Virginidad sumisa

Cuando habíamos hablado por el chat me había causado muy buena impresión. La conversación fue amena e interesante. Solamente buscaba un colega con el que poder hablar de su "lado oscuro" con libertad y de buen rollo. En principio no estaba buscando una sesión real pero sí quería quedar en persona con un dominante que le pudiera ayudar a comprender y desarrollar su faceta de sumiso que llevaba en absoluto secreto. En la mayoría de los casos las personas que buscan charla realmente están buscado excitación sexual y hacerse una paja con las fantasías que están leyendo. Pero en este caso él buscaba algo más.

El fin de semana quedamos en un bar céntrico y nos tomamos unas cervezas. Habíamos decidido que como colegas no iba a tratarme de usted, señor, ni amo. Todo natural y de buen rollo. Pero una vez comenzada la conversación noté que estaba un poco inquieto y molesto. Me aclaró que quería que habláramos de algunos temas pero que en ese lugar público y rodeado de gente no estaba cómodo. Le ofrecí ir a mi casa y tomarnos algo cómodamente en la intimidad del "hogar". Le pareció buena idea y en media hora ya estábamos cómodamente en el salón.

Comenzó a hablar de su sentimiento de sumiso, de la necesidad de sentirse dominado para conseguir la excitación sexual. El sexo tradicional, que practicaba a menudo, le resultaba aburrido y solamente conseguía satisfacción cuando alguna persona con la que follaba se mostraba mandón y controlador. De esa forma su cabeza le daba un vuelco y aumentaba su sensibilidad física y psicológica, consiguiendo correrse con un orgasmo extremadamente excitante. Es más, él quería que un dominante consiguiera sacarle su vena más sumisa y le hiciera perder el control total de su cuerpo y de su mente...

- Está bien - le dije - probemos ahora... Desnúdate y ponte de rodillas frente a mi.

- Sí, señor - me dijo...

Empezó a quitarse la camiseta mirándome de frente, sin pestañear, con un brillo en los ojos fruto de la excitación y de la sorpresa. Tenía un torso con algo de vello y marcaba algo el pecho. No era así con las abdominales pero era lo suficientemente delgado para que me estuviera gustando lo que iba viendo.

En ese momento oí como respiraba profundamente y sabiendo que tenía que quitarse los vaqueros y después la ropa interior casi se podía notar el ruido de los pensamientos que circulaban por su cabeza.

Se quedó mirándome fijamente sabiendo que si me mostraba completamente su desnudez comenzaría la pérdida de control con la que tanto había soñado.

Yo no le había dejado de mirar de la misma manera porque también me estaba excitado mucho la sensación de dominación que estaba consiguiendo con un paso tan sencillo. Le hice una seña con mi cabeza y comenzó a desabrochar la correa que sujetaba el pantalón en la cintura, soltó el botón y bajó la cremallera de la bragueta. Quedó a la vista un bulto que empapaba el tejido visible de la ropa interior. Estaba claro que lo poco que habíamos hecho hasta ahora le había excitado mucho y tenía la punta de la polla chorreando...

- Señor, qué vergüenza, he manchado el bóxer... - me dijo con la voz temblorosa y los ojos húmedos.

- Está bien, baja los ojos, mira al suelo y vacía tu mente de lo que estás pensando. A partir de este momento yo pienso por ti y te diré lo que tienes que hacer. No te preocupes de lo que pueda pasar y disfrutemos juntos.

Bajó su mirada y comenzó a bajar el pantalón hasta quedarse solamente con los bóxer blancos ajustados que mostraban cada vez más humedad en donde su polla totalmente erecta tenía el agujero del capullo.

En ese momento mientras él seguía mirando hacia sus pies desnudos, acerqué mis labios a su oído y en voz baja, casi susurrando, le dije que se pusiera de rodillas y que besara mis pies mostrando toda la sumisión que llevaba años sin mostrar. Y así lo hizo sin decir nada, obedeciendo mis órdenes, sabiendo que sus pensamientos eran míos y su cuerpo serviría a partir de ese momento para darme el placer que busco.

De nuevo acerqué mi boca a su oído y le dije: - hoy volverás a tu casa sin gayumbos. Y con una tijera corté los laterales del bóxer dejando libre la polla totalmente erecta y babeante y unos huevos prietos rodeados de un bosque velludo del que nadie había disfrutado hasta ahora tal y como lo estaba haciendo yo.

Me senté frente a él, observándole y dejando que disfrutara de ésta, su primera vez como sumiso y de todas las sensaciones tanto físicas como mentales que estaba experimentando. Su polla palpitaba al ritmo de su excitada respiración. La imagen era tan excitante como hermosa y aún la tengo guardada en la mente de forma muy clara. La pérdida de la virginidad en el aspecto de la sumisión acababa de ocurrir y de sus ojos brotaron unas lágrimas, no sé si de emoción o de humillación, pero fue la señal de que el objetivo estaba cumplido.

- Levántate, ponte los pantalones y siéntate a mi lado y sigamos charlando... Por hoy has tenido suficiente.