Carlos, “el Roca”, era, con mucho, el preso dominante de la cárcel. Le llamaban así por su físico y su actitud. Era una mole de carne, muy fuerte, sus bíceps parecían cuádriceps, sus brazos parecían piernas y sus glúteos eran grandes y firmes. Era admirado, respetado y temido a partes iguales por los otros reclusos. Su pena no era larga, no había delito de sangre, fue condenado por un delito menor, pero que por irrespeto al juez y por poca efectividad de su abogado de oficio, terminó con mayor condena de que la hubiese tenido de otra forma.
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De niño era ya absolutamente masculino. Pero cuando tenía 14 años sucedió algo que le marcó. Sus padres y sus tíos decidieron irse de crucero. Querían llevarlo con ellos pero él no quiso ir, prefirió quedarse con su primo de 20 años con quien se llevaba muy bien. Pero al segundo día éste le sorprendió husmeando en su habitación, en sus cosas, se encabronó y empezó a pegarle. Le sujetó fuerte y le empezó a azotar, pero al Carlos resistirse y tratar de escabullirse, le cogió por el short que era lo único que llevaba, tiró de él, lo rasgó y terminó rompiéndoselo completamente. Su primo lo volvió a traer hacia sí y siguió pegándole, pero al ver esas nalgas, tan buenas nalgas, se excitó, a la fuerza lo manoseó y le pego todo lo que quiso y terminó clavándosela, lo desvirgó. El asunto no quedó ahí, porque durante esas dos semanas que duró el crucero le siguió follando casi a diario. Carlos pensó que se lo había buscado, en cierto sentido justificaba a su primo. Lo que sí le hizo preocuparse fue, que días después, le empezase a gustar.
Con los meses y años eso seguía en su cabeza, no que había sido abusado, sino lo segundo, que le hubiera gustado. Seguía siendo y sintiéndose masculino, y follaba con chicas, pero esa inquietud seguía ahí y la manera de compensarla fue hacerse aún más hombre, machacarse en el gimnasio y controlar cualquier movimiento, cualquier frase o pensamiento. Se auto exigía ser muy macho.
Por otra parte, a pesar de ocuparse de dar una imagen absolutamente heterosexual para el exterior, internamente se consideraba bisexual en digamos una proporción de 90/10. En la calle, en libertad, le bastaba con las relaciones sexuales que tenía con chicas, que por su físico nunca le faltaban, pero en ambientes donde hubiera sólo hombres no podía evitar fijarse en sus paquetes.
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Después de dos meses encerrado, su parte homosexual fue emergiendo, no había mujeres y lo que tenía a vista eran todos hombres, y poco a poco consideraba, descartaba y volvía a considerar tener sexo con algún macho. Los demás reclusos estaban excluidos, su imagen de alfa no podía verse amenazada. Por otro lado tenía que mantener un nivel de alerta para conservar su status en la cárcel y eso le cansaba, le desgastaba, necesitaba relajarse. Entonces se empezó a fijar en los guardias, los funcionarios de prisiones. Hubo uno que le gustó y con el tiempo comenzó a desearle, tanto que empezó a mirarle insistentemente para llamar su atención, siempre cuidando que el resto, especialmente su compañero de celda, no se percatase.
Bruno, que así se llamaba ese guardia, era un hombre más alto, musculado también, pero no tanto como El Roca. Al principio pensó que le miraba porque se quería imponer también con ellos, con los funcionarios de prisiones, pero pronto se dio cuenta que esas miradas eran sólo con él y que tampoco parecían incriminatorias o retadoras, parecía otro tipo de interés.
El Roca tenía buen ojo clínico, suponía que Bruno podría haberse follado a algún tío alguna vez o por lo menos que no se ofendería si algún preso se le insinuaba y que tampoco usaría eso para señalar a nadie, le parecía buen tío. Por tanto tomó la decisión de acercársele de alguna manera. El asunto ahora era cómo. Empezó a pensar en ello, sabía que cuando algún preso incumplía alguna norma o se revelaba de alguna forma era habitual que lo llevasen a una celda de aislamiento que estaba distante a todo lo demás y que por otro lado, era el mismo guardia de turno quien lo llevaba. Así que le pareció buena idea hacer algo para que Bruno lo llevara y así poder hablar con él sin que nadie más escuchara. En un pase de revista, en que los reclusos tenían que ponerse de pie junto a las rejas que daban al pasillo, se quedó acostado en la cama. Cuando terminó la revisión rutinaria de los presos, Bruno entró en la celda, lo esposó y se lo llevó a la celda de aislamiento.
- Bruno: “¿Qué te pensabas Roca, que puedes hacer lo que te salga de los cojones?”
- El Roca: “No señor, fue a postas, sabía lo que iba a pasar”
- Bruno: “¿Cómo que a postas?”
- El Roca: “Sí, quería que estuviésemos a solas, quería hablar con usted”
- Bruno: “¡Qué raro verte tan respetuoso! ¿qué quieres?”
- El Roca: “Es que estoy muy tenso, necesito relajarme, necesito sexo”
- Bruno: “¿Y a mí qué? Ni sueñes con pensar que te pueda traer una mujer o una puta”
- El Roca: “No es eso lo que quiero… lo que quiero es contigo”
- Bruno: “Pero ¡qué cojones!, me dan ganas de darte un buen bofetón para que me respetes… con el tiempo que llevo aquí he visto como presos incluso casados terminan teniendo sexo unos con otros, pero una propuesta como esta con un guardián nunca… pero ten claro que no pongo culo”
- El Roca (mirándole a los ojos): “No… si el que quiere poner el culo soy yo”
- Bruno (sorprendido): “O estás loco o todo esto es una broma”
- El Roca: “Por favor escúcheme… mire, usted y todos me ven como me ven y como soy la mayor parte del tiempo… pero hay otra parte en mí… un poco de paciencia… trataré de resumir… a los 14 años mi primo de 20 me abusó y me desvirgó, me estuvo follando dos semanas… pero eso lo asumí, no me trastornó mucho… lo que sí me hizo pensar es que en esos días terminó gustándome, me gustaba ver como se excitaba, como me dominaba y le gustaba mi culo… eso fue lo que me hizo hacerme una blindaje exterior muy de forzudo… me gustan las mujeres pero de vez en cuando necesito un macho… y no para un sexo como con las tías… un macho que me castigue, que me domine como lo hizo mi primo… y aquí al estar sólo entre tíos esa parte de mí sale más… pero confío en que si se niega no lo comente”
- Bruno: “¡Cojones Roca! me dejas en una pieza, he visto muchas cosas aquí pero jamás lo hubiera pensado de ti”
- El Roca: “¿y…?”
- Bruno: “Te dejo aquí encerrado, tengo que tomarme un tiempo para pensar y digerir esto… lo que desde ya despreocúpate que comentario no va a ver ninguno”
EL ROCA I – En la cárcel
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