cuerpo con lujuria.

Bien tío, eso ya se verá, no lo descarto; pero tienes que currártelo mucho para que te folle.

Quiero verte necesitado de verdad de mi polla para eso.

¡¡Qué fácil me lo ponía!! ¿Necesitado yo de su polla? Estaba seguro que me follaría bien follado.

Una vez me hube desnudado y casi sin atreverme a levantar la vista, me dijo: saca el cinturón de tú pantalón, lo voy a necesitar. Sus intenciones estaban claras, lo saqué y lo coloqué sobre la mesa, doblado a la mitad y colocado para comodidad de su mano, para cuando quisiese usarlo.

Yo estaba tan empalmado como él, al doblarme a colocar el cinturón, me cogió la polla por detrás con una mano y con la otra los huevos estirándolos con fuerza, a sabiendas de que yo no me quejaría de su sadismo. Aguantas bien cerdo, me parece que necesitas un buen repaso de todo y yo te lo voy a dar maricón.

¿Te gusta que te den caña? La tendrás. Ven aquí, me ordeno. Ahora puedes ver mi cuerpo entero, tienes mi permiso, puedes tocarlo, lamerlo, besarlo, acariciarlo, recorrer cada palmo de mi piel. Pero cuidado con los dientes, si me muerdes lo lamentarás de veras, es algo que no te permitiré ¿te queda claro perro?

Si amo, muy claro Sr.

Levanté la vista con libertad por primera vez desde nuestra llegada, ante mí un cuerpo perfecto, como una estatua griega, musculado y en posición de supremacía con sus enormes brazos y manos en jarras sobre sus caderas, mirándome desafiante, con su gran altura, sus bíceps, tríceps, dorsales y pectorales en modo de pose, aquellos muslos de acero, todo aquél hombre me hacía sentir minúsculo e insignificante. Y adornando el conjunto completo como colofón de la perfección una enorme polla gorda tiesa y venosa, dura como una piedra.

Mis ojos recorrían cada trozo de su cuerpo con admiración, no podía reaccionar ante aquella maravilla; me había quedado mudo, no sabía qué hacer, estaba hipnotizado.

Él se percató de mi estado y se rio, orgulloso de sí mismo. ¿te gusta lo que ves verdad? Noto en tu cara que nunca habías tenido algo así ante ti cerdo, este macho que te deja disfrutar de su cuerpo, te hare pagar caro este momento. Mama, cabrón.

De nuevo clavó en mí boca su polla sin miramientos, hasta no poder entrar más, ahogándome una y otra vez y abofeteando mi cara con rabia, mama, mama hijo de puta. Me dejó dando arcadas y babeándome mientras se reía de mí desde su pedestal.

Levántate me ordenó, tu premio por tu aguante será que puedas acariciar mi cuerpo y lamerlo, me tienes muy satisfecho con tu sumisión y te veo muy entregado a mí, vamos muy bien. Mi polla cada vez está más dura y necesitada, así que también puedes jugar con ella, pero cuidado con los que haces, recuerda tus prohibiciones. Empieza perro.

Su cuerpo se tensó aún más, haciéndose más grande, mi lengua tenía una gran tarea por delante. Lamía primero sus pezones duros con suavidad, alargando mi lamida hasta el inicio de sus axilas sudorosas, el olor a su sudor me excitaba por demás. El levantó los brazos notándolo y yo me perdí entre ellos, llenándome de su rico y salado sabor.

Así perro, me gusta mucho eso, tú sigue así, veo que te lanzas a todo, sigue, sigue, me pones muy guarro cabrón.

Yo no necesitaba que me animase mucho, mis ganas de disfrutarle me lanzaban a lamerle por todas partes, besándole cada poco, él seguía posando para mí, mis manos acariciaban cada hueco, cada vena, cada músculo. Me agarraba a aquella polla gorda con las dos manos apretándola, mamándola y lamiéndola con sumo cuidado, pasando mi lengua por sus huevos y sus ingles una y otra vez, insistiendo al notar con sus gemidos que estaba disfrutando con ello, bajé por sus piernas hasta sus pies, los lamí y besé dándole las gracias por aquellos momentos.

Si tío, claro que tienes que darme las gracias, eternamente, esto no lo olvidarás nunca, ahora por detrás, se volvió, sus brazos volvieron a sus caderas reforzando toda su espalda, sus dorsales, sus deltoides, sus trapecios, todos en perfecta comunión formaban un conjunto digno de adoración.

Los recorrí uno a uno, me apreté contra ellos, los lamí según me deslizaba por su espalda hacia sus duros y redondos glúteos, me dejó hacer hueco con mi lengua entre ellos, jugando con su ojal durante un rato, bajé hasta sus pies otra vez y volví a subir por sus fuertes piernas, me detuve de nuevo en sus glúteos besándoselos y me acorde de mi prohibición.

Al fin y al cabo, las cosas prohibidas son las que mejor saben ¿no?

Se los apreté con las manos y sabiendo su reacción mordí uno de ellos con ganas. ¡¡Hijo de puta!! Cabrón, lo hiciste a sabiendas.

Se dio la vuelta y su mano volvió a cruzar mi cara otra vez, pero en esta ocasión con mucha más fuerza, alargó su brazo y cogió el cinturón de cuero, me tiró con violencia sobre el sofá y me azotó con rabia el culo, los azotes restallaban por toda la casa uno tras otro, sus chasquidos ahogaban mis lamentos, me estaba sodomizando y eso me llenaba de placer; cada latigazo el dolor se convertía en algo sublime, otro más, y este dolía más que él anterior y me hacía gozar después del dolor inicial ¿lo querías cerdo? ¿Quieres más?,

Yo no le contesté, puse mis piernas en posición, apoyé mis brazos en el sofá y apreté los dientes y abriéndome de patas puse mi culo en pompa invitándole a seguir, él no se lo pensó ni un momento, continuó azotándome con saña, con sadismo hasta que tuve que rogarle misericordia con su esclavo, él se detuvo resoplando, acarició mi culo dolorido con sus manos, mientras me decía lo mucho que le había gustado aquello, mira como está mi polla, me la arrimó a mis nalgas frotándola contra ellas, está tiesa y dura como nunca y por tu culpa cerdo, la noté babeante, úmmm yo gemí de gusto sintiéndola moverse tan cerca de mi febril agujero.

Eso hizo que mi culo se dilatase y humedeciese por sí solo, abriéndome aún más de piernas y dejándole vía libre por si quería follárselo, él metió su polla entre mis doloridas nalgas frotándola de arriba abajo pasándola por mi culo poniéndome como una perra en celo.

Deseoso de una follada instantánea me abrí aún mas de piernas, él miró mi culo abierto, lo masajeó, jugueteó con él, vaya culo que tienes cerdo, me dijo, está bien follado ¿ehh?

Aquí entran dos como la mía ¡¡Vaya putaza que tengo delante!! ¡¡cómo te gustan los rabos grandes!! Mi culo se relajó y dilató aún más si cabía al oír sus palabras. Joder tío, como pide polla…quieres que te folle bien follado, afirmó, tienes ganas de mi tranca ¿vedad?

Si la estoy deseando amo, por favor se lo suplico, fólleme, lo tiene bien preparado para que lo haga suyo. Que puta estas hecho, maricón, rogando por tener una polla en tu culo ¡¡como la necesitas!! lo noto de sobra. Me tienes alucinado con tu vicio.

Separó mis nalgas al máximo, escupió entre ellas varias veces, repartiéndolo con su polla una y otra vez, haciéndome sufrir en el suspense, dejándola a la entrada de mí culo y metiéndola solo un poco, para volverla a sacar y volver a escupirlo otra vez, yo jadeaba de ansiedad, por favor amo, se lo suplico, por favor.

Todavía no cerdo, eso ya llegará, de momento toma medidas. Él reía a mis espaldas sabiendo lo mal que lo estaba pasando, mi polla estaba dolorida de estar empalmada de aquella forma, babeándose en su calentura y yo sin poder tocarme en ningún momento. Una tortura.

A ver, da la vuelta y abre tu puta boca, ya te dije que me gusta que me la mames bien mamada, además lo haces de puta madre y bien a fondo. Obedecí con disgusto por que mis expectativas de que me clavase su hermosa tranca se esfumaban, di la vuelta y arrodillándome me entregué a él para ser follado por la boca con todas las ganas y nuevamente a cada arcada él me cruzaba la cara sin miramientos.

Su cuerpo se tensaba marcando cada vez más sus músculos por todas partes, mis manos no paraban de recorrerle todo lo que tenían a tiro. Y de nuevo su polla hasta atrás, una nueva arcada y su mano cruzando mi cara una vez más. Así perro sufre, sufre.

El muy cabrón disfrutaba como un loco mirando entregarme a mi tarea, buafff que bien tío. Me encanta… y yo estaba seguro de que era verdad, su polla quería entrar del todo y eso era imposible, me dolía la boca con sus envites, me cogió de pronto por la garganta, me escupió la cara varias veces y me ordenó darme la vuelta, oí el cinturón volar hasta mi espalda cruzándola de parte a parte, una y otra vez, se había calentado en demasía y así me lo hizo saber.

Aguanta hijo de puta, por tu culpa estoy que reviento, perro, aguanta, me pagarás caro esto, me siento sádico por tu culpa cerdo.

Siguió azotándome, espalda y culo, el dolor me hacía ofrecerle más y más mi trasero colorado, abriéndome de piernas, sabiendo que esto le acabaría por hacer imposible el aguantarse.

Perro de mierda, mira como pides macho, tu culo está a mil y yo también.

Un último azote restalló por todas partes, el silencio se hizo de repente como por arte de magia. Después de unos segundos eternos de suspense, esperando su siguiente movimiento, me acarició el culo, volvió a escupir entre mis nalgas, embocó nuevamente su polla en mi culo y esta vez la metió hasta los cojones, sin aviso previo, sin ningún tipo de cuidado.

Su tranca entró directa, como un obús, haciéndome gritar del dolor inesperado, me sujetó por los hombros y empujó con ganas y violencia; el cabrón me estaba violando de verdad. Toma, maricón. ¿no querías esto? Toma macho, traga pollón cerdo, traga hasta el fondo.

Abre más ese culo, puta de mierda, déjame entrar bien.

Yo me relajé después de su embestida y le dejé follar con soltura, su polla entraba y salía con ganas de reventarme, llenándome, le notaba vicioso y gozando como un animal de su primera follada a otro hombre.

A cada empuje me insultaba con el primer adjetivo florido que le venía a su boca y eso me hacía sentirme repleto de satisfacción, le estaba llevando a su clímax y haciéndolo pasar por sensaciones que nunca podría tener con una mujer, placeres que solo mi sumisión de hombre le podría ofrecer, según me insultaba yo alimentaba sus morbos: ¿le gusta Señor? ¿le gusta el culo de su esclavo? Fólleselo amo, disfrútelo, es suyo, goce señor goce, deme por el culo, destrócelo.

Su excitación crecía al unísono, sacó su polla de mi culo y girando mi cabeza me folló la boca otra vez a lo bestia, cuando cansó, volvió a encularme clavándome su rabo como poseso, gritaba, me insultaba, gemía, me pegaba, cogía el cinturón y a la vez me azotaba, volvía a follarme la boca y luego el culo una y otra vez, parecía no tener nunca suficiente, durante un buen rato jugó conmigo como si fuese una piltrafa y así me sentía completo, gozando de aquél macho que estaba dándome caña por todas partes, cruzando mis brazos a mi espalda, me los cogía mientras me follaba a reventar…hijo de puta me voy a correr, me tienes a tope, voy a explotar, ten tu boca preparada.

Sus estertores y gemidos me indicaron que estaba a punto de soltar toda su lefa, y quería hacerlo en mi boca y llenármela con ella, verla salir de su enorme polla a chorro limpio.

Salió de mí y yo me volví arrodillándome y abrí mí boca, su corrida llegó hasta mi garganta, salpicó mi cara y mi pecho, chorreando y cayendo en mi polla lubricándola, yo me masturbaba como nunca por la excitación y al sentirle disfrutar de ese modo me corrí también repleto de satisfacción, su leche caliente se mezcló con la mía como colofón a una sesión desenfrenada que había surgido de la nada, quedamos los dos exhaustos, jadeando de placer, completamente satisfechos y agotados, extresados por el momento que habíamos pasado.

Él me miro y me dijo sin tapujos, cabrón que bueno, tío esto es algo que nunca pensé que llegase a hacer, dar por el culo a otro tío y disfrutar como me hiciste disfrutar desde el primer momento, verte tan entregado y feliz por estar a mí servicio y de este modo. Joder, me alegro de haberme dejado arrastrar por tus vicios, perro. Me hiciste descubrir un yo desconocido que ni por asomo hubiese llegado a aparecer.

Me cogió por la barbilla y de sopetón me besó con ganas, metiendo su lengua hasta mi garganta, morreándonos con lujuria un buen rato, esto es tu premio por hacerme sentir tan a gusto como macho y haberme dado tanto placer, por tu entrega.

Le di las gracias por todo lo que me había hecho sentir y disfrutar y por permitirme gozar de su hermoso cuerpo, todo ello arrodillado ante él, inclinando mi cabeza al decirle estas palabras. Una vez más le sentí sonreír, pasó su mano por mi rapada sesera y me dio un golpecito como aprobación. Perfecto perro, perfecto.

Le ofrecí otra cerveza, sí que me vendría bien dijo. Se sentó en el sofá relajado, esperando mi vuelta con otras dos cervezas, me arrodillé a sus pies de nuevo, se la ofrecí y mientras bebíamos los dos, nos miramos a los ojos con malicia y me dijo: bueno tío, supongo que todo esto quedará entre tú y yo, espero tu discreción, aunque me parece que no tengo que preocuparme de eso.

Por supuesto, eso garantizado le contesté. Además, si lo hiciese no creo que se repetiría este momento tan estupendo amo y tengo la esperanza que algún día quiera usted repetir, yo no le buscaré por mucho que me cueste, que me costará

Cuando tenga ganas de cambiar de aires, ya sabe dónde paro, le invitaré a una cerveza con gusto.

Me gusta que sigas con tu sumisión fuera del sexo, perro, de veras me gusta, creo que dentro de un tiempo volveré a jugar contigo como hoy, si creo que sí.

Gracias, cuando desee Sr. Me alegro de eso y de haberle hecho disfrutar, si desea darse una ducha.

El aceptó y le indiqué el baño, mientras se duchaba yo recogía un poco el revuelto salón para después ducharme también, aún tenía su corrida y la mía por mí cuerpo y no pensaba limpiarme, al poco rato con la puerta del baño abierta vi como él se secaba, yo podía admirar su cuerpo de nuevo, disfrutando de sus formas tan bien marcadas, sus músculos me hacían embobar, me quedaba nuevamente ido mirándolo.

El me vió y me hizo una seña, ven aquí perro, a cuatro patas.

Obedecí al momento, me postré a sus pies y me dijo que me metiese en la ducha arrodillado, le miré y él cogiendo su polla aún medio empalmada la dirigió a mi cuerpo empezando a mearme por todas partes, lavando la lefada de los dos.

Yo abrí mi boca invitándole a hacerlo en ella, él se sorprendió y aceptó el juego, me la llenó de su orín por completo. Traga perro; cabrón que vicio tienes, trágalo todo, lo hice con agrado, ver ese cuerpo mearme de la manera que lo hacía era un placer inesperado.

Así cerdo, para que huelas a macho, para que sepas cual es mi olor. Sí, creo que volveré a renovarte esta marca no tardando mucho, te tendré como mi juguete personal.

Quédate ahí hasta que me vaya, luego puedes ducharte, antes no. Le oí vestirse en el salón, se acercó al baño, se acicaló el pelo dejándolo desenfadado, me miró y me guiño un ojo. Perro, hasta la próxima. Tu macho se va. Nos vemos. Se agacho un poco y me escupió como despedida, adiós dijo. Gracias amo, hasta cuando desee. Me daba que lo desearía después de un tiempo de follar con tías.

Lo imaginé alejándose por el pasillo, llenándolo con sus enormes espaldas. Oí cerrarse la puerta de la calle y me quedé en silencio sentado en la ducha, como masticando todo lo que había vivido en las últimas horas, y yo que no tenía planeado pasar hoy por el bar. Cosas del destino.

Al día siguiente, después de una noche perfecta y un descanso necesario, me desperté al oír en el piso de arriba movimiento de muebles, llevaba tiempo vacío, pero suponía que lo habían alquilado de nuevo. Esperaba que fuese gente normal de las que viven y dejan vivir. Aprovechaban el finde para hacer la mudanza.

Yo salí de casa en cuanto pude, esos ajetreos me ponen nervioso, al salir por la puerta me encontré a una pareja a punto de llamar al timbre, se presentaron; eran los nuevos vecinos del piso de arriba, nos saludamos y me pidieron disculpas por la mudanza, sentimos las molestias, esperamos duren lo menos posible, no hay problemas contesté, es inevitable.

Mientras charlábamos un rato, les examinaba de arriba abajo al completo. Ella morena, pelo largo y estiloso, guapa y ojos miel, muy elegante, de ropa cómoda y moderna, parecía simpática.

Él no me lo pareció tanto, vestía ropa apretada por todas partes, pantalón de verano que marcaba paquete con ganas, mocasines combinados con su polo de marca que dejaba adivinar su dedicación al deporte, su corte de pelo marcadito y rapado con algo de tupé, sus mechas bien colocadas, sus dientes blancos remataban su sonrisa. Todo él perfecto. Desde que le vi me pareció distante y algo antipático y con un cierto aire de superioridad que tanto me repatea.

Ese tipo de persona que se crea enemistades solo con respirar. ¡¡Cómo odiaba ese tipo de hombre prefabricado!! Le veía tan artificial que me molestaba, me sentía saturado de él solo con verlo. A mí que me gustan los hombres naturales, sin artificios, viriles. Uffffff.

¡¡Vaya, volvemos a las andadas!!

A LOS PIES DE UN HETERO CABRÓN

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