TE VOY A CASTIGAR POR MARIQUITA - Parte 6

Pero eso fue precisamente lo que terminó pasando. Riadas de meada salieron por las comisuras de mis labios sin yo poderlo evitar y sendos charcos de meada se formaron en el suelo. Ahmed se enfadó muchísimo. Protestó -¿qué es esto, puta? No sabes servir a un amo. Eres una escoria-. Sacó al fin su largo y grueso miembro de mi tubo digestivo y de mi boca que babeaba abundantemente. Ahmed me dio una bofetada tan rotunda que perdí el equilibrio y caí al suelo. Desde mi posición inferior lo veía como un dios macho, musculoso y altivo, cruel e implacable. Secamente dio una orden -¡látigo!- y apareció, salido no sé de donde, uno de sus asistentes que le ofreció, haciendo una reverencia un látigo depositado en un bandeja de plata. El asistente estaba feminizado, pues iba disfrazado de criada. Otros dos asistentes me alzaron y me ataron por los tobillos y las muñecas a unas correas y quedé expuesto en forma de equis para que Ahmed me administrara el severo castigo. Me dijo con voz amenazadora -te voy a azotar por mariquita inútil, por no saber servir a un macho. A un macho hay que servirlo con absoluta eficiencia-. Yo lo veía reflejado en el espejo que había en la pared que tenía en frente. Ahmed acercó su varonil mano a la bandeja y tomó el látigo. No le prestó ninguna atención al asistente feminizado que sostenía la bandeja. Era un mero esclavo y un mariquita, un ser inferior. Recuerdo que yo detallaba la bonita barba de Ahmed, tan elegante, y sus robustos brazos preparados para azotar con gran crueldad, y observé que simplemente por el efecto de empuñar el látigo el miembro de Ahmed volvió a experimentar una gran erección. El enorme falo volvió a entrar en sus dimensiones más enormes. La piel del morado cabezón estaba tan tensa por la erección que brillaba bajo los focos de la gran sala. La polla de Ahmed era una polla con el cabezón mirando hacia el techo y se había excitado tanto ante la idea de azotar y de empuñar el látigo que del agujerito del cabezón asomó una gota de líquido preseminal y quedó allí, estática, como si fuera una prodigiosa perla que adornara la enorme polla. Al contemplar en el espejo esas maravillosas imágenes mi ano empezó a dilatarse y a contraerse rítmicamente, lubricándose, pidiendo polla. Ahmed se dio cuenta de ello -¿qué es esto, puta? ¿quieres polla, puta? Yo te voy a azotar para castigarte y tu quieres polla. Eres una escoria. Eres un mariquita que no merece más que castigo-. Siempre me han fascinado los hombres que tiene una erección cuando azotan con látigo a otras personas. Es una características que me parece muy varonil, elegante y varonil, aristocrática y al mismo tiempo varonil, que demuestra superioridad genética, de hombres con una inteligencia diseñada por la naturaleza para dominar y someter a los demás y simplemente por ello deberían de ocupar las posiciones más destacadas en la sociedad, las posiciones de mayor poder económico y político. Es lo que se merecen. (Continuará)