El pene de Jorge latía con excitación dentro del culo de Álex. Podía notar perfectamente cómo una pared firme y elástica lo abrazaba y sentía el calor de las entrañas de su esclavo irradiándose hacia su glande. Se lo había metido completo, hasta los huevos. Ambos estaban boca abajo, en la cama, Jorge sobre Álex. El cuerpo del esclavo era el mejor soporte, duro, flexible, elástico; dispuesto a elevarse, girarse, retorcerse con una contorsión en servicio siempre del placer de su amo.
—Levanta un poco tu culo, esclavo. Despacio.
—Sí, Amo.
Jorge notó que Álex empezaba a subir el culo, pero él no solo no movió un músculo en consonancia, sino que empezó a apretar la pelvis para clavar su polla aún más dentro de él. El esclavo, dolorido, paró el movimiento elevatorio.
—¡Sigue subiendo despacio, esclavo!
—¡Aaaah! ¡Sí Amo!
Álex aumentó su propia agonía.
—¡Quieto ahí, esclavo!
—Sí Amo.
Jorge estaba muy excitado, pero aún no se quería correr. Esperó un minuto, y se animó a retirar su pene milímetro a milímetro hacia atrás. Se alegró de no haber usado ningún tipo de lubricante, aunque de todos modos Álex estaba segregando una especie de moco viscoso que impregnaba la penetración. El esclavo sentía un doloroso ardor cuando su amo se movía hacia atrás porque su esfínter anal le dolía muchísimo, pero aguantaba estoicamente, y con mañas de atleta mantenía la postura que tanto dolor le provocaba. Cuando Jorge notó que el pene estaba fuera casi por completo dio un empujón corporal con todas sus fuerzas, tratando de taladrar a su esclavo del modo más sorpresivo, brutal y doloroso.
—¡Aaaaaaaaaaaaaaaah! —se quejó el esclavo, que de inmediato reprimió como pudo el grito, pero no podía evitar llorar de dolor, impotencia y humillación.
Jorge retiró el pene ahora con más rapidez y repitió la embestida.
—¡Ammmm!
El pene de Jorge estaba hundido hasta gran profundidad, chocando con alguna pared que también provocaba dolor a su esclavo. No se corrió aún, sino que buscó los pezones de Álex y los pellizcó retorciéndolos con saña. Su esclavo sabía que debía seguir proporcionando placer.
—Soy tu esclavo.
Nueva embestida.
—Soy tu esclavo.
Otra.
—Soy tu esclavo.
Jorge ya no iba a aguantar mucho más. Volvieron a descansar, con el pene del amo bien clavado dentro del esclavo.
—Sí, eres mi puto esclavo. Dime, esclavo, y te ordeno decir la verdad, ¿gozabas follando a tu novia Sonia?
—Mi Amo… no existe ninguna Sonia, yo no tengo novia. Pero sí me gusta mucho follar mujeres.
Hasta Sonia era mentira. Y él que casi se había llegado a imaginar a una dulce chica, rubia como él y de mejillas sonrosadas.
—Dime que quieres que te folle yo en adelante, que eso es lo que más deseas.
—Te suplico que me folles, Amo, es mi mayor deseo.
—¿Te duele que te folle esclavo? ¿te humilla?
—Sí Amo, me duele mucho, y es el momento más humillante de mi vida. Pero no lo cambiaría por nada. Soy tuyo, para siempre, sin condiciones. Que me folles no es un castigo, es un premio sublime. Soy tu esclavo, mi Amo, ordena y obedeceré.
—Te ordeno que me ames, que sientas por mí la mayor atracción que puedas haber experimentado jamás.
—Soy tu esclavo, mi Amo. Daría mi vida por ti. Eres la pasión de mi vida, me dejaría matar por ti, Amo.
Álex comprendió en lo más íntimo que nunca más volvería a tener sexo con una mujer.
Era el momento. Jorge acertó a lanzar unas cuantas embestidas más recorriendo dolorosamente el culo de su esclavo, que decía humildemente cada vez que notaba chocar con violencia el pene dentro de él:
—Soy tu esclavo.
Los espasmos y movimientos desacompasados de su amo indicaban que se estaba corriendo en sus carnes, y por primera vez sintió cómo el esperma inundó el interior de su culo. En otras circunstancias habría preferido morir que ser consciente de cómo un hombre realizaba la función que a él le parecía solo apropiada en un macho con una hembra, pero en ese momento sintió que amaba de corazón a su amo, y que lo inundaba una sensación de humillación, vergüenza y gratitud.
Hacía un par de horas o algo más desde que Kamar se marchó y los había dejado a solas. Tras los azotes y la primera mamada de la noche Jorge tomó posesión de su esclavo sabiendo que este lo sería para siempre y que obedecería cualquier orden, por dura o difícil que fuera. En unas horas su esclavitud se tornaría irreversible y no permitiría que Álex volviera a tener ningún placer sexual salvo con él mismo.
Le pidió los informes de los análisis, todos negativos a cualquier infección, y comprobó que esta vez el culo del esclavo estaba bien limpio; de hecho desatornilló la alcachofa de ducha y con el agua ardiendo y a toda presión se aseguró de que cuando se lo follase no iba a encontrar nada repugnante, como pasó la vez anterior. Álex aullaba de dolor, su culo estaba muy sensible por los azotes, y entre eso y la temperatura insoportable del agua los minutos se le hicieron eternos. Ahora era Jorge quien exigía que le llamase Amo en todas y cada una de las frases que le dirigía, y en las raras ocasiones en que lo olvidaba le daba una bofetada con la mano abierta. Descubrió que Álex era tan fuerte que podía tumbarse en sus brazos durante bastantes minutos, hasta que empezaba a temblar de dolor; era impresionante comprobar cómo se tensaban sus bíceps y sus pectorales. También podía sentarse a horcajadas en él, como si fuera un caballito, y hacerle dar vueltas por la habitación mientras azotaba su culo. Comprobó que un simple papirotazo con los dedos si estaba convenientemente dirigido hacia los testículos de su esclavo le producían un dolor intenso; le ordenó varias veces masturbarse hasta casi eyacular, y que le avisase antes de hacerlo; en ese momento le ordenaba presentar sumisamente los cojones para que él se los golpease cada vez de un modo más violento: el último fue una patada que prácticamente consiguió que Álex se desvaneciera. Lo morreó mucho y bien, la boca de Álex estaba perfumada, sabía a fresco gracias a una sustancia en spray que le habían aplicado, aunque a él le producía picor y mal sabor, pero proporcionaba a su amo una rica sensación. Mientras lo besaba recorría su cuerpo con las manos, y el esclavo se afanaba en hacer accesible cualquier parte de su cuerpo que el amo buscase, fueran pezones, testículos o esfínter anal, pues a menudo le metía dedos dentro de su limpio culo, que luego él besaba y lamía mientras lo agradecía.
Aunque Jorge trató de retrasar un poco el momento ciertamente estaba impaciente por follarse a Jorge. No quiso ponerle ningún lubricante (a pesar de que había varios a su disposición en el baño y en la mesilla de noche), calculando con razón que Álex sufriría mucho más si se lo follaba a pelo y sin nada para enmascarar el roce. Le avisó para que fuera calculando y sintiendo con intensidad la humillación.
—Esclavo, túmbate boca abajo en la cama.
—Sí Amo.
—Ábrete el culo con las manos, esclavo. Te voy a clavar mi polla, esclavo. ¿Te han follado antes, perro esclavo?
—No Amo, soy virgen de ano, nunca he permitido que ningún hombre me toque, Amo —dijo mientras obedientemente se abría el culo para su amo.
—¿Has pensado alguna vez en si te gustaría que te follaran, esclavo?
—Sí Amo, siempre he pensado que es algo que nunca quiero hacerle a otro hombre y sobre todo que ningún hombre me haga a mí.
—Ahora voy a follarte y soltarte mi leche dentro…
—Ggggggg —decía Álex sin llegar a articular ninguna palabra.
—… esclavo.
—Sí Amo, como tú ordenes, Amo, fóllame el culo y suelta tu sagrada semilla dentro, Amo.
El corazón de Jorge palpitaba tan fuerte que pensó que le iba a dar un infarto. Puso su capullo en el pequeño orificio que Álex le ofrecía, y empujó.
—Te ordeno que te concentres en el dolor de tu culo, esclavo, siéntelo, siente la humillación, siente que nunca volverás a sentir placer salvo si yo te lo ordeno, siente que solo yo te usaré y que solo tendrás sexo conmigo o con quien yo te mande. Sufre, esclavo.
—Sí Amo, soy tu esclavo.
Empezó a empujar, pero el pene no avanzaba, salvo dos o tres centímetros. Hizo más fuerza, más, más… el esfínter anal de Álex era muy estrecho, y esa presión sobre el glande le resultó a Jorge un excelente medio de rebajar un punto su erección, gracias a lo cual no se corrió, que era su miedo. Siguió metiendo el pene a la fuerza, hasta que la presión sobre el esfínter fue lo suficientemente grande como para que tuviera que dilatarse y permitir el paso de la carne rígida del amo, aunque hubo un desgarro muy doloroso y una pequeña cantidad de sangre que manó. Con esa expansión Jorge supo que ya estaba dentro del culo de su esclavo: era suyo para siempre y lo iba a bendecir soltando su leche dentro de él. Siguió empujando hasta que notó que su miembro estaba totalmente dentro.
7. Penetración
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