El esclavo del pueblo.

Después de no sé cuántos días, en completo estado de deshidratación e incluso habiendo tratado de tragar basura, lo más comestible que se pudiera, luego de que con la lengua tratara de quitarme la mordaza con los calzones sucios de Master E, un señor mayor, de unos 60 años, pelo y barba cano, delgado pero musculoso y con una mirada penetrante de muy pocos amigos era lo primero que volvía a ver.

Al principio me parecía un sueño volver a ver la luz e incluso ver a una persona que no fuera mi Master E con quién había pasado encerrada el último año y medio.

El sueño se tornó pesadilla cuando me di cuenta de que este señor es quien le pagaba a mi Amo E por azotarme con nopales, cactus y cualquier otro vegetal espinoso. Incluso recordé que más de una ocasión me rentó para servirle en su casa, y de "regalo" me puso unas chanclas/huaraches con plantilla llena de espinas, era un nopal.

Las no pocas veces que pagó a Master E por violarme uno de los requisitos era que estuviera completamente bañado en sangre, producto de los azotes, y que debajo de mí hubiera algo espinoso. El señor, como se puede leer, eres extremadamente sádico y tenía un fetiche con las espinas, claro, en el cuerpo de los inferiores.

Ahora me tenía en sus manos y de inmediato supe que no la pasaría nada bien. Él sonrió de oreja a oreja, muy macabramente, mientras comenzaba a sobarse el paquete.

Se incorporó y se subió a su camioneta, una pick up, solo para sacar unas cuerdas. Me ató las patas delanteras a la parte trasera de su vehículo y me liberó las patas traseras. Estaba entumido yo, temblaba de miedo, pero también de hambre, calor, miedo y hasta sueño.

Eso no le importó al señor. Se subió a su vehículo e inicio la marcha. Pude caminar muy pocos metros cuando ya estaba siendo arrastrada por el piso. No vivía lejos de ahí, pero yo terminé completamente ensangrentado, con heridas por todo el cuerpo.

-Bienvenido-, dijo Master Spencer, el señor de los cabellos blancos mientras tenía en sus manos ya una manguera que rápidamente accionó directo a mi cuerpo. Me estaba bañando a manguerazos, como se baña a los inferiores como yo.

Master Spencer alternaba entre la manguera y una escoba, mientras me vaciaba una sustancia que olía a jabón de ropa y cloro (lejía). Tal como lo conocía, amante de lo espinoso, sentía en cada tallada como me hacía más daño, el Señor Spencer me lavaba con la escoba con la intención de hacerme más daño del que la arratrada por la terracería ya me había hecho.

Terminé en el patio, nuevamente a pleno rayo de sol, secándome, estacado, mis cuatro patas estiradas al máximo posible y atadas con cadenas a columnas de concreto y el palo de la escoba con la que me bañó dentro de mi ano, tapando toda el agua que me vació directamente de la manguera.

-Te quiero bien limpio de adentro- me dijo mientras me rellenaba. -Hoy tu infierno verdadero continuó. -Ahora te convertiré en el esclavo de todo el pueblo- concluyó mientras me tomaba fotos tirado en el piso y me daba un último rociado de agua.

- Vecinos y machos calientes, sé que todos ustedes han usado alguna vez a la perra de Master E, lo han hecho pagando, claro está. Hoy la encontré tirada y abandonada en el basurero municipal. Ya la limpié y pienso ponerla al servicio de toda la ranchería.

-Está noche (y en adelante) están todos invitados a darle su calentadita, y el uso que se merece. Master E vaya que lo entrenó y ahora que lo tiró hay que aprovecharlo y usarlo hasta el extremo.-Dijo Master Spencer, además de mi casi verdugo y mi nuevo explotador, el alcalde y representante de la ranchería en la que me pensaba ofrecer. ¡Era el mismo representante de la autoridad quien me pensaba usar, explotar y abusar! Estaba pérdido, no había ninguna esperanza.

Ahora soy el esclavo del pueblo.