Jugando con el machito (V)

Tras mi "pequeña sorpresa" Toby fue obediente a comprar la cena, cena que, por supuesto, corría de su cuenta.

La tarde pasó sin mayor sobresalto, alguna broma por aquí, hacerme la colada por allá, que si baila un rato que me aburro, sobarle hasta el cansancio, en fin, lo típico.

Sobre las 20.00 decidí que era hora de prepararle para mis colegas, así que fui a buscarle a la cocina, donde estaba limpiando los cristales, enfundado en unas botas negras altas y el suspensorio.

- Toby - dije despacio - Mis colegas llegan en una hora, ve a ducharte, bien limpio y luego sales solo con la toalla, que te doy el "uniforme".

Ni siquiera contestó, solo asintió y se fue rápido al baño. Una pena no poder ver su cara al comprobar que apenas podría taparse con la única toalla del baño, la de manos.

Oí el agua correr, así que apagué el calentador y fui a preparar el uniforme. La verdad que no tardé mucho, era solo escoger el suspensorio que menos tapara, y esperé en el salón viendo la tele.

Llegó a los pocos minutos, tiritando, con los pezones duros y la toalla tapando sus partes más nobles. Le hice un gesto para que girara sobre si mismo y le sobé un rato el culo, mientras le comentaba lo que iba a pasar.

Le dije que se iba a calzar el suspensorio y tumbar en la mesa del salón, con las piernas abiertas y los brazos estirados, boca arriba, que le iba a atar y servir la cena sobre su cuerpo desnudo para placer de nuestros invitados. Que en todo momento estaría callado, que sería un mueble, y que solo abriría la boca si se lo pedíamos, y tragaría todo lo que echáramos a su boca.

Trató de protestar alguna vez, pero un rápido y sonoro azote le hizo callar en cada una de esas ocasiones. Tras esto se colocó como le ordené y empecé a atarle con pericia.

Cuando me di por satisfecho comprobé que estuviera bien atado, metiéndole mano y golpeándole para ver cuanto podía moverse. Apreté un poco las cuerdas y le dejé, yendo a por la comida.

Coloqué la cena, sushi, sobre su cuerpo sin prisa, aprovechando para sobarle constantemente, estimulando su frenillo para tenerle a tope en la cena.

Estuvimos así un rato, con el único sonido de sus gemidos acompañándonos, hasta que mis colegas me avisaron que estaban cerca.

Le vendé lo ojos sin avisar, ante lo que se sobresaltó demasiado. Le di un par de toques en las pelotas y respondió "perdón Amo" con un susurro, justo cuando mis amigos llamaron al timbre.

Al poco subieron y nos saludamos. Tras una breve conversación les señalé al salón, indicando que fueran.

- Lo prometido es deuda, tíos - dije con una amplia sonrisa - aquí tenéis a mi perrito para satisfacer vuestras perversiones.

Las risas acompañaron mi discurso. Obligué a Toby a ladrar un par de veces, tras lo que nos sentamos, para su sobresalto.

- Caballeros - dije sobando el paquete de Toby - que comience la cena.