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COACHING - CAPITULO 0

Escrito por: Nothingale

CUANDO ESTA WEB PASÓ DE TUAMO A XTUDR, LOS RELATOS QUE HABÍA, AL PARECER, DESAPARECIERON. COMO HE ENCONTRADO UNA COPIA DE LOS QUE SUBÍ EN SU DÍA, LOS VUELVO A PUBLICAR.

Este relato es de ficción, aunque se parece mucho a lo que me gustaría experimentar con un sumiso (aquí no tiene sentido llamarlo esclavo). Aviso a los ansiosos que este prólogo no contiene morbo… El morbo empieza –y siempre dosificado- a partir del próximo capítulo.

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Todos mis alumnos recogieron sus cosas. Había acabado la última sesión del Curso de Técnicas de Estudio. Me sentía satisfecho porque todas las clases habían ido bastante bien, y los alumnos, en general, habían estado atentos y colaboradores.

-¿Tienes un momento? –oí a mi espalda minutos después, mientras desconectaba mi portátil del proyector multimedia. Me volví. Uno de los alumnos del curso estaba junto a la puerta del aula.

-Claro –respondí.

-Quería darte las gracias por el curso, y comentarte que me ha resultado muy útil. Los exámenes de septiembre que tengo en unos días los llevo mucho mejor preparados de lo que creía con todo lo que he aprendido aquí.

-Me alegro –le dije-. Oye… Miguel, ¿verdad?, si tienes un rato para un café, me gustaría que me contaras cómo has vivido el curso… es decir, cómo has ido poniendo en práctica las técnicas que os expliqué… Todo eso me resulta útil para hacer ajustes para la siguiente vez que lo imparta.

Miguel estuvo de acuerdo. Fuimos a una cafetería y allí me explicó qué partes le habían resultado más sencillas, qué técnicas más difíciles y algún aspecto que otro al que no le encontraba utilidad para sus asignaturas concretas. Después de todo aquello, seguimos hablando de su vida. Ya se habían presentado todos el primer día, pero me recordó que tenía 22 años, que estudiaba 1º de un módulo superior de FP de Integración Social, que era de un pueblo a casi una hora de camino, y que se le hacía cuesta arriba pensar en el principio del curso siguiente.

-¿Por qué? –pregunté.

-Porque soy muy inconstante. Mis padres en el pueblo nunca se han preocupado demasiado de si estudiaba o no… De hecho, cuando me dejé los estudios al acabar la ESO se encogieron de hombros y dijeron “pues bueno”… Así que estuve ayudándole a mi padre en el campo… Cuando el año pasado pedí venirme a Murcia a estudiar, otra vez “pues bueno”... Pero nunca me han animado a hacer nada, no me han insistido en estudiar…

Solté una carcajada.

-Eso es lo que la mayoría de los estudiantes querrían: unos padres que no les calentaran la cabeza.

-Sí… pero no tengo constancia, me falta disciplina, y estar en el piso de estudiantes me ayuda muy poco: los compañeros tienen menos voluntad aún, y no piensan en estudiar demasiado.

A partir de ahí surgió un interesante debate sobre su anhelo de aprovechar el tiempo, de sacar buenas notas, de preparar su futuro, y su dificultad para ser constante y disciplinado. Al final, la conclusión que sacamos era que lo más parecido a lo que iba buscando era un coach, un entrenador personal que le llevara seguimiento en sus estudios, y actitud general y no le permitiera despistarse de sus metas. Evidentemente, algo así es carísimo, especialmente cuando es para una sola persona. Le comenté que había hecho formación en Coaching, aunque nunca había tenido ocasión de ponerlo en práctica. De repente nos quedamos mirando los dos con los ojos muy abiertos.

-Creo que estamos pensando en lo mismo –le dije.

-Sí, ¿verdad? –dijo él con una sonrisa.

Nos pasamos al menos otra hora dándole vueltas al tema. Me reconoció una vez más que le había causado muy buena impresión con el Curso de Técnicas de Estudio, que confiaba en mí, y que aunque no tenía dinero para pagar el servicio, estaba dispuesto a lo que hiciera falta. Por mi parte, me apetecía mucho el reto. Yo vivía solo y mi casa, aunque no es muy grande, tiene espacio de sobra para otra persona. Después de barajar distintas opciones, convinimos en que Miguel se trasladaría a mi casa, sería mi coachee (la persona que recibe el entrenamiento). A mí me serviría como conejillo de Indias para entrenarlo. Lo que se ahorraría en gastos de piso de estudiantes me lo daría como pago simbólico por el servicio, y así me tendría a mano para el proceso.

Hablamos de sus motivaciones. Le dije que no se dejara engañar, que sería más duro de lo que parece, y que aunque mi objetivo era beneficiarlo en todo lo que pudiera, no me iba a temblar la mano a la hora de rectificar sus conductas y que iba a ser todo lo severo que fuera necesario, dependiendo de él. Miguel me miraba serio y asentía.

-Habrá momentos en los que quizás hasta te arrepientas de haber empezado esto. Y quiero que tengas claro que si te supera, si no quieres seguir, puedes recoger tus cosas y dejarlo- Miguel abrió los ojos, como asustado.

-¡No, por favor! Si acepto todo esto es porque me pongo en tus manos, porque confío en ti.

Quedamos en que se mudaría al día siguiente. Pasé con mi coche por su piso de estudiantes, cargamos sus escasas pertenencias y arranqué, en dirección a mi casa.

-Al final ha sido más fácil de lo que esperaba. De mis compañeros, uno no va a seguir estudiando, y a los otros dos les ha venido bien que me fuera porque tienen compañeros de clase que buscaban piso… Les ha extrañado esto del coaching.

Miguel me iba contando cómo estaba viviendo la situación. Cerraba un ciclo para empezar una nueva etapa, y se sentía nervioso y excitado, y decía que intuía que iba a ser muy interesante. Le expliqué que había estado pensando y matizando un poco cómo lo íbamos a hacer. Miguel insistía en que le adelantase cosas.

-No –contesté tajante-. Hay muchas cosas a las que vas a tener que acostumbrarte. Una de ellas es la paciencia. Cada cosa en su momento. Por cierto, que tenemos que irnos acostumbrando a nuestro rol. Sería conveniente que me llamases “señor”, a partir de ahora.

-Sí, señor.

Llegamos a casa. Le enseñé el que iba a ser su cuarto. Sin lujos, disponía de un armario, una cama, una mesilla, y una mesa de estudio con una silla.

-Instálate, coloca tus cosas, y luego ven al salón.

Diez minutos después Miguel vino al salón. Yo le esperaba sentado en el sofá. Me miró, sonriendo. Lo miré, serio.

-Empieza tu entrenamiento, Miguel.

-Sí, señor.

-¿Confías en mí?

-Totalmente… -y rectificó-. Totalmente, señor.

-Desnúdate.

Miguel me miró, con gesto asombrado.

CONTINUARÁ

COACHING - CAPITULO 0

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