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La maldición de Edgar - Parte 1

Escrito por: nibelungo

Relato de 3 partes con títulos diferentes:

La maldición de Edgar - Parte 1

La decisión de Edgar - Parte 2

Edgar el nullo - Parte 3 - Fin

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Nací con una maldición, cuando mi madre me expulsó de su útero todo el mundo se quedó sorprendido, siendo un bebé de apenas segundos de vida ya calzaba un pene de unos 6 cm. Según me cuenta mi madre, mi padre estaba muy orgulloso de la proeza que había engendrado, no paraba de presumir de su hijo “el superdotado”, que con orgullo proclamaba a los 4 vientos. No había persona invitada a mi nacimiento al que no le enseñara mi pene.

Haciendo un gesto con la mano hacia él mismo, con una sonrisa pícara y mientras afirmaba con la cabeza, decía.

- Está claro a quién ha salido.

Dando a entender que esa proeza había sido heredada directamente de él, que ya os digo que ni por asomo. En cualquier caso me convertí en el superdotado de la familia, el mensaje corrió como la pólvora, Edgar el superdotado. El bebé con un pene gigante.

Evidentemente la polla no se me quedó con ese tamaño, crecía y ya con 5 años según mi madre ya me media 10 cm, mi padre nunca me llevo a la piscina, siempre iba con mi madre y según ella todas las madres se quedaban asombradas cuando me veían desnudo por los vestuarios. Algunas incluso le llegaron a preguntar si me daba algún tipo de suplemento o medicamento. Evidentemente, no.

No fue hasta los 8-9 años más o menos cuando fui consciente del monstruo que llevaba entre las piernas. Fue en los vestuarios del colegio. Había empezado el nuevo año escolar y una vez acabada la clase de gimnasia fuimos a los vestuarios. Por aquel entonces ya me medía unos 12 cm siempre en reposo, estaba en los lavabos orinando y un amigo de clase se puso a mi lado, yo nunca había visto otro pene, ni siquiera el de mi padre y pensaba que mi tamaño era el estándar y que todos mis amigos tenían lo mismo que yo entre las piernas. Me asusté cuando mi amigo se puso a gritar como un loco llamando a otros compañeros de clase para que vieran la proeza, fueron muchos los que vinieron y todos quedaron alucinados, varios me enseñaron su pene para que lo comparase y a todos ganaba de largo. Recibí felicitaciones como si el hecho de tener un pene de esas dimensiones fuera fruto de mi esfuerzo. Se corrió la voz por todo el colegio y alumnos de todas las edades venían para verme el pene, y yo con ganas de popularidad lo enseñaba con gusto.

Con 12 años ya me había crecido hasta los 16 cm, ganaba a todos los que osaban compararse conmigo. En el colegio era “Vox Populi”, fue a partir de esa edad cuando las chicas empezaron a interesarse, llegaban y empezaban a tirarme los tejos, fueron muchas las que quisieron desvirgarme, pero yo era un crío y ni entendía las indirectas que me enviaban, ni estaba interesado en ese momento en las chicas, tenía suficiente popularidad enseñando el pene a alumnos 4 años mayores que yo y ganándoles por goleada.

Con 14 años mis amigos y yo empezamos a descubrir la sexualidad, ellos me habían visto mi pene infinidad de veces, para mí, era más común ir con el pene al aire que vestido. Hacíamos apuestas, que yo siempre ganaba. Un día estando con mi mejor amigo solos en casa jugando con la consola de videojuegos me dijo:

- ¿Cuanto te mide el pito duro?

- No lo sé, ¿qué quieres decir?

- ¿Nunca se te ha puesto dura?

- Creo que no, ¿a ti si?

- Si.

- ¿Me lo enseñas?

Mi amigo dejó el mando, se bajó los pantalones y los calzoncillos, y me enseñó su pene flácido, que no era ni una cuarta parte del mio, empezó a tocarse y vi como se le empezaba a poner dura e iba creciendo, cuando acabó había pasado de medir unos 4-5 cms a el doble o un poco más. Se veía firme, duro, me entraron ganas de tocárselo. Acerqué la mano lentamente.

- ¿Qué haces?

- Quería tocártela, a ver si está tan dura como dices.

- Vale, pero después me dejas tocar la tuya.

- Ok.

Acerqué la mano y rodeé su pene que era mucho mas delgado que el mio, mi mano abarcaba perfectamente el diámetro, estaba caliente y duro, y me daba la sensación que cuanto más se lo tocaba, mas duro se volvía. Empecé a tener cosquillas en el estómago y notaba como una presión en la entrepierna. Me levanté y me baje los pantalones junto a los calzoncillos, mi polla estaba un poco más gruesa y grande, la toqué y no noté la dureza de mi amigo. Él también la tocó y sentí un escalofrío que hizo que se endureciera y engordase un poco más.

- Hala, no para dé crecer, midámosla.

Tomamos una regla y la medimos, medía casi 20 cms y no estaba aún dura del todo, la de mi amigo, medía cerca de 10 cms. dura como el acero.

- Nos podemos hacer una paja.

En mi absoluta inocencia, le pregunté qué era eso. Me contó que si te bajas la piel y la subes muchas veces, al cabo de un rato sale un poco de leche y da mucho gusto. Empezó a bajarse el prepucio y subirlo, al principio poco a poco, después con mas ganas, tras unos minutos que no fueron muchos, empezó a tensar su cuerpo y vi cómo salían unas gotas de un liquido lechoso, entre blanquecino y transparente.

- ¿Te ha gustado?

- Si da mucho gusto. Inténtalo.

Agarré mi pene y empecé a imitarle, bajaba mi piel y la subía, lo intentaba e intentaba, pero tras casi 10 minutos no pasaba nada. Mi amigo se empezó a aburrir y me dijo que lo dejáramos y jugáramos a la consola. Lo dejé un poco frustrado y volvimos a jugar.

Llegaron mis padres y cenamos todos juntos, mi amigo se despidió para irse a su casa y yo tras un rato viendo la TV me fui a la cama. Una vez dentro y protegido por la manta me desnudé completamente y empecé a tocarme, el pene empezó a endurecerse, subía y bajaba la piel, a ratos de forma frenética, a ratos más tranquilo, pero no llegaba, tras casi una hora sin llegar al objetivo, lo dejé frustrado y me quedé dormido. Esa fue la primera vez que sentí que algo no iba bien con mi pene.

La maldición de Edgar - Parte 1

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