Conociendo a sus compañeros de clase – La Academia De Amos y Esclavos – CAPÍTULO 5
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Ha llegado el momento de salir a la calle, el momento de ir a La Academia de Amos y Esclavos. Álex coloca una correa en el collar de Marc, justo por debajo de la barbilla. Salen por la puerta y se encuentran en un largo corredor. Si bien es cierto que es un interior, están en la calle, en este planeta no se puede salir al exterior y todos los edificios y estructuras se encuentran conectadas entre sí mediante largos pasadizos.
Los chicos comparten calle con el resto de compañeros de su curso, de modo que estudiarán y vivirán todos juntos. Tres puertas enfrente y tres a su espalda, incluyendo la suya, seis en total. Marc, que es muy rápido con los números, hace el cálculo, doce compañeros de clase, intenta decírselo a Álex, pero la mordaza en su boca se lo impide, de hecho, a causa del intento, un hilillo transparente sale goteando de su boca y salpica la brillante camisa de fuerza que inmoviliza sus brazos.
Álex también ha hecho el cálculo, seis amos, seis compañeros, seis posibles amigos. Y seis esclavos, seis objetos. ¿Podrá usar a los otros? No le importaría ceder a Marc a cambio, al final, todos están allí para probar cosas nuevas.
La puerta frente a él se abre y aparece un chico hermoso al otro lado. Se sonríen de inmediato y el elegante muchacho le extiende la mano.
- Hola, soy Eric – dice mientras se estrechan las manos. Eric es alto, moreno y con los pómulos y la mandíbula muy bien definidos. Al igual que Álex, viste un traje de látex negro que le cubre casi todo el cuerpo. Los brazos le quedan descubiertos, el traje es de tirantes, también los pies, que desnudos, se apoyan en el suelo. Es un chico delgado, no muy musculoso, es su altura y su elegancia al moverse lo que le confieren la autoridad que desprende todo amo.
- Hola, yo soy Álex – responde observándolo de arriba abajo. Álex observa también a su esclavo, que, arrastrado por una correa en el cuello, aparece detrás de Eric. El chico, más bajito que su amo, viste unas medias de látex que le cubren todas las piernas. El torso lo lleva desnudo y las muñecas esposadas en la espalda. De constitución es todavía más delgado que su amo, se le marcan las costillas a través de la carne, se pueden contar a simple vista. La clavícula, con los brazos forzados hacia atrás, queda también completamente definida.
Álex calcula que el chico debe rondar los cincuenta quilos e imagina la facilidad con la que Eric debe manejar ese saco de huesos. Su indumentaria es bastante sencilla, una elipse de cuero atada en la nuca cubre la mitad inferior de su rostro. En su interior, Álex imagina una mordaza de bola, o un dildo. El esclavo tiene los pezones aprisionados en unas pinzas metálicas que se unen con una fina cadena metálica. Pero lo que verdaderamente impresiona es un abultado pañal que cubre los genitales del chico.
- Vaya, parece que el cerdo de tu esclavo se ha meado en el pañal – dice Álex.
- Que va tío – dice Eric – me ha suplicado que le dejase mear antes de ponérselo, le daba vergüenza que le viesen con el pañal mojado – explica – Así que le he dejado mear, y justo ahora, antes de salir acabo de mearme yo dentro de él – añade riendo.
- Creo que me vas a caer muy bien – dice Álex que se une a las risas de su nuevo compañero.
- Por cierto, no es mi esclavo, todavía no se ha ganado ese trato, de momento solo lo llamo mi juguete. Espero que los demás también os refiráis a él en ese término – Expone Eric
- Me parece genial – responde Álex y tira de la correa en su mano para que Marc empiece a andar.
- Nosotros llegamos ayer por la mañana y conocí a otro de nuestros compañeros, Víctor se llama, tiene dos esclavos a su cargo – empieza a explicar Eric mientras se pone a andar a su lado – Son gemelos, una monada. Víctor los tiene completamente doblegados, pero no te cuento más, ahora los conocerás, quedamos en que nos veríamos a la salida para ir juntos a la academia. Supongo que ya estarán esperando…
Marc camina detrás de su amo arrastrado por el cuello, le cuesta un poco seguir el ritmo con tantas restricciones en su cuerpo, además los amos distraídos en su conversación aceleran poco a poco el rito de su caminar.
Marc ha disfrutado observando al otro esclavo, el juguete de Eric, desconoce su nombre. No ha podido evitar sentir un vínculo tácito con él, una comprensión salida de sus circunstancias compartidas. Juguete, qué título más humillante. Ojalá se le hubiese ocurrido a Álex, ha pensado.
El juguete en cuestión también le ha estudiado a él, sus ojos se han parado un buen rato en su polla, observando con fascinación la jaula y el catéter. Recorriendo con la mirada el tubo hasta llegar a la bolsa, que cada vez más llena de orines, cuelga en su muslo. Sus ojos se han cruzado fugazmente un par de veces, pero ambos, por vergüenza, han desviado la mirada rápidamente.
Esclavo y juguete andan detrás de sus amos, escuchan atentos su conversación, incapacitados de participar. Álex y Eric hablan de sus vidas, empiezan a conocerse como nuevos amigos, parece que se caen bien.
Avanzan por ese pasadizo y poco a poco van atravesando los espacios comunes que Marc todavía no ha visto. Piscinas, en plural y con distintas temperaturas y tamaños. Un gran comedor, salas de descanso y recreo con futbolines, billar y muchas otras cosas, saunas, varias mazmorras con distintas ambientaciones y finalidades. Incluso atraviesan un gran jardín cubierto por una gran cúpula de cristal construida en una sola pieza, un kilómetro de diámetro. En su interior hay un río y una cascada, crecen multitud de plantas, flores y árboles, un montón de caminos y puentes recorren todo el jardín. La profusión de olores y colores es abrumadora, un deleite para sus ojos y nariz.
Atraviesan el jardín a paso ligero por el camino central y finalmente llegan a un espacioso recibidor. El suelo es de mármol negro, las paredes y columnas de mármol blanco, un espacio realmente luminoso por lo pulido del material. En uno de los laterales se encuentra Víctor, sentado en un sofá con los pies apoyados en la espalda de un esclavo. A su vez, charla animadamente con otro esclavo en una conversación que parece divertir a ambos.
- ¡Venga, va! - Daros prisa que los demás ya han salido, sois los últimos – grita Víctor mientras se levanta. Al mismo tiempo, ordena a los dos esclavos ponerse en pie, recupera una mordaza con una bola de silicona negra que había en el sofá y se la coloca al chico con el que estaba ablando.
- Tardabais tanto que he tenido que ponerme cómodo – explica cuando Álex y Eric ya están a su lado – Llevo más de veinte minutos esperándote – le reprocha a Eric, que es con quien había quedado – Me aburría tanto que he tenido que quitarle la mordaza a uno de mis chicos para charlar con alguien.
Marc observa a los dos esclavos, tienen el cuerpo completamente cubierto de látex. Un traje negro y brillante, sin ningún adorno. Igual que él, también tienen los genitales saliendo por un agujero y sus pollas en castidad. El esclavo que estaba a cuatro patas lleva una jaula de color rosa, el otro la lleva de metal, la única diferencia entre ambos. Marc recuerda que los chicos debajo de esa suave vestimenta son gemelos y supone que esa diferencia de color en las jaulas es a breve, para poder diferenciarlos.
No son muy altos, de hecho, son los más bajitos en todo el recibidor, pero sus abdominales se deslumbran majestuosos a través del látex. Sus brazos, que finalizan con unas muñequeras que no se encuentran unidas, también exponen fuertes músculos. Es una pena que sus rostros estén cubiertos bajo el mismo látex del traje, que se prolonga para cubrirlos por completo. Solo puede disfrutar de sus labios rojizos que húmedos, envuelven la bola de silicona negra que amordaza sus bocas. Pero con esos abdominales y esos labios imagina que sus caras serán preciosas.
- Oye, tu esclavo se está comiendo con los ojos a los míos y yo todavía no sé ni cómo te llamas – dice Víctor.
Marc agacha la cabeza de inmediato y muerto de vergüenza fija los ojos en el suelo.
- ¿Es eso cierto? – pregunta Álex girándose hacia él. Con una mano le levanta la cara por la barbilla y le obliga a mirarle a los ojos – En serio Marc, contrólate un poco, si miras que no te pillen – dice Álex y le da una palmadita en los huevos.
No muy fuerte, pero suficiente para estremecerlo, Marc doblega su cuerpo por la sorpresa del dolor, los codos dentro de la camisa de fuerza se le clavan en el abdomen. El gancho que lleva en el culo lo penetra hasta el fondo. Humillado y avergonzado, se esfuerza por recuperar rápidamente la postura y decide clavar su mirada en el suelo. No quiere avergonzar más a su compañero.
- Disculpa a Marc, a mi esclavo quiero decir. Yo me llamo Álex – dice extendiéndole la mano a Víctor.
- Yo soy Víctor, y estos dos son Ivo y Lucas – dice mientras le estrecha la mano, no especifica cuál es cuál – Supongo que Eric ya te habrá explicado que son gemelos…
- Si algo me ha comentado - responde Álex sonriendo
- No me sorprende, ayer estaba fascinado con el tema, más incluso que tu esclavo
- No lo voy a negar – Dice Eric sonriendo – Y aún lo sigo…
- ¿Te ha contado también lo de que al suyo lo llama su juguetito? – pregunta Víctor mientras une una correa a los cuellos de cada uno de sus esclavos.
- Mi juguete – replica Eric – Sin diminutivos, y sí, ya se lo he dicho
- Cierto, me lo ha dicho, pero no su nombre…
- Se llama Felipe – dice Eric – pensaba que te lo había dicho… - Felipe levanta la cabeza y mira a Álex, sus ojos se encuentran en un silencioso saludo, una presentación sin palabras. Inmovilizado, es todo el discurso de bienvenida que puede ofrecer.
- Bueno. ¿Qué? ¿Nos Vamos? – apremia Víctor - Los demás ya deben haber llegado y no quiero que empiecen a divertirse sin nosotros.
- Vamos – dice Álex tirando de la correa de Marc
- Arreando – dice Eric
- ¡IRIS! Ponnos un autobús para ir a la academia, qué ya vamos tarde – Solicita Víctor
- Buena idea – Le felicita Eric
El vehículo se encuentra ya en la calle cuando atraviesan la puerta que separa su recinto privado del resto del mundo. Se trata de un autobús metálico pintado de negro, cuya superficie destella con tonos púrpuras bajo los rayos de luz filtrados por el techo de cristal que cubre las calles. Flota en el aire, no tiene ruedas. En cuanto se acercan, silenciosamente se abre una puerta en el lateral y una rampa se extiende hasta el suelo para ayudar a los pasajeros a superar los treinta centímetros de desnivel.
Marc comprueba que es muy parecido a los autobuses que había en el mundo donde él y Álex se criaron. Una pared de reja convierte la parte trasera del espacio en una gran jaula donde los esclavos suelen viajar. A la derecha, cómodos asientos de cuero se alinean y ofrecen a sus ocupantes una vista hacia la izquierda. Allí, una larga barra metálica atraviesa el techo y da a los amos la posibilidad de colgar a sus esclavos y observar como se balancean durante el viaje. ¿Cuál será su destino?, se pregunta Marc.
- ¿Qué hacemos con los chicos? - Pregunta Eric que ha sido el último en entrar
- Al fondo, que tenemos prisa – contesta Víctor, que poco a poco está adquiriendo cierta autoridad sobre el grupo. Álex piensa que tiene que hacer algo para recuperar un poco el control, pero no tiene muy claro el qué.
Los cuatro sumisos son conducidos por sus amos hasta la jaula, viajarán de pie.
- ¡IRIS! Estos chicos tienen mucho espacio, ¿no crees? – pregunta Álex – yo creo que con medio metro van sobrados
Automáticamente la pared de la verja empieza a desplazarse y a reducir el espacio. Marc y los demás pegan la espalda a la parte trasera del vehículo mientras observan la verja avanzar hacia ellos. En pocos segundos la amplitud que antes era de cuatro metros se reduce considerablemente. Satisfechos, Álex, Eric y Víctor se dirigen a las tres butacas que ocupan el resto del espacio y se recuestan en ellas. Entonces el autobús se pone en marcha con una suave aceleración y el más absoluto de los silencios.
Álex observa el paisaje en silencio, al igual que sus compañeros, está algo nervioso por el primer día, pero nunca lo reconocerá en alto.
- ¿Chicos, que hacéis tan parados? Deberíais estar conociéndoos un poco, sois compañeros, estoy seguro de que vais a terminar siendo buenos amigos… - dice Álex
Los cuatro chicos intercambian rápidas miradas dentro de la jaula, todos amordazados. Lo único que pueden hacer por conocerse un poco es tocarse unos a otros. Tras ese velado consentimiento por parte de Álex no lo dudan.
Marc en su chaqueta de fuerza, Felipe con las manos esposadas a la espalda, los gemelos son los únicos que tienen las manos libres y toman la iniciativa. El viaje no dura más de cinco minutos, pero en su transcurso Ivo y Lukas se turnan para examinar, palpar y rozarse con los otros.
Marc lo disfruta, las manos de sus compañeros recorren todo su cuerpo. Ambos gemelos sienten cierta curiosidad por el catéter que sobresale de su jaula de castidad y tiran un poco de él, hasta observar la incomodidad en sus ojos. Le tocan los muslos, el pecho, el cuello, le abrazan, le sujetan la cara, le miran a los ojos.
Marc se siente increíblemente frustrado, no puede devolver ninguno de esos gestos. Su intento de erección pelea con la jaula de castidad. Los brazos luchan inútilmente por librarse de su captura. Atrapado en su prisión privada, con el corazón a mil y la presión en su pecho, Marc experimenta el deseo en su forma más pura.
Desearía tener manos para levantar la máscara de látex que cubre el rostro de los gemelos y observar esas caras que, tan preciosas, imagina. ¿Serán rubios o morenos? Desearía poder hablarles y besarles sus labios y sus cuellos. Pero incapaz, simplemente puede disfrutar del contacto que le proporcionan y conocerlos a través de él.
Finalmente, llegan a su destino, un edificio indescriptible por su belleza, La Academia. Tras abandonar su transporte atraviesan una gran plaza sembrada de cepos, cruces y potros distribuidos sin mucho sentido mientras se acercan a las puertas de la edificación.
- ¿Alumnos de primero? – Pregunta sin mucha emoción un esclavo/dron que atiende en la recepción.
Los amos contestan varias preguntas y rellenan un par de papeles. Marc, Felipe, Ivo y Lucas permanecen impasibles, ninguna de esas preguntas va dirigidas a ellos. Pues dentro de ese recinto ya no son dueños de sus derechos.
El interior no tiene desperdicio, esos pasadizos y las pocas puertas entreabiertas que dejan ver el interior de algunas de las salas. Marc se excita con el recorrido, es aterrador pensar que esa es su nueva escuela. Allí pasará los próximos dos años de su vida, como mínimo. De lunes a viernes todas las mañanas sin descanso alguno.
El camino exacto se manifiesta delante de ellos con una luz roja que se proyecta en el suelo y se prolonga a medida que avanzan. Marc no es el único que tiene la sensación de andar en círculos y de haber pasado más de una vez por el mismo sitio. Eric y Víctor protestan sobre el tema y en su mente Marc les da la razón, el recorrido se le está haciendo eterno, pero finalmente la luz se detiene frente una puerta cerrada.
Álex, y en consecuencia él, que va atado del cuello, se han avanzado al resto y son los primeros en atravesar la puerta. La imagen es impactante, pero ni por asomo tan malo como todos los posibles escenarios que Marc había imaginado. Seis butacas de cuero negro colocadas en círculo en el centro de la sala. Donde esperarías encontrar una mesa, un artefacto hexagonal de cristal. Su interior, dividido en triángulos, contiene ya a tres esclavos encerrados. Todo el conjunto gira sobre sí mismo, de modo que funciona como un expositor donde los esclavos pueden ser contenidos y observados.
Conociendo a sus compañeros de clase – La Academia De Amos y Esclavos – CAPÍTULO 5
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