Vistiendo a un esclavo – La Academia De Amos y Esclavos – CAPÃTULO 4
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- Vamos, levántate. Es hora de que te vistas – Le dice Ãlex a la vez que le tira el traje de látex que antes habÃa observado.
Ese simple contacto con el látex impulsa su polla contra las paredes de la jaula. Con lentos movimientos Marc se levanta. Despega su torso de la silla, gira noventa grados y con un ligero salto queda de pie con el traje en sus manos.
Lo estudia, completamente negro, mangas largas terminadas en guantes. Las piernas también terminan en una funda para los pies donde los dedos se colocan por separado. Dos únicas oberturas, el cuello, la entrada, y una mucho más pequeña para la polla, o la jaula de castidad en su caso. El traje viene cómodamente lubricado por dentro, Marc se lo pega al pecho ansioso por sentir su tacto, su polla reacciona dentro de la jaula, duele un poco, pero merece la pena. Marc observa un último detalle que le habÃa pasado inadvertido. En la parte trasera, en el culo, sobresale una funda, un condón del mismo material, sabe que irá introducido dentro de él. Entiende que ese era el propósito del lubricante que Ãlex le ha metido por el culo.
- Vamos, no te quedes allà parado, póntelo.
- ¿No me vas a ayudar? – pregunta Marc
- Yo me quedo aquà sentado. Disfrutando de las vistas… - Dice Ãlex sentado en un sofá, con un cigarro en la mano izquierda. Con el Ãndice de la mano derecha remueve un gin-tonic en copa con un cubito de hielo y media rodaja de limón colocada en el borde. Cuando está a su gusto se chupa el dedo exagerando la sensualidad del gesto y coloca una pajita en la copa.
Mientras, Marc empieza a introducir las piernas en su traje y lucha por mantener el equilibrio. Observa como Ãlex da una buena calada a su cigarrillo y de seguido un sorbo de su copa. Mientras bebe golpea la boquilla con el pulgar y la ceniza en la punta cae al aire. Gracias a IRIS, que conoce esa molesta costumbre de Ãlex, las cenizas se vaporizan antes de tocar el suelo.
Con el trasero en el suelo Marc va colocando uno a uno los dedos de los pies en su lugar. En un traje como ese, fabricado por IRIS, todo encaja a la perfección, ni sobra ni falta por ningún lado. Se pone en pie con el cuello apretado en la cintura y empieza a tirar de las piernas hasta que el material queda uniforme y tenso.
Sube el cuello hasta el pecho e introduce con cierta dificultad los brazos. Atrapado en el interior termina de subir el cuello hasta el lugar que le corresponde. La jaula queda atrapada y presionada, no ha encontrado el agujero que le corresponde. La fricción la ha colocado en una posición incómoda, un poco dolorosa. Su intento de erección, causado por el contacto cada vez mayor con el látex y la presión ya uniforme en sus piernas, tampoco ayudan. No podrá arreglarlo desde dentro asà que procede a introducir los brazos en las mangas.
Primero el derecho, que entra fácilmente en un rápido movimiento, queda perfecto, ni una sola arruga, ni siquiera en las manos o los dedos. El talento de IRIS es increÃble, incluso en su axila la presión es uniforme. Tampoco es tan difÃcil cuando puedes escanear un cuerpo átomo a átomo y manufacturar un traje a medida, átomo a átomo.
El segundo brazo es un poco más difÃcil, con la creciente incomodidad en su polla y el espacio cada vez más ajustado en el interior, Marc, tiene que esforzarse. Tiene que ayudarse con el otro brazo ya enfundado. Lo consigue e inmediatamente con ambos brazos de nuevo funcionales, hurga dentro del agujero en su entrepierna. Con ayuda de los dedos de ambas manos logra encontrar y dirigir la jaula hasta su sitio. Siente el frÃo en la polla en contacto con el aire, pero el catéter no ha salido del todo, ha quedado atrapado, nada que no pueda solucionar con un rápido movimiento con el Ãndice.
Marc se siente aliviado, ha sido un procedimiento arduo, pero le falta un último detalle su culo. DesearÃa poder verse, se siente genial, pero está seguro de que se ve más sexi aún. Lo comprueba y no hay ningún espejo en la sala, una pena. Se mira la polla en la jaula y tal y como imaginaba se ve ridÃcula, con el tubo allà colgando. Ojalá verla de frente en un espejo.
Se mueve despacio y disfruta de las sensaciones en su cuerpo. Decide girarse para que Ãlex, que ya casi se acaba la copa, pueda verle meterse ese condón en el interior de su cuerpo. Se pone de rodillas y se agacha hasta apoyar la frente en el suelo. Dirige sus manos hacia atrás, una entre las piernas y la otra por encima de la espalda.
- ¡Para! De eso me ocupo yo. Te lo voy a meter con la polla. Ven aquà y lubrÃcala. No te levantes, ven a cuatro patas. - ordena Ãlex
Sin decir nada, Marc se gira y empieza a gatear. Levanta su culo y alza la cabeza para mirar a su compañero. Qué sexi es. Con una mano, Ãlex, se desabrocha la cremallera en su entrepierna, con la otra se acaba el gin-tonic. Su polla dura sale disparada, recta y hacia arriba. Marc llega a su destino, se coloca entre sus piernas y le observa agarrar el trozo de limón que ha quedado abandonado en la copa. Se lo ofrece, y Marc arranca la pulpa con los dientes. Para algunos puede parecer un castigo, pero es un gesto de amor, a Marc le encanta el limón, y Ãlex lo sabe.
Marc saborea la fruta, conserva un poco del delicioso gusto a gin-tonic. La acidez le llena la boca de saliva. Traga y se mete esa preciosa polla en la boca, sin decir nada, sin usar las manos, sin dejar de mirar a su compañero a los ojos. Chupa el glande con ganas, juega con la lengua, se la mete hasta la mitad, todo lo que puede sin entrar en su garganta. Se la saca y la recorre con la lengua de arriba abajo.
A cuatro patas, con las rodillas y los puños cerrados en el suelo babea toda la polla. Entonces se la mete hasta el fondo, toda, hasta que su nariz queda pegada a los marcados abdominales de Ãlex. Látex es lo único que huele, una mano le presiona por la nuca y le impide separarse, tampoco lo intenta. Ãlex se levanta del sofá sin sacarle la polla de la garganta.
- ¡MÃrame a los ojos! - Marc los habÃa cerrado
Ãlex saca la mitad de su polla, sale chorreando y se la vuelve a clavar entera, de golpe. Una arcada se propaga en forma de espasmo por todo su cuerpo. La mano en la nuca no le suelta.
- ¡Aguanta allÃ! Cinco segundos – y empieza a contar – cinco, cuatro, tres – una nueva arcada, abundante saliva sale disparada de su boca - dos, uno… – le libera. La polla está realmente húmeda. Marc se limpia la cara con su brazo, de hecho, como consecuencias de tener la mano cubierta de látex, solo se esparce sus propias babas.
- Súbete al sillón - ordena Ãlex. Marc obedece con un sonoro si Amo.
Siente como primero con los dedos, su compañero le introduce un poco el condón que cuelga de su culo, pero no llega a sentirlos dentro, solo ubica su ano. Lo que si siente entrar es la polla de Ãlex. Duda al principio, pero entera. Reposa dentro de él unos segundos y luego cogiéndolo de la cintura le da un par de suaves embestidas. Ni una, ni tres, dos. Luego la saca, Marc hubiese deseado más, su polla aplastada dentro de la jaula es testigo, pero supone que se hace tarde y Ãlex tiene prisa.
- ¡Ven! ¡Levántate! ¡SÃgueme! – Marc obedece, sin decir nada, pero con cara de felicidad le sigue hasta la mesa donde se encuentra la camisa de fuerza.
- Mete los brazos por aquÃ.
Látex contra látex, la tarea requiere un pequeño forcejeo, pero lo consigue. Mientras sus brazos cuelgan por delante, dentro de las mangas terminadas en una correa que llega hasta el suelo, Ãlex le gira cogiéndole de los hombros. Cierra con fuerza una correa en su cuello y otras tres repartidas a distintas alturas de la espalda. Le cruza los brazos por delante del pecho y se los ata por detrás, Marc se esfuerza en mantener el equilibrio, con cada tirón tiene que abrir un poco más las piernas. Las últimas dos correas se las pasa por el interior de los muslos, tiran de su entrepierna hacia arriba y de la restrictiva chaqueta hacia abajo. Su polla estarÃa realmente dura si no fuese por la jaula de castidad que empieza a molestarle. De repente Ãlex le mete dos dedos por el culo y hurga en su interior.
- Ya casi estamos, estás quedando precioso cariño – le dice Ãlex sacándole los dedos – Los últimos detalles y estamos listos para ir a conocer a los demás – añade.
Ãlex se dirige hacia un cajón y vuelve con unas tobilleras y un collar, tienen algunas piezas metálicas que tintinean al andar. Arroja las tobilleras en la mesa y se queda de pie frente a él con el collar en la mano. Se sonrÃen, se lo pasa por detrás del cuello y lo ata por delante. Le coloca un candado para cerrarlo y tira de él con fuerza para besarlo. Marc desearÃa rodearle con sus brazos, pero es incapaz.
Recupera las tobilleras y las tira al suelo mirándole a los ojos. Se arrodilla, se las coloca en los pies y las cierra con un candado.
- No te las uno porque iremos andando, asà te acostumbras a que la gente te vea. Y yo me rio un poco…
- Veo que estás realmente decidido a divertirte conmigo - responde Marc
- A divertirme, a usarte, a humillarte, a castigarte, a entrenarte… Amor mÃo, tú no lo sabes, pero hoy solo es el primer dÃa del resto de tu vida. – Le mira a los ojos y le coloca las manos en los hombros mientras se lo dice, Marc se funde por dentro, nervioso, un poco asustado, pero ansioso. – Ahora vuelvo
Ãlex regresa con un imponente gancho de metal y un bote de lubricante en la otra mano. En un extremo, una bola de acero, cuatro centÃmetros de diámetro, en el otro una anilla de la que cuelga una cadena de argollas metálicas de no más de dos palmos de longitud.
-Anda, gÃrate, y tira el pecho encima de la mesa – Ãlex no dice nada más. Marc simplemente obedece. Se queda con una mejilla pegada a la mesa y la jaula de castidad aplastada entre su cuerpo y la madera. Su polla palpita, oye el caracterÃstico sonido del lubricante al abrirse, luego silencio.
La esfera metálica aparece a las puertas de su ano, incluso a través del látex el tacto es frÃo. Sin más preliminares, Ãlex empieza a presionar. No entra fácilmente, pero cuando entra, Marc experimenta el dolor de ser atravesado y el alivio cuando por fin está dentro. No ha terminado, sigue empujando y puede sentir como la esfera se desplaza en su interior, sube unos siete u ocho centÃmetros por su recto antes de llegar a su destino.
Ãlex le ayuda a ponerse en pie, o más bien tira de su pelo hasta que lo logra. Tira de la cadena con fuerza y la ata a una anilla en su collar, se oye el “clic†del candado al cerrarse. Incluso con la espalda completamente recta el collar le dificulta respirar y la sensación en su ano, aunque empieza a acostumbrarse, es realmente incómoda. Trata de moverse un poco, pero cada pequeño movimiento le traslada sensaciones por todo el cuerpo.
Nuevamente, Ãlex le da la vuelta, esta vez puede ver la incomodidad reflejada en su cara.
- Una última cosa y ya estarás listo – dice Ãlex – No te preocupes que esta no duele…
Ãlex se arrodilla y ata una bolsa para la orina en el muslo derecho de Marc. Con dos correas de látex queda perfectamente sujeta. Con un tubo de la longitud estrictamente necesaria une la bolsa con el catéter y retira la pinza que lo taponaba. La bolsa empieza a llenarse y Marc experimenta el calor que le transmite el tener su orina pegada a su muslo en una bolsa.
- Ahora sÃ, ya estás listo. ¿Quieres ver como has quedado? – pregunta Ãlex
- Si, por favor, te lo suplico Amo – implora Marc
- Pues para empezar, se suplica de rodillas
Marc se deja caer sobre sus rodillas y se arrepiente de inmediato. El gancho en el culo no perdona y tiene que esforzarse en no reflejar en su cara el tirón que su ano acaba de experimentar.
- Por favor amo, por favor. Te suplico que me dejes observar como ha quedado este cuerpo – dice Marc mirándolo a los ojos
- Está bien. IRIS deshazte de todo esto y pon un buen espejo para que Marc pueda verse
Mientras el salón vuelve a su estado habitual Ãlex ayuda a su compañero a levantarse tirando de la cadena en su espalda que traslada la tensión a su culo y a su cuello por igual. Un espejo se materializa frente a ellos y Marc se observa. Todo él está cubierto de negro. El único toque de color son los candados dorados en sus tobillos y cuello, la cadena plateada en su espalda y el catéter amarillo que sale de esa ridÃcula polla enjaulada que tiene entre las piernas. Ãlex también observa el reflejo de Marc en el espejo, se balancea sin brazos, admira su obra.
- Ya sé que te he dicho que habÃa terminado, pero falta un último detalle – Dice Ãlex antes de abandonar la escena
Regresa con una mordaza en la mano. Una bola de silicona roja con un montón de correas de cuero. A Marc le gusta lo que ve, realmente era el detalle que faltaba.
- ¿Quieres decir unas últimas palabras? – Pregunta Ãlex sosteniendo el artilugio a la altura de su cara
- Quiero besarte – responde Marc mirándolo a los ojos con deseo
Se besan apasionadamente. Ãlex le rodea con los brazos, le agarra del cuello y le aprieta las nalgas en el transcurso del largo beso.
- Te quiero
- Te quiero
Ãlex le coloca la bola en la boca, Marc la muerde y se la acomoda con la lengua. Su compañero se la ata por detrás con tanta tensión que el proceso de acomodarla pierde sentido. Una correa en forma de “Y†invertida le rodea la nariz y se ata por detrás. La última desde arriba de su cabeza le rodea la barbilla y le obliga a morder con fuerza la bola de silicona. Su mandÃbula queda fijada, no puede ni abrir ni cerrar la boca un solo milÃmetro. Respirar, solo por la nariz.
Ãlex le da un beso en la mejilla y le gira para que se observe de nuevo en el espejo. Mientras le meten un dedo en el culo que a duras penas entra en conjunto con el gancho y le masajean la jaula de castidad, que casi no se mueve con la erección en su interior, Marc se da cuenta de algo.
Salir asà a la calle será la mayor humillación que ha vivido nunca, pero también sabe que en muy poco tiempo las vivirá mucho mayores. Está tan cachondo de solo pensarlo…
Vistiendo a un esclavo – La Academia De Amos y Esclavos – CAPÃTULO 4
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