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Propinas III

Escrito por: BarbitaRelato

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Cuando salí por la otra puerta completamente lefado y meado Álvaro estaba allí. Me miró de arriba a abajo con una gran sonrisa de satisfacción.

-Qué cabrón…-dijo sin dejar de sonreír. Seguía con gran parte de la cara y la barba llena de lefa y la camiseta meada se me pegaba al cuerpo y se transparentaba dejando ver mi abdomen y pecho peludos.

-Veo que mi colega Héctor no solo ha decidido salir del glory hole sino que también te ha marcado. ¿Sabes lo que eso significa?- preguntó sin dejar de sonreír.

-No, jefe.- Respondí.

-¿Te ha dicho algo más?-

-Ha dicho un par de veces que voy a ser suyo.- Contesté sintiendo como mi rabo se endurecía de nuevo. Álvaro movió la cabeza sin dejar de sonreír esta vez con más morbo y se acercó a mí.

-¿Te has corrido?- dijo agarrando con fuerza mi rabo duro a través del pantalón.

-No jefe, no me corro si mi amo no me lo ordena.- Expliqué sumiso.

-Yo soy tu amo mientras Carlos esté ausente ¿recuerdas?- dijo meneando mi rabo con fuerza.-¿Quieres correrte?-

-Si mi amo lo ordena.- Repetí más sumiso todavía. Álvaro sonrió y siguió pajeándome durante varios segundos más. Sentía su mano firme masturbándome, sentía el roce con la ropa interior y el pantalón. Me miraba a los ojos intimidante, asentía y sonreía cuando gemía y siguió sobándome hasta que empecé a respoplar y gemir con más intensidad. Ahí fue cuando soltó mi rabo duro y me puso la mano a la altura de la boca.

-Lame, perro-ordenó. Lamí su mano y sus dedos como si fuese su polla limpiendo los restos de la meada de Héctor que tenía al haberme pajeado.

-Hoy no te vas a correr-dijo sonriendo dándole una manotada a mi rabo duro sobre el pantaón.

-Puedes estar satisfecho con que el cabrón de Héctor te haya marcado. En esa puerta hay una ducha y ropa. Aséate y vuelve a la barra que todavía queda noche.- Mi jefe se giró y se marchó en dirección al local. Desapareció tras la puerta. Pude escuchar la música a lo lejos pero cuando cerró todo volvió a quedar en silencio así que me dirigí hacia la ducha lefado, meado (marcado según Álvaro) y con la polla tiesa y latente.

No tardé mucho en volver a salir pero mientras me aseaba pude reflexionar sobre lo que había pasado. En menos de una semana me había comido las pollas de dos machos maduritos y cabrones y mi amo Carlos estaba de acuerdo. Siempre que me había compartido había estado presente y siempre era él quien llevaba el mando. Era la primera vez que otros tíos me usaban estando yo solo y aunque complacer a otros es una gran satisfacción como sumiso necesitaba satisfacer a mi amo Carlos. Tampoco sabía que quería decir Álvaro con lo de que Héctor me había marcado pero si no me dan la posibilidad no debo preguntar.

Ni el resto de esa noche ni la siguiente tuve opción de ganarme propinas así que tenía que esperar al viernes siguiente. Esa era la segunda semana que mi amo Carlos estaba fuera así que todavía faltaban unos dias para su regreso. Aún estando de ruta él seguía estando muy presente y me escribía todos los días.

-¿Álvaro te ha tratado bien?- escribió haciendo gala de su lado protector.

-Sí amo, gracias por dejarme en buenas manos.- Respondí. No me preguntó nada más sobre el trabajo y yo no le contaba si él no me preguntaba. Lo que sí hacía era darme órdenes que tenía que cumplir lo antes posible o servirle a través de videollamada. Y esa noche fue una de esas noches.

Antes de eso, esa mañana, me ordenó ponerme uno de los muchos suspensorios que tenía y por supuesto le envié una foto a cuatro patas. Preparé la cámara, me puse en el suelo, separé un poco mis nalgas peludas y arqueé la espalda. Después de esa le mandé una foto desde arriba, mirando a cámara, suplicando por satisfacerle como si su imponente figura estuviese delante de mi. Más tarde, aprovechando que había salido a hacer unas compras me ordenó grabar una meada en un urinario público. También que meara en los unirarios de pared con el pantalón medio bajado mostrando parte del suspensorio para que otros tios se quedaran mirando. El solo hecho de obedecerle hacía que la polla se me pusiese muy dura pero no me pajeaba si él no me lo ordenaba.

El resto del día no me pidió nada más porque tenía que conducir pero esa noche, en cuanto paró a descansar me ordenó que nos viesemos por videollamada así que prepare mi ordenador. No era la primera vez que lo hacíamos, es más, estando de ruta era muy aficionado a usarme por webcam, hacer algún grupo de machos o incluso prestarme a otros. Aun así sentía nervios. Dí un salto cuando escuché el tono de la llamada; sentí mi polla latir. Acepté la llamada. Al principio solo yo tenía puesta la cámara; tenía que ganarme poder verle y como teníamos acordado, saludé.

-Buenas noches amo Carlos, su perro esta listo para obedecer y satisfacerle.

-Buenas noches perro. Déjame verte.- Ordenó. Me levanté de la silla y la aparté; sabía que no la iba a necesitar. Me alejé lo suficiente para que me viese entero. Llevaba puesto el suspensorio.

-Que ganas de usarte, perro.- Dijo morboso. Hizo un gesto con su mano para que me girara y así lo hice. Culazo al aire con el suspensorio.

-Ahora mismo te azotaba, perra.- Dijo haciendo un gesto de azote con su mano.

-Ponte de rodillas y gatea dándome culazo.-Obedecí y me puse a cuatro patas. Gateé por la zona de vez en cuando poniendo culo en la cámara, separando las nalgas con las manos mostrando mi ojete peludo y arqueando la espalda.

-Cuando vuelva te voy a pegar una follada y una preñada que vas a temblar, puta.- Dijo severo.

-Quiero un dildo. Ya.- Gateando fuí y abrí uno de los cajones. Saqué un dildo que se asemejaba en tamaño a su polla. Medía 18 cm y su grosor me obligaba a abrir más la boca una vez la tenía toda dentro. Dio el visto bueno.

-Métete dos dedos en la boca.- me ordenó. Junté dos dedos y empecé a lamerlos unos segundos para después metérmelos en la boca.

-Traga.- Obedecí. Empecé a tragarme los dos dedos notando como la saliva se iba acumulando en mi boca.

-Tres- Ordenó. Y metí tres dedos. Los mamé como si fuesen su rabazo. Los saqué de mi boca, me golpeé con ellos la lengua húmeda. Después me golpeé la mejilla y acaricié mis labios con ellos.

-Cuatro, puta.- Abrí más la boca e introducí un cuarto dedo.

-Te gusta tragar, eh perro. Eres una zorra tragona.-

-Si amo, dije con la boca llena de dedos como a el le gustaba.-

-Fóllate la boca- ordenó.-Y no pares.- Empecé a meter y sacar los dedos en mi boca cada vez más rápido. Sin que me lo ordenase empecé a gemir, sabía que le gustaba escucharme gemir. También que le mirase a la cara con la boca llena así que miré directamente hacia la cámara imaginando su mirada.

-Abre más los ojos.- Obedecí. Abrí los ojos sin dejar de gemir ni de follarme la boca.

-Más duro perro.- Aumenté la intensidad de la follada, me los metí más adentro hasta sentir arcadas pero no dejé de mirar a cámara ahora con los ojos llorosos.

-Babea para mí, perro.- dijo entonces. Me saqué los cuatro dedos de la boca y deje escurrir la saliva acumulada.

-Restrégatela por la cara.- Sin desperdiciar nada de la saliva, la cogí con la palma de mi mano y me la repartí por la barba y la cara.

-Buen chico- dijo. Y justo en ese momento me premió activando su cámara. Todavía no me había ganado poder verle la cara pero la imagen que ví en seguida me hizo sentir mucho más entregado, sumiso y obediente.

Solo se le veía el torso y en seguida recordé el olor que desprendía. Carlos era un hombre grande y muy bien cuidado. Su vientre cuadrado, duro, sobresalía; y su pecho, también duro y trabajado creaba un hueco en medio en el que adoraba meter mi cara cuando me obligaba a comerle los pezones. Todo ello cubierto de vello lo que lo hacía más irresistible. Sus brazos también eran enormes y fuertes, las venas se le marcaban en seguida y no podía decidir qué me ponía más perra si lamer sus bíceps cuando los tensaba o perderme en sus sobacos. De momento no veía nada más, además de ganarme poder verle la cara también tenía que ganarme poder verle la polla pero sabía que la tenía dura desde el primer segundo.

Mi amo Carlos me saludó con la mano. Con la cara llena de la saliva que había producido al lamerme los dedos sonreí y saqué la lengua.

-Coge el dildo, ponlo delante de la cámara y mama como si fuese mi rabo.- Dicho y hecho lo coloqué de manera que se viese como si tuviese un rabo delante y empecé a lamerlo desde la base hasta la punta varias veces. Levantaba la mirada sumiso y complaciente de vez en cuando y cuando me la tragaba, gemía. De cuando en cuando podía ver como mi amo movía sus enormes brazos pajeándose, bufaba y resoplaba, recogía su precum, lo llevaba a su boca para ensalivarse más y volvía. Si estuviésemos juntos en ese momento sería cuando me besaría con fuerza mezclando nuestros fluídos.

-Eres un puto perro mamón- decía entre bufidos y gemidos. Yo asentía con el dildo entero en la boca. Abría más para abarcar más, me daban arcadas pero Carlos no me ordenaba dejar de tragar hasta que no se me saltaban las lágrimas. Y cada vez que sacaba el dildo de mi boca, la saliva caía, y cada vez que la saliva caía, la recogía y me la restregaba por la cara.

No necesitaba una polla de verdad. Servir a mi amo Carlos me hacía sentir pleno. Estaba tan perro que sin pensarlo me llevé la mano a la polla. Entonces mi amo Carlos se inclinó a la cámara pudiendo ver su boca y su barba.

-No te he ordenado tocarte el rabo, perro.- Dijo severo levantando la voz.

-Lo siento, señor.-Me disculpé llevando mis manos a la espalda.

-Date una hostia, perro.- Ordenó. Acerqué mi mano a la cara, cogó impulso y me di una hostia en la mejilla.

-Otra.- Repetí el movimiento, mirando a la cámara después del colpe.

-Más fuerte, joder.- ordenó acercando de nuevo su boca a la cámara así que separé más la mano de mi cara y me solté una buena hostia. Miré a cámara, jadeando.

-Buen perro. Que no se vuelva a repetir. No te tocas si no te lo ordeno.-

-Sí, amo. Lo siento.- Me disculpé de nuevo sumiso. Entonces Carlos levantó su cámara. Me recibió con una sonrisa viciosa, levantando sus cejas resoplando. Sabía que estaba muy caliente.

Tenía el pelo oscuro aunque ya se le veían algunas canas. Corto pero bien peinado y con una barba perfectamente cerrada y cuidada. Pude ver algún resto de saliva que me hubiese gustado poder limpiar. Sin dejar de sonreir con vicio levantó un brazo, apretó, y empezó a lamer su bíceps y su sobaco. Yo hice lo mismo con el mío. De vez en cuando nuestras miradas se encontraban, y lamíamos con más vicio, gimiendo, lanzando lametones al aire como si nos estuvíesemos besando apasionadamente.

-Quiero que tragues rabo hasta que me corra, perro- dijo antes de echarse hacia atrás y mostrarme su polla tiesa, húmeda, latente. Volví a mi posición de antes y empecé a mamar y a tragar sin parar, él bufaba, resoplaba y me llamaba perra y zorra. Yo me llenaba la boca de dildo y de saliva que caía por mis labios y luego recogía para restregármela por la cara. Gemía con la boca llena, sentía las arcadas y los ojos llorosos a la vez que sentía sus bufidos y gemidos. De vez en cuando paraba y soltaba un buen lapo sobre su rabo antes de volver a pajearse. Yo hacía lo mismo con el dildo. Parecía que el movimiento de su mano y el tragar de mi boca se habían sincronizado.

-Abre la poca perra.- consiguió decir entre bufidos un poco después. -Joderrrrr- gimió antes de empezar a soltar lefa.

Un primer chorro potente seguido de varios más cayeron sobre su pecho peludo; la saliva caía por la punta del dildo y por mi barba. Carlos siguió bufando y con espasmos hasta que se relajó un poco, recobrando el aliento. Cualquiera que me viese con la cara y la barba cubierta de saliva pensaría que había sido una buena lefada de verdad. Empezó a jugar con la lefa de su pecho, la recogió con sus dedos y los acercó a la cámara. Lancé lametones al aire como si los estuviese limpiando. Lo deseaba. Entonces se los llevó a su boca. Repitió el proceso antes de acercarse a la cámara y mostarme su lefa en la boca sacando la lengua. Estando juntos nos hubiésemos besado con vicio. Se echó hacia atrás, se reclinó en su silla y bufó.

-Buen perraco.- Dijo sonriendo.

-Es un placer, amo.- Respondí todavía de rodillas.

-Ponte de pié; manos atrás.- ordenó. Me levanté mostrándole mi polla durísima tensando la parte delantera del suspensorio.

-Sabes que no te vas a correr ¿verdad, perro?-preguntó con una sonrisa cabrona.

-Lo sé, amo. Solo si usted me lo ordena.-

-Hoy no.- dijo.-Puedes retirarte.-

-Buenas noches, amo. Ha sido un placer servirle.

-Buenas noches, zorra.- dijo antes de desconectar la llamada. Suspiré para recobrar también el aliento y fui a limpiarme. Seguía teniendo la polla muy tiesa pero no iba a tocarme ni mucho menos a correrme así que en seguida me acosté con un sentimiento de plenitud al haber servido a mi amo solo superado por la plenitud que siento cuando me usa sin cámaras de por medio.

Propinas III

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