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Aquel chico nos había propuesto quedar para una fantasía muy divertida, y la primera parte os la resumo fácil. Habíamos quedado en una habitación de hotel. Mi novia entraría primero, y el chico ya estaría esperando dentro. Yo tendría que esperar en torno a quince minutos, y debería de entrar con los ojos vendados, de tal modo que el chico no me permitía ver cómo estaba mi novia. Ya os lo cuento para no alargar el misterio, que estaba desnuda y atada boca abajo en un severo hogtied, firmemente apresadas por fuertes nudos con las manos atadas entre sí a la espalda, las cuerdas muy fuertes de las muñecas a los tobillos, una mordaza de ésas de arness en la que había puesto una cuerda atada hasta los tobillos, muy tensada, y que además de tenerla segura amordazada le obligaba a mantener la cabeza recta y levantada, y los ojos vendados. Le caían hilos de saliva por la comisura de sus labios, por los laterales de la mordaza, pero eso yo no lo vi.
Mi objetivo, naturalmente, era descubrirlo más tarde. Primero, tendría que desnudarme, y eso hice, me desnudé sin el más mínimo contacto físico con el chico. Me había limitado a seguir el rol. Ya desnudo, me quedé quieto, como esperando que se conformase con verme en ese estado, pero como es fácil de intuir me dijo que me diera la vuelta, para poder llevarme los brazos detrás. Obedecí. Tenía, como ya había adivinado por las veces que nos había escrito, las cuerdas preparadas. Era un chico elegante, suave. No había podido verlo físicamente por la venda, pero me lo imaginaba normal, como yo, mientras me iba atando con tanta fuerza que me dejo los brazos bien atados y pegados al cuerpo.
Entonces, me pidió que me tumbara, y terminó el hogtieg brutal, que tiraba mis piernas y mis brazos al máximo con una tensión que me puso la polla dura.
Ya atados, y sin ninguna posibilidad de desatarnos, el juego continuaba en que él follaba con mi novia. Abreviaré, para explicar cómo siguió. El chico me pidió si podía añadirme mordaza a mí también, con un tono que casi me lo suplicó, pero le dije que no, porque no me gustan las mordazas. Le dije que me molestan.
- “No te la abrocho” – dijo “sólo la aguantas con la boca, y cuando te moleste la dejas caer”.
No quiso echarme atrás y fastidiar la fantasía y le indiqué que ok, que podía continuar. Cuando lo hizo, noté que no era un bozal de bola. Era una mordaza de ésas de aro, que te abre la boca sin poder cerrarla. Tras un primer titubeo y una mala colocación, le dejé que me la pusiera bien quedándome quieto. La aguanté detrás de las dientes, y noté que llevaba las correas detrás de la nuca, pensando que era estética, pero cuando sentí que se apretaba y noté que no me la podía quitar, sabía que la mordaza estaba real, y yo amordazado .
-fffooo… ffffof fffffee affoooafffeee – alcancé a suplicar.
Evidentemente, no apreció mis suplicas, y ...
atado y forzado delante de mi novia
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