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"Quen non chora non mama" IX. (por o neno traveso)

Escrito por: spankeemaduro

'O domingo por a mañan':

Regresé a casa de Peter el domingo por la mañana a la misma hora. Esta vez me aseguré de llamar al telefonillo a las 10:00 en punto de la mañana. No obstante, en el fondo sabía que mi Señor iba a buscar cualquier excusa para torturarme, y si el día anterior me había castigado por llegar demasiado temprano, esa mañana me comentó que había tocado el telefonillo demasiado tarde y que la hora que hubiese sido válida eran las 10 para tocar el timbre de la puerta de su casa. No me importó. Sabía que él tenía el derecho de castigarme aunque fuese con una excusa tan endeble.

Volví a llevar la mochila; y, esta vez, y por indicación de mi Amo, llevaba puesto el calzoncillo morado y el negro lo llevaba en la mochila. Nada más entrar por la puerta, me desabrochó mis pantalones, me bajó el calzoncillo y contempló mis nalgas que ya habían alcanzado, en algunos puntos concretos, un color morado oscuro. En el mejor de los casos, el resto de mis nalgas tenían un color morado claro a pesar de las dos friegas que yo mismo me había dado la noche anterior con el Trombocid por indicación de mi Señor.

Sin permitirme subir el calzoncillo o el pantalón, Peter me tomó de una muñeca y me llevó al salón/comedor. Al entrar en el mismo, y sobre la mesa del comedor, pude observar una vara inglesa de ratán tradicional con el mango curvo. Había visto por Internet en páginas del Reino Unido varias varas de ese tipo con distintos grosores. Aunque la vi de refilón, pude observar que era de las llamadas senior por su grosor. En ese momento, intuí lo que me esperaba. No dije nada ni exclamé nada. Sabía ya a esas alturas por el día anterior que mi dolor y mi placer irían de la mano de mi Amo.

Peter me llevó al sofá, se sentó y mi hizo acostarme boca abajo sobre sus rodillas. Contempló con satisfacción su obra del día anterior. Masajeó mis nalgas y las apretujó con sus manazas, pellizcando una vez más las partes más amoratadas. Noté debajo de mi barriguita que, cada vez que pasaba sus enormes manos sobre mis nalgas moradas, se excitaba cada vez más. Estuvo al menos 20 minutos disfrutando de su 'trabajito' del día anterior; mientras me decía de cuando en cuando frases intrascendentes que solo tenían sentido en la mente sádica de mi Señor. Frases como 'sabes que te lo merecías', 'que buen color tienen estas nalguitas', 'habrás pasado mala noche', 'te habrás acordado de mis antepasados', y otras frases sin importancia que Peter decía a modo de justificación y excitación.

Al entrar en el salón/comedor, había observado también en una esquina de una de las paredes una camilla de masaje doblada. Así como sabía que significaba para mi trasero la vara de ratán, desconocía que cometido tendría aquella camilla.

Cuando Peter terminó de masajearme las nalgas; me dijo que me levantara, que me subiese de nuevo el calzoncillo y que me subiese y abrochase el pantalón. Después me ordenó que volviese a sentarme en el sofá.

Él desplegó la camilla. Nunca había visto ese tipo de camilla; ya que tenía la posibilidad de desplegarla entera o solo la mitad. Peter solamente desplegó la mitad de la misma. Me ordenó que me levantara, me abrazó con fuerza y me dio un beso en la boca. Después me ordenó primero que me quitase por completo los pantalones; y, con los calzoncillos puestos, me ordenó que me tumbase boca abajo en la camilla. Me ayudó a colocarme de tal forma que solamente el pecho y la barriga quedaron apoyados sobre la camilla. Mi culo sobresalía por abajo y mi cabeza por arriba. Mis brazos quedaban a la altura de las patas superiores de la camilla. Colocó unas cuerdas en dichas patas plegables que ató a mis muñecas de forma cruzada. Me permitían llevar mis manos y brazos a la altura de mi boca; pero impedían de alguna forma que las pudiese llevar a la altura de mis nalgas. A continuación me quitó por completo los calzoncillos. Ató mis piernas con cinta de embalar americana a las patas inferiores de la camilla; de tal forma que mis piernas quedaron completamente inmóviles. También utilizó para atarme la cintura y la espalda un cinturón de ancho doble que se pasaba cruzado por unas ranuras que había en la camilla a la altura de mi vientre; con ello inmovilizaba mi cuerpo por la mitad. Después me colocó un antifaz que me impedía por completo la visión; y, aunque podía quitármelo con las manos, que a pesar de estar atadas tenían el suficiente movimiento para hacerlo, sabía que cualquier movimiento en ese sentido significaría para mí un par de días más sin poder sentarme directamente.

Mi Señor, Amo y Maestro no dijo nada. Notaba su presencia cerca de mí y la tortura psicológica que significaba que de vez en cuando me acariciaba mi culo dañado del día anterior, sin saber cuándo iba a impactar el primer varazo; porque lo que sí tenía claro es que iba a utilizar la vara de ratán. Pasó más de tres minutos rodeándome con su cuerpo y acariciándome el culo y también la carita con sus enormes manos. Se agachó también un par de veces a darme un beso en la boca. Pero él seguía en silencio. Yo también permanecí en silencio entregándome por entero a su voluntad.

De repente noté como mi Señor Peter se acercaba a la mesa y cogía en su mano la vara. Creí que iba a llegar el primer varazo cuando percibí que se colocaba detrás de mí en un lateral. No fue así. Mantuvo la tortura psicológica realizando movimientos con la vara como si fuese a darme pero en el aire. El zigzagueo me puso nervioso. El muy sádico se divirtió durante tres minutos más zigzagueando la vara. Incluso incrementó y prolongo mi ansiedad acercando la vara en contacto con la tela del calzoncillo de mi culo; de tal forma que sentía la presión de la vara en mis nalgas y pensaba que iba a llegar el primero de los varazos. Retiraba la vara del contacto con mi culo por encima del calzoncillo y volvía a zigzaguear en el aire el instrumento. De repente, me dijo en tono cariñoso y dulce:

-'Cariño, en breve recibirás cinco varazos pero no tienes que contarlos ni darme las gracias. Te darás cuenta que lo hago por tu bien'.

-'¡Muchísimas gracias mi Señor!', dije yo no como respuesta sino como sincero agradecimiento por el tormento que iba a recibir.

Pues dadas las gracias, el muy sádico determinó que yo deseaba el tormento y él no iba a darme ese placer ya; por lo que todavía siguió durante casi dos minutos más jugando a zigzaguear la vara y darme ligeros toques con ella sobre el calzoncillo pero sin darme todavía el primero de los varazos.

Yo ya estaba cansado de tanto juego y me relajé creyendo que todavía iba a torturarme más con los zigzagueos al aire. Peter notó que yo había relajado los músculos de mi trasero y se aprovechó de mí soltando el primero; aunque tuve unas décimas de segundo en darme cuenta de que llegaba, ya que el zigzagueo fue más intenso.

Ziiiiiuuuu...

Impactó sobre mi calzoncillo y por primera vez, siendo dicho primer varazo suave, sentí ese instrumento maravilloso que me daría mucho dolor ese día y en el futuro, pero también mucho placer, y por eso lo amo.

Cuatro varazos más impactaron sobre la tela de mi calzoncillo con distintas cadencias; que, en algún caso, fue de medio minuto. El segundo y el cuarto fueron, al igual que había sido el primero, relativamente suaves. Tercero y quinto no fueron lo mismo. Aunque yo en ese momento pensé que habían sido esos dos demasiado fuertes, lo que vendría después esa mañana y en el futuro, me hicieron comprender que aquellos, aunque no suaves, tampoco fueron para tanto. Tengo que reconocer, echando la vista atrás, que tal vez el hecho de que mis nalgas ya tenían moratones del día anterior, incrementó la sensación de dolor de todos los varazos de aquella mañana. En otras ocasiones Peter se ha esmerado más con la vara y, sin embargo, no he sentido tanto dolor al estar mi trasero sano y sin moratones ni golpes de ningún tipo; sin golpes de ningún tipo hasta que llegaron los varazos, por supuesto.

Peter me dejó descansar un minuto desde el quinto varazo. Después dejó la vara de nuevo sobre la mesa o eso intuí por el sonido. Se acercó a mí, se agachó y me volvió a besar en la boca. Después se levantó, se colocó tras de mí. Me quitó las ataduras de las piernas, Suavemente me bajó los calzoncillos y me los quitó. Me acarició durante un minuto las nalgas alternando las caricias con los pellizcos estrujándome con su manaza las zonas moradas del día anterior y las marcas, ligeras de entonces, que me habían producido los varazos sobre la tela del calzoncillo. Cuando ya determinó que tenía que volver a torturarme, me volvió a inmovilizar tobillos y piernas con las ataduras a las patas inferiores de la camilla.

Volví a sentir que Peter cogía la vara; mientras me ordenaba:

-'Esta vez jovencito vas a volver a contarlos en inglés y dar las gracias como ayer con el paddle de madera'.

El muy sádico no dejó esta vez que me preparase ni me torturó psicológicamente zigzagueando la vara en el aire; sino que el primer azote con ella sonó tan fuerte como de fuerte impactó sobre mis nalgas desnudas:

Zzzziiiuuuuu...

-'¡Aaaahhhhh!, ooonnneee tthhaannkk yyyoooouuuu Sssiiirrr...', dije yo con voz entrecortada aunque no sollozando esta vez. Ni siquiera me produjo una lágrima el primer azote con el culo desnudo. El dolor era insoportable; pero, no se el motivo, en lugar de llorar mi excitación aumentaba cuanto más intenso era el dolor.

Zzzziiiuuuuu...

-'¡Ttwwooo, ttthaankk yyyooouuu Siiiirrr!'.

El tercero, cuarto y quinto llegaron con la misma cadencia de 10 segundos en los que apenas me daba tiempo de contarlos y darle las gracias a mi Señor. Al igual que la cadencia, también la intensidad de los mismos fue similar a la del primero y del segundo.

Después mi Señor acarició leve y brevemente mis nalgas doloridas. Dejó de nuevo la vara sobre la mesa. Noté como se desabrochaba y quitaba el pantalón. Me quitó el antifaz para que pudiera ver bien su bulto hinchado que quedaba a la altura de mi cabeza, se agachó y me dio de nuevo un beso en la boca. Se levantó, se sacó su miembro del calzoncillo situándolo a la altura de mi boca. Me cogió la cabeza por el pelo e introdujo su miembro ya erecto en mi garganta. Aunque quise ser yo quien se la chupara, fue mi Amo quien me folló la garganta tirando de mi cabeza hacia atrás y hacia adelante. Estuvo así casi un minuto. Después se retiró y guardó su enorme pene dentro del calzoncillo; aunque la tela del mismo no llegó a cubrir todo su miembro erecto, sobresaliendo el glande de la goma delantera del calzoncillo.

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