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El vecino "facha"

Escrito por: TuNovioPutaSirviente

No soy muy de contar mis hazañas, pero hace unas semanas me pasó algo muy morboso y quería compartirlo con vosotros.

Cómo bien sabéis, actualmente no es fácil viajar ni visitar la familia si no está cerca.

No obstante, hace unas semanas aproveché unos días libres que tuve para ir a ver a mi madre.

Ella vive en un chalet grande con un jardín extenso que linda en un lado con la parcela del vecino sin que hubiera ninguna separación entre las propiedades. La casa del vecino es una pequeña casa más bien oscura hecha en parte de madera. Cuando yo era niño allí vivía un abuelo muy agradable, que al fallecer dejó su casita a un sobrino, el actual vecino de mi madre.

Nunca había hablado con él porque siempre me daba mala espina. Es un hombre hecho y derecho de unos 50 y muchos años, con su barriga cervecera, una cabellera medio canosa envidiable y una bigote grande. Trabaja mucho en el jardín escuchando música horrenda. Tiene unas piernas y brazos fuertes y se le nota unas nalgas enormes debajo de los pantalones de jardín. Sí, he dicho que me da mala espina, pero nunca he podido evitar que me diera mucho morbo también. No obstante nunca me acerqué a él porque son conocidas sus inclinaciones políticas en todo el barrio. No pierde oportunidad de despotricar contra inmigrantes y gente de otras razas. Cómo igualmente conocida es mi homosexualidad en el barrio, preferiría siempre evitar coincidir con él, aunque a veces le observaba desde detrás de la cortina.

En ocasiones se veía un chico de unos 25 años en el jardín con él. Bastante guapete, delgado pero con un culito redondo. Entonces se le veía al vecino sentado en una silla y el chico trabajando. Pensé que era un jardinero, pero me dijo mi madre que parecía que era su hijo.

El vecino es muy hablador y en mi reciente visita observé cómo se acercó en el jardín a mi madre y se puso a conversar con ella larga y tendidamente. Al entrar en casa, ella me comentó que una vez más estaba despotricando contra la política, los inmigrantes, los chinos que tenían la culpa del virus y afirmando que "antes" todo era mejor. Mi madre le dijo que yo estaba de visita y que, por tanto, tenía que volver a entrar. Le comentó que nunca había tenido el placer de conocerme y que me dijera que me pasara luego por su casa para que me pudiera saludar.

Regañé a mi madre, que cómo podía haber accedido a eso y más ahora en tiempos de Covid, pero me dijo que no me pusiera así que en realidad era muy majo y que fuera a saludarlo y ya está. Yo estaba pendiente de salir para ver a un amigo gay, con el que tiempo atrás había tenido algún rollete que otro, por lo que me había puesto un vaquero extremadamente ceñido con un tanga debajo, por si acaso. El amigo aún no me había llamado por lo que decidí ir a ver al vecino directamente y pasar por el mal trago.

Era ya casi de noche y cuando le toqué la puerta noté como me empezaba a latir el corazón. Se escuchó un televisor a un volumen elevado y tenía la esperanza de que no me hubiera escuchado. Ya estaba a punto de girarme, cuando se abrió la puerta. El vecino "facha" estaba delante mio en una camiseta de tirantes blanca antigua, calzetines y un pantalón de deporte negro de lycra ajustada. La camiseta se tensaba sobre su prominente barriga y tenía alguna mancha, pero lo que me llamó auténticamente la atención era el enorme paquete colgante que se dibujaba dentro de los pantalones de lycra. Tuvo que notar mi mirada, porque justo en ese momento se colocó todo aquello con la mano. Ruboricé, porque me sentí pillado y subí la mirada.

Le dije que no quería molestar, que mi madre me dijo que me pasara a saludar y que podía volver en otro momento. Parecía mentira que yo, un hombre adulto se pusiera así de nervioso, pero este hombre me imponía. No conseguí escaparme y el vecino me hizo pasar a una estancia de techo bajo, que parecía servir de cocina, comedor y salón a la vez. Él señaló a una bici estática bastante antigua y me explico bajo risas, que yo le había "salvado" de hacer deporte.

-Si quiere, puedo...- intenté otra vez, pero él ya había cogido dos botellines de cerveza de la nevera y me alcanzó uno.

-¡Toma!

Se apoyó con el trasero en la mesa de comer y se echó un poco para atrás para beber de la cerveza, lo que hacía destacar aún más su paquete.

-¿Entonces tú eres el hijo de la vecina, el que vive fuera?

-Si, Señor...

¿En serio? ¿Le estaba tratando de “Usted” y “Señor”, y él a mí de “tú”? Me salió instintivamente y tampoco me ofreció tratarle de “tú”.

-Pues ya ves cómo ha cambiado todo por aquí...

Empezó a hablar de los inmigrantes, los políticos incapaces, mientras yo bebía la cerveza lo más rápido que pude para poder despedirme. No sé si era impresión mía o se tocaba el paquete cada vez más descaradamente. Me sentí cada vez más incómodo y excitado a la vez. No soy una persona valiente. De hecho muchas aventuras sexuales se me han escapado porque me he acojonado antes de tiempo. Escuchar sus teorías nazis al mismo tiempo de verle tocar este paquete cubierto de lycra me encendía todas las alarmas. Se sentó en una de las sillas de madera, sin ofrecerme asiento a mi, y siguió hablando.

Tenía que salir de allí. Me acabé la cerveza de un trago y le dije que me tenía que marchar, mientras ya me giré hacia la puerta.

-¡Para!- me ordenó -¿Al menos te tomarás un chupito con tu vecino para bajar la cerveza?

-No, gra...- empecé, pero me interrumpió.

-Baja esta botella de allí- dijo señalando a una botella de aguardiente claro encima de un estante -y saca un par de vasos de este armario.

¡Me estaba dando órdenes! El, sentado allí con las piernas abiertas, me estaba dando órdenes. Y yo obedecí sin pensarlo. Claro, mi vena sumisa, a estas alturas ya saltaba involuntariamente. Había obedecido ya a tantos hombres, disfrutado de servirles y ser usado y humillado por ellos. Pero este hombre era el vecino "facha" de mi madre, no un contacto de la página de tuamo, o como se llame ahora.

En el armario no había vasitos de chupito, por lo que saqué unos vasos de agua. Los llenó con mucho más aguardiente del que yo pudiera aguantar y brindamos por el vecindario. Bebí un pequeño sorbo y bajé el vaso.

-¿No quieres más?

Se levantó lentamente y se acercó a menos de un palmo. Olió a sudor, ligeramente agrio, a cerveza y a otras cosas que no podía describir, pero que eran irresistibles.

-¿No quieres más?- repitió un un tono más amenazador. -¿Quieres decir, que has tardado tanto en presentarte a tu vecino, y ni siquiera tienes la educación de tomarte un chupito con él? ¿O es que eres demasiado nenaza para tomarte un poco de aguardiente?

Se acercó más. Podía sentir su barriga contra mi y me parecía sentir el roce de su paquete. Estaba acojonado, pero no podía dejar de pensar en cuánto me apetecía bajar la mano y tocar la lycra suave con todo lo que escondía. Y entonces pasó lo que dejó marcado lo que iba a suceder después: Me agarró con una mano fuertemente una nalga. La apretó bien y me empujó hacía él. No sé por qué, pero cuando me tocan el culo se me derrite toda resistencia. Ya da igual que el hombre me guste más o menos, sea un chaval o un machote, es el momento que soy suyo, que ya solo soy sumiso, puta, sirviente, esclavo.

Apretó bien mi nalga, mientras ya estábamos totalmente pegados, cogió el vaso con la otra mano y me hizo beber todo su contenido, que bajó como fuego por dentro de mi haciendo que en un momento pensaba desmayarme.

-¿Qué crees? ¿Qué no sé que eres una nenaza? Si aquí todos saben, que eres un chupapollas, de siempre. Una maricona...

Me cogió bien con el otro brazo detrás de mi nuca y me apretó contra su pecho velludo y siguió insultándome. No quise otra cosa que siguiera magreándome el culo, que me siguiera apretando contra él y que siguiera insultándome, y como siempre cuándo un hombre superior me insulta de este modo, noté como mi pollita apretada en el tanga intentaba ponerse tiesa.

Fue el comienzo de una de las sesiones de spanking más excitantes de mi vida, que además conllevaba alguna sorpresa, que os contaré si queréis en un siguiente capítulo.

El vecino "facha"

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