Cuando ya había cerrado el gimnasio y estábamos solos, me empezó a pegar ostias en la sala principal, rodeada de espejos. -¡pumba! ¡pumba! ¡pumba!-, -¡Te voy a castigar por mariquita y por puta!-. Su cuerpo musculoso y de genética de atleta estaba diseñado para propinar palizas, para pegar, para dominar. El impacto de sus ostias era brutal. La expresión furiosa de su varonil cara era intimidadora y al mismo tiempo fascinante. Poseía una mandíbula muy desarrollada, cuadrada, adornada con una bonita y elegante barba de pelo negro. Era una barba muy cerrada y recortada haciendo la forma de la mandíbula. Su barba era una forma de declarar su masculinidad; él era un hombre, era un macho, frente al mariquita que era un ser inferior. Su cuerpo musculoso y su barba eran símbolos de que él pertenecía al sexo fuerte, al sexo superior. Siempre se ha dicho que los hombres que lucen barba recortada tienen un marcado sentimiento de superioridad. Creo que es cierto, pero a mí me parece fascinante. Sus ojos, muy oscuros, estaban muy escondidos debajo de las cejas, y su cuello era muy ancho, muy robusto. Todo ello acentuaba su expresión masculina. Continuó ostiándome y dirigiéndome insultos y amenazas -todo mariquita ofende a un macho ¡puta!- ¡pumba! ¡pumba! ¡pumba! El impacto de una de sus ostias fue tan fuerte que perdí el equilibrio y caí al suelo. Entonces él se quedó inmóvil, mirándome, como se mira a un despreciable gusano. Permanecía de pie, con las piernas separadas y ligeramente flexionadas, con ese gesto tan varonil. Entonces yo, arrastrándome por el suelo, me fui acercando a él, teniendo cuidado de que mi cabeza nunca estuviera por encima de la altura de sus rodillas para así mostrar mi sumisión. Cuando estaba ya a sus pies, fui alzando mi cabeza lentamente hasta situarla a la altura de su paquete. En ese momento él llevaba puesto un pequeño pantalón de tenista, blanquísimo, que contrastaba con su piel de un moreno muy intenso y que marcaba un abultado y grueso paquete genital. Nada más que ver ese grueso paquete mi ano empezó a abrirse y cerrarse como si tuviera vida propia, pidiendo polla. Con mucho cuidado, como si fuera una geisha sumisa, fui bajando la cremallera del pantalón y con increíble delicadeza saqué la descomunal polla. Él permanecía de pie, inmóvil, en esa postura tan varonil, contemplando mi vergonzante acción ¡Que polla tan suculenta! Era negra, como la polla de los machos árabes. Mi ano se abría y se cerraba, se abría y se cerraba, alocado, deseando saciar su apetito. El falo era muy grueso y largo. Cuando lo agarré mi mano parecía la de un niño al compararla con el descomunal miembro. Las pelotas eran enormes y colganderas y el cabezón desproporcionado, con un montó de requesón en el frenillo. La boca se me hacía agua. Nunca había salivado tanto al ver una polla. Me fui metiendo el cabezón en mi boca, saboreando con lujuria el abundante requesón. Succionaba como deseperado. Con mi lengua estimulaba el agujerito y el frenillo para darle el máximo placer a aquel macho, y con mi mano empecé el masaje masturbatorio. Con la otra mano acariciaba y masajeaba sus enorme huevos. Era una polla aromática y un intenso olor a macho invadió la sala. ¡Dios! ¡Que polla! El miembro y el cabezón, ya de por sí grandes, empezaron a aumentar de tamaño hasta alcanzar unas dimensiones colosales. Empecé a escuchar gruñidos de placer de Ahmed. Para mí esos gruñidos varoniles eran como música celestial. Entre esos gruñidos de macho Ahmed me dijo -¡puta! gr, gr, gr... ¡Como puedes ser tan inferior! gr, gr, gr... ¡como le puedes chupar la polla a un hombre que te ha pegado, que te ha inflado a ostias! gr, gr, gr... ¡que te ha insultado y humillado! gr, gr, gr... eres una puta y un mariquita gr, gr, gr... No eres un hombre gr, gr, gr... No deberías tener ningún derecho, ni voz ni voto gr, gr, gr... y has nacido para ser explotado y pisoteado por un macho-. Yo complemente emocionado chupaba con devoción, como enloquecido. No hay nada más maravilloso para un mariquita que chuparle la polla a un macho machista que considera con tú eres un ser inferior por ser mariquita. (Continuará)
TE VOY A CASTIGAR POR MARIQUITA - Parte 2
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