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Lo primero que hizo el Amo fue despojarme de toda masculinidad.
Había acudido a la cita totalmente depilado y con las uñas pintadas de rosa, tal y como habiamos acordado. Abrió la puerta, cerró cuando estuve dentro y me indicó que le siguiera a mi habitación. No me miró en ningún momento, ya que vestido de hombre no le interesaba.
-Tienes tu ropa sobre la cama. No me molestes hasta que la tengas puesta.-Me dijo. Cerró la puerta y me dejó sólo.
La habitación estaba pintada de color rosa, con cortinas y sábanas del mismo color. Sólo los muebles blancos se atrevían a desafiar el color imperante en aquel lugar. La ropa que había sobre la cama era, huelga decirlo, de color rosa. Me sentía mal vestido de hombre, en parte influido por el ambiente, en parte por el desprecio con el que me había tratado el hombre, así que me desnudé tan deprisa como pude sin ni siquiera echar un vistazo a la que sería mi nueva indumentaria.
Cuando lo hice comprobé que se trataba de un maillot de bailarina de ballet, con su tutú, sus medias y todo. Había una caja pequeña con un post it pegado que decía "Pontelo en la polla, princesa". Al abrir la caja encontré una pulsera de bolas rosas, que obedientemente me coloqué rodeando mis huevos y mi pene. La siguiente sorpresa ocurrió al ir a ponerme las medias. Lejos de ser unos pantys como yo había imaginado, se trataban de unas medias con un liguero de encaje rosa. No cabía duda que iba a ser una bailarina muy particular. Me puse el maillot y descubrí que la parte trasera era tanga y dejaba mi culo al aire. Pese a todo la prenda más dificil de vestir fue la que encontré al final. En lugar de las típicas zapatillas, el Amo había preparado unos zapatos de castigo con un tacón tan elevado que obligaban a caminar de puntillas. De color rosa como todo lo demás, tenían una correita que rodeaba el tobillo y de la que colgaba un candadito. Me puse los zapatos y cerré el candadito. Por suerte el tutú era un tutú, tal y como me había parecido al principio.
Salí de la habitación andando como pude y me presenté ante el Amo.
-Bien, bien, bien... esto ya es otra cosa. Mucho mejor, zorrita. Vuelve a tu habitación y espérame sentada frente al espejo.
-Sí Amo.
Soporté sin quejarme la tortura que supuso volver andando de puntillas por aquel pasillo eterno y agradecí el descanso que supuso poder sentarme. Entonces me ví en el espejo. Estaba ridículo y me sentí avergonzado. sin embargo no pude evitar tener una erección. Esperé.
El Amo entró pasados unos minutos. Giró la silla en la que yo estaba sentado y se sentó en la cama, frente a mí. Sacó un estuche de maquillaje y comenzó a pintarme. Rimmel, carmín, colorete... Jamás pensé que las mujeres llevasen tantas cosas en la cara. Cuando acabó se levantó, fue al armario y sacó de allí una peluca rubia con un cardado ochentero. Me la colocó en la cabeza, la a...
Sissy Maid
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