II PARTE DE LA SERIE HUMILLADO Y DOMESTICAOD
El trayecto en coche duró muchísimo, o al menos a mí se me hizo terriblemente largo, pero aun equivocándome en el tiempo sobrepasó la hora de duración.
Aparcó dentro de un recinto cerrado, quizá un garaje o un taller. Abrió por fin el maletero donde yo seguía totalmente imposible de librarme de las esposas, la mordaza y la capucha, que seguían inalterables, y por primera vez, al quitarme los grilletes que unían manos y tobillos, pude estirar las piernas desde hacia mucho rato.
Sin miramientos me sacó del maletero.
-“Baja, cerda asquerosa” - me espetó.
Puso los pies en el suelo, y con los tobillos atados me desplacé andando como un pingüino todo el recorrido que el Amo me ordenó. Iba yo terriblemente lento.
-"Los caracoles van más rápidos que tú. Más rápido, cucaracha – y yo anduve lo más rápido que pude.
Debió de ser unos treinta metros después, todo una línea recta y apenas tres giros por un espacio de aire angosto, que me ordenó parar.
-“de rodillas, ponte de rodillas ya”- y mientras iba bajando perdí el equilibrio, porque llegó un punto en que era imposible doblarme más. Caí de costado, y el Amo de inmediato me recriminó.
- “puto inútil, ¿qué coño haces? Levántate, cucaracha. Te he dicho de rodillas”.
Con esfuerzo, por estar esposado de pies y manos, logré obedecer.
Ya de rodillas, me quitó la capucha, la mordaza de cinta, y por fin pude ver. Me encontraba dentro de una sala pequeña, tres metros de largo y ancho y alto, cuadrado, con hierros en paredes y techos, en lo que era una lúgubre celda, sin ventanas, y con puerta de hierro y madera reforzada. Me asusté muchísimo, porque el secuestro iba en serio, aunque también estaba locamente excitado, pero el cinturón de castidad me impedía erección.
- “por favor, por favor” – supliqué sollozante – “quiero irme a mi casa” – rogué de rodillas, en voz trémula y llorosa, y mirando al suelo.
- “aah” – dijo - "la puta zorra viciosa tiene miedo y quiere irse a casa, ¿verdad que sí?”
Yo me quedé callado.
-“ Responde, imbécil”
- “Sí, Amo, quiero irme a mi casa” – repetí de nuevo.
- “¿y en el foro qué? ¿qué escribes en el foro, so guarra? ¿Verdad que pones que te secuestren? ¿qué te aten? ¿Pones eso o no, cerda de mierda?”.
- “Sí Amo” – respondí – “escribo eso, Amo”:
- “Maldita basura. Las furcias como tú hay que educarlas. No importas nada, no eres nada. Eres mierda. Escoria. ¿Tengo razón?”.
- “Sí Amo, tiene razón Amo”.
Al instante me dijo que me olvidara de soltarme.
- “si rechistas te amordazo. Si protestas te amordazo. Y si me tocas los huevos y te pones tonto te dejo días aquí abandonado. ¿Te ha quedado claro, idiota?”.
- “sí, Amo” – dije llorando.
- “Me encanta que llores. Me la pone durísima. Llora, sabandija monstruosa”.
Me quedé callado.
- “a partir de ahora no tienes permiso para hablar. No quiero oír tu voz. Ni una palabra. Callado. En silencio. Obedece, y te daré agua y pan. Si te quejas o protestas te quedas sin comida y sin agua, ¿lo has oído, babosa apestosa?”.
- "Sí Amo”.
- “abre la boca”- me dijo mientras se desabrochaba los pantalones - “me la vas a chupar, y como me la chupes mal te voy a colgar boca abajo como un jamón toda la noche, ¿lo entiendeS? Y si me muerdes o intentas algo, de aquí no saldrás jamás, ¿entendido?”.
- “sí Amo”.
Me puso la polla en la boca, y yo me empleé con cariño, mamando el glande y el tronco como quien disfruta de un helado.
- "sigue, puta, sigue”.
Empujaba el Amo con sus manos hacia delante, de tal manera que su polla se imantenía intacta y sin salida de mi boca. Yo babeaba producto de las embestidas y del rabo en mi boca sin descanso, y con la lengua le tocaba el frenillo, por delante y por debajo.
- “sigue, sigue, sigue”.
Al cuarto “sigue” el Amo estalló y se corrió. Se abrochó las pantalones, y me recordó lo que soy.
- “La has mamado muy bien, pero eres una mierda en mayúsculas. Un puto idiota. Un pajillero cerdo y repugnante, que ahora no puede jugar ni con su polla. Eres un fracasado. Un puto gilipollas. Me das asco. Y tú también te das asco. Dilo. Di que eres asqueroso. Repítelo”.
- “Sí, Amo. Doy asco, tiene razón, Amo”.
- “¿qué más, que más eres?"
- “un gilipollas, una cerda de mierda, un desecho, Amo. Soy un desecho y un idiota, Amo”.
- "no lo olvides ningún día. y pide perdón por lo que eres”.
- “perdón, Amo, le pido mil perdones de verdad, Amo” – dije ya llorando.
- “Yo te convertiré en algo mínimamente decente, en algo útil, en mi basura de sumiso, y me vas a dar gracias, ¿verdad?”
- “sí, Amo, gracias de corazón, Amo”
- “¿voy a perder el tiempo contigo? ¿Me arrepentiré?”.
-“no Amo, no va a perder tiempo conmigo, se lo prometo Amo”.
- “Bien, aquí te quedas, ahora eres mío y no quiero oírte ni una queja. Olvídate de salir y de escapar. Será tu perdición, ¿lo tienes claro?”.
- “sí, Amo”.
Se apartó. Cerró la luz, cerró la puerta, oí la ganzúa y los candados y cerrojos. Se hizo la oscuridad total, y sin reloj y sin saber nada me tumbé allí, desnudo, esposado de pies y manos, con el cinturón de castidad puesto, sin llave de nada, esperando el regreso del Amo cuando quisiera.
humillado y deshumanizado y domesticado II PARTE
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