Le volví a meter el trapo en la boca y poner el precinto, no se movió ni hizo gesto alguno para evitar la siguiente tortura. Sostuve el bate y me dispuse a introducírselo por el ano, ya había previsto que iba a costar con lo que afilé un poco la punta del bate para que entrara con más facilidad. Manel estaba quieto mire hacia el ano y vi el muñón que tenía en el lugar donde antes tenía la polla, mi polla dio un saltito.
Coloqué la punta del bate en la entrada de su ano, sabía que Manel estaba fuertemente atado a la camilla y esta a su vez fuertemente atornillada al suelo, nadie ni nada se movería, solo yo con el bate. Mi polla se puso rápidamente dura y entonces empujé con todas mis fuerzas, volvieron los gritos ahogados, los espasmos y los golpes en la cabeza contra la camilla, pero el bate no entró, volví a insistir ahora con más fuerza, tampoco entró, lo saqué un momento y miré su ano que estaba sangrando levemente, volví a colocar el bate y esta vez apoyé todo mi cuerpo y con todas mis fuerzas acabó por entrar aproximadamente un palmo y medio, los espasmos y movimientos voluntarios o involuntarios no cesaban gritaba como si no hubiera un mañana, en ese mismo instante tuve un orgasmo involuntario, disfrutaba sus gritos, disfrutaba su dolor, le saqué el bate y salió completamente manchado de sangre, pareció que le aliviaba y se calmó un poco, momento que aproveche para volvérselo a introducir, los espasmos no eran tan intensos como al principio, pero no los gritos, que no cesaban, estuve torturando su ano todo lo que pude hasta que casi inconsciente dejó de gritar y moverse.
Le dejé el bate en el ano y me acerqué a su cara, me miraba como ido, le quité el precinto y el trapo y le costaba reaccionar, le di unas palmaditas en la cara pero aunque tenía los ojos abiertos tenía la mirada perdida.
- Bueno, ya has sufrido bastante, no siento todo lo que te he hecho, lo tenía que hacer y se que jamas lo entenderías y que desde tu punto de vista es un castigo desproporcionado, pero como te he dicho, es lo que tenía que hacer.
Entonces, como viniendo del más allá Manel habló con mucho esfuerzo.
- Por favor, acaba ya, mátame.
- No te preocupes, ya se acabó.
Agarré una bolsa de plástico y se la puse en la cabeza, la cerré en torno a su cuello con un precinto y me quedé junto a él mirándole a sus ojos, recordé como me guiñaba el ojo en el autobús, su radiante sonrisa y lo guapo que era, lo feliz que estaba cuando me dio mi primer beso, cuando me hizo mi primera mamada o me comió el culo por primera vez y lo mucho que disfrutaba por tener su atención.
Manel casi no tenía fuerzas para respirar, dio unos cuantos suspiros y espasmos mientras abría fuertemente los ojos, se estaba yendo, exhaló su último suspiro y cerró los ojos.
Salí de la habitación exhausto, me metí en la cama y dormí como hacía mucho tiempo que no dormía, por fin había acabado todo.
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Nota del autor:
Mi intención al escribir la historia de Manel, era la de demostrar como la oscuridad se siente atraída por la luz hasta corromperla y convertir un ser de luz en un ser de oscuridad vengativo y profundamente trastornado. Si alguien piensa que lo que hizo Manel no justifica su asesinato y que escribiendo este relato se me ha ido la pinza, solo tiene que buscar en Google “padre/madre asesina al violador de su hijo/a” y descubrirá que la realidad supera a la ficción.
Manel - La Tortura - 4 - Fin
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