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Propinas

Escrito por: BarbitaRelato

Antes de entrar a trabajar en ese bar no tenía ni idea de lo que ocurría en la parte de atrás del almacén. Mi amo Carlos me había hablado de ello pero ahora que lo estoy viviendo y disfrutando sé que se quedó corto.

Los fines de semana el local estaba llenísimo así que necesitaban personal. Había ido un par de veces pero cuando mi amo Carlos me habló del trabajo y de las propinas decidí probar suerte. El bar tenía su cuarto oscuro, sí, y los clientes entraban y salían a placer pero lo que ocurre más allá de las cajas de botellas y utensilios de limpieza solo lo sabemos los empleados, algunos clientes afortunados y el jefe, por supuesto.

Álvaro era un hombre grande, imponente. Su negocio iba tan bien que tenía tiempo de trabajar su cuerpo en el gimnasio y en lo primero que me fijé cuando me hizo la entrevista fue en lo tensa que le quedaba la camisa en contacto con su cuerpo. En realidad me fijé en todo él porque desde el momento en el que me estrechó la mano quedé atrapado en sus cadenas. El aroma de su perfume se mezclaba perfectamente con su olor a macho haciéndolo casi irresistible y al ser más grande que yo en seguida empecé a fantasear con sentir todo su peso sobre mí.

-Jose ¿verdad?- me preguntó con una sonrisa. El cabrón sabe que es atractivo y juega con ello. Sentí su imposición con su firme apretón de manos.

-Sí, señor.- respondí en tono sumiso. Álvaro no se cortó ni un pelo y me devoró con la mirada.

-Delgadito, no muy alto, peludete, manejable...- sonrió. -Tendrás tu público, seguro. Ven, te explico cómo va todo. No te preocupes si los primeros días andas perdido el primer mes estarás de prueba y el encargado te supervisará.

Álvaro me hizo pasar delante y mientras recorríamos el local iba explicándome donde estaba cada cosa y como estaba todo organizado. Sentía su enorme figura detrás de mí y su varonil voz me daba escalofríos. Mi mente seguía volando imaginando como sería sentir su aliento acelerado en mi nuca pero no quise parecer excitado pues el trabajo me vendría muy bien.

Había sabido de él gracias a uno de mis amos, Carlos, que era cliente habitual pero de todo lo que me había contado lo que más morbo me daba era la parte de las propinas. Era la pregunta clave.

-¿Y en cuanto a las propinas?- pregunté al regresar a la barra. Álvaro no se sorprendió pero sonrió con vicio, vi un brillo en sus ojos, un brillo que ya he visto más de una vez estando de rodillas comiendo rabo.

-Ponme un whisky- ordenó tras sentarse en uno de los taburetes. Asentí sumiso y entré tras la barra. Traté de recordar donde estaba cada cosa y en seguida ya tenía la copa preparada.

-¿Quién te ha hablado de las propinas?- preguntó sin dejar de mirarme a los ojos tras probar su bebida.

-Carlos, señor.- Respondí. Mi jefe le dio otro sorbo y sonrió. Sabía perfectamente quien me lo había dicho y seguramente Carlos le habrá contado muchas cosas de mi.

-Que hijo de puta... Entonces ya sabes de qué va esto ¿no?- Álvaro se llevo la mano a su entrepierna sin dejar de mirarme a los ojos.

-Sí señor- respondí.

-Sígueme.- Ordenó. Mi jefe se levantó del taburete y para mi sorpresa su mano seguía dentro de su paquete. Esperó a que saliera de la barra y cuando me acerqué la sacó y me tapó la boca con ella. Sentí su fuerte presión y su olor a rabo, y con firmeza llevo su boca a mi oreja.

-Esto no lo puede saber nadie. Solo entra quien yo quiera y, si eres bueno, quien tú quieras. ¿Entendido?- Asentí con su mano todavía en mi boca y me llevó hacia el fondo del local.

Llegamos a una puerta con un cartel que decía almacén. Ya me lo había mostrado pero cuando volvimos a entrar me llevó hacia el fondo. Tras cruzar otra puerta nos encontramos en un pasillo largo, con iluminación baja y varias puertas a los lados. Las ignoramos y avanzamos hacia la última puerta y al entrar descubrí que se trataba de un pequeño despacho.

Yo entré primero y Álvaro entro después y tras cerrar la puerta con fuerza me cogió y me puso contra ella.

-Antes de ganarte las propinas tienes que ganarte el trabajo. De rodillas.- Ahí estaba yo, entre la puerta y un hombre de 192 cm, con sus fuertes brazos apoyados sobre la puerta y mirándome firmemente a los ojos. Abrumado tardé en reaccionar así que mi jefe me cogió por los hombros y me empujó hacia abajo. Cuando llegue a la altura de su paquete cogió mi cabeza con las dos manos y la pegó a su pantalón y una vez sentí el contacto con su rabazo duro desperté. Empecé a lamer con ansía buscando el gordo relieve de su pantalón con mis labios. Álvaro no dejaba de apretar mi cabeza contra su entrepierna y de vez en cuando pasaba sus dedos por mi pelo y lo estiraba.

-No sé yo si así conseguirás muchas propinas, Jose...- se mofó. Alcé la mirada buscando la suya y lo encontré sonriendo. Entonces empecé a lamer su paquete con mas ansia y tras humedecer gran parte del pantalón me atreví a morder con suavidad. Álvaro, sorprendido, soltó mi cabeza y me dio una hostia.

-Aquí solo puedo morder yo.- dijo imponente. Alcé la mirada sumisa pidiéndole disculpas y volvió a llevar mi cara contra su paquete. Sentía su rabo duro a través del pantalón, moría por liberarlo y metérmelo en la boca pero seguí lamiendo y apretando mis labios sobre su imponente verga. No podía más, necesitaba sentir ese pedazo de carne dentro de mi boca pero cuando fui a desabrochar la cremallera Álvaro me hostió de nuevo.

-Manos a la espalda- ordenó. Obedecí sumiso y seguí con mi cara pegada en su pantalón un buen rato hasta que el teléfono nos interrumpió.

-Joder- maldijo.- Mi jefe soltó mi cabeza y se dirigió a su mesa a comprobar quien llamaba y tras revisar la pantalla sonrió y atendió.

-¿Carlos?- preguntó. Sí, sí, ha venido. Aquí lo tengo, de rodillas y con la cara hostiada. ¿No le has enseñado a no morder?- preguntó antes de soltar una carcajada. Mi jefe se sentó en la silla y tras hablar unos segundos más me ordenó que acudiera.

Me acerqué gateando y cuando llegué delante de él me sorprendió con su enorme rabazo duro y húmedo fuera de su pantalón. Sin soltar el teléfono se acomodó en la silla, abrió sus piernas, agarró su polla con la mano libre y la zarandeó.

-Acércate- ordenó. Obediente gateé hasta colocarme delante de él y para mi sorpresa puso su teléfono en mi oreja.

-Jose, obedece a Álvaro como si me obedecieras a mi ¿entendido?- ordenó Carlos al otro lado del aparato.

-Sí, amo.- respondí como hacía siempre. Álvaro apartó el teléfono de mi oreja y se despidió de Carlos.

-Ya has escuchado a tu amo, Jose. Obedece. Manos a la espalda y traga.- Busqué su mirada con la mía pero antes de encontrarla ya tenía su enorme rabo pegado en mi cara. Mediría unos 19 cm y era gorda, muy gorda. Las venas sobresalían por el tronco y su capullo gordo y húmedo relucía del precum que había salido gracias a mis lametones previos.

Empecé a recorrer lentamente cada centímetro de ese rabo, desde la base hasta el capullo. Cuando llegaba hasta el final relamía para saborear y recoger el precum y volvía a bajar. Cada vez que subía buscaba su mirada que me penetraba con firmeza y tras repetir el proceso unas cuantas veces me centré en su capullo. Primero lo metí en mi boca y apreté suavemente los labios haciendo que unas gotas de su precum cayeran en mi lengua. Alcé la mirada de nuevo y sentí como mi jefe se había retorcido de placer y sonriendo para mis adentros empecé a darle a la lengua con velocidad.

Álvaro empezó a gemir con suavidad mientras jugaba con su capullo en mi lengua, pero no tardó en sacarlo de mi boca y coger mi cabeza por la barbilla.

-Te he dicho que tragues, Jose.- Pasó su mano por su rabo y por su capullo y metió dos dedos en mi boca.

-Enséñame como tragas.- Asentí sumiso y empecé a lamer y a tragar sus dedos como si fuese su rabo. Los ensalivé bien ensalivados, jugaba con mi lengua y apretaba bien mis labios. De vez en cuando los sacaba y los restregaba por mi cara llenándome la barba de mi propia saliva y cuando los sacó definitivamente me dio unos golpes en la mejilla.

-Ahora mi rabazo- ordenó. Ansioso abrí la boca todo lo que pude y sin dejar de mirarle a los ojos empecé a tragar. No me cupo toda a la primera pero él ya se encargaría de hacerlo. Con mi boca ensalivada gracias a sus dedos empecé a lamer una y otra vez. Sentía el calor y la dureza de su polla en mi boca y cada vez que su capullo estaba a punto de salir apretaba y lamía la punta.

Los gemidos de Álvaro aumentaron en número y en intensidad, y por el movimiento de sus manos sobre mi pelo sabía que estaba a punto de tomar el control y así lo hizo. Cogió mi pelo con fuerza, sacó su polla de mi boca y la restregó por toda mi cara.

Un fuerte olor a precum y a macho penetró por mi nariz y tras darme unos cuantos golpes en la lengua me la metió. Toda. Sentí una arcada cuando su capullo rozó mi campanilla pero aguanté. De una sus 19 cm duros y calientes estaban en mi boca y agarrándome con fuerza los mantuvo dentro de ella unos segundos. Sacó su rabazo el tiempo justo para coger aire y repitió el movimiento, esta vez con más intensidad. Mantuvo su verga en mi garganta mucho más tiempo forzándome la arcada y cuando la sacó se llevó consigo una gran cantidad de saliva.

-Joder...- jadeo mientras esa saliva chorreaba por mi barba. Mi jefe volvió a metérmela en la boca y ésta vez empezó a follármela con intensidad. Sentí la fuerza de sus manos tirándome del pelo y la fuerza de su rabo en mi garganta cada vez que la atravesaba. De vez en cuando la sacaba entera para restregármela por la cara pero en seguida volvía a meterla dentro.

La intensidad de la follada de boca era variable, a veces me permitía saborear lentamente esa gran polla. Otras me provocaba la arcada seguida de babas que me llenaban la barba. Los gemidos de Álvaro se convirtieron en bufidos y mi empecé a imaginar cómo sería follando. Tal era la excitación que mi rabo llevaba duro desde el primer momento y sin darme cuenta llevé una mano hacía él.

Mi jefe se percató y sacó su rabazo de mi boca y tras ponerse de pie, grande, e imponente, me dio una hostia.

-Manos a la espalda.- Ordenó con severidad. Yo, de rodillas y con la mejilla sonrojada, asentí con la lengua fuera y Álvaro no puedo evitar escupirme dentro de la boca. Sentí su saliva caliente mezclarse con la mía y tras relamerme volvió a follarme la garganta.

Ahora de pie la intensidad de la follada era mucho mayor y las arcadas aumentaron. De vez en cuando me la sacaba de la boca y me golpeaba la cara y la lengua con ella pero su sitio favorito era mi garganta. De vez en cuando la sacaba toda entera y aprovechaba la saliva que salía para humedecer sus huevos. Lamí sus cojones gordos y depilados con ansia porque no me dejaba saborearlos mucho tiempo, en seguida volvía a llenarme la boca de rabo.

El mete-saca ahora iba cambiando de intensidad, incluso había momentos en los que aflojaba mi cabeza y me dejaba mamar pero me encantaba sentir la rudeza de la follada de boca así que cada vez que alzaba la mirada le suplicaba que volvía a hacerlo.

-Te gusta que te follen la boca ¿eh Jose?- preguntó jadeando.

-Sí señor.- respondí antes de volver a tragarme su polla.

-Sí, jefe.- Dijo severo.

-Sí jefe.- Corregí. Tras decir esas palabras volvió a cogerme del pelo con fuerza y empezó a follarme la garganta a un ritmo desorbitado. Ya no hacía caso de mis arcadas, la saliva escurría por la comisura de mis labios y los ojos se me llenaron de lágrimas. Álvaro mantuvo la intensidad unos cuantos segundos más y cuando sentí que su rabo se hinchaba en mi boca lo sacó, me apartó y soltó toda su lefa sobre el suelo. Entre bufidos Álvaro acabo de correrse sin tocar su enorme rabo y cuando terminó volvió a cogerme del pelo.

-Límpialo- consiguió decir entre jadeos.

-Sí, jefe.- Respondí. Bajé mi cabeza hasta el suelo y empecé a lamer toda la lefa que había caído, sintiendo su espesor y su sabor. Había soltado bastante cantidad y casi toda estaba por la misma zona así que lamí obediente alzando la mirada de vez en cuando.

-Todo- ordenó moviendo sus pies. Para mi sorpresa parte de la lefa había caído sobre sus zapatos y tras asentir con la lengua fuera los lamí esta vez más despacio dejándolos impolutos.

Todavía de rodillas mi jefe me miró y sonrió satisfecho.

-Buen chaval.- Dijo sonriendo antes de coger su teléfono. Miré hacia arriba observando su imponente figura y unos instantes después de llevarse el móvil a la oreja habló.

-¿Carlos?- Preguntó aun con la respiración acelerada. – Sí, de lujo. Tu perro empieza el viernes.- Informó.

Propinas

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