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Mi AMO el trajeado ¿Quién es realmente este hombre?

Escrito por: Sumisitoguapo

Ocurrió hace poco en una capital de provincia española, no puedo decir en cuál. Tuve que ir por trabajo un par de días.

La primera noche estaba en el hotel viendo la TV y cansado de toda la jornada. Mi Grindr llevaba todo el día on fire pero no había podido hacerle mucho caso, es curioso cómo en las ciudades pequeñas y medianas uno triunfa en estas apps, eres la cara nueva, y si los “discretos” ven que eres foráneo se animan a enviar fotos y a quedar porque ven más protegida su intimidad. El caso es que estaba a punto de quedar con un cachas “discreto” por el que me había decantado, vivía sólo cerca del hotel y aunque me daba mucha pereza vestirme y salir, su cuerpo y su enorme miembro lo ameritaban.

Estaba atándome las zapatillas para salir cuando un hombre sin foto de perfil me abrió conversación: “Hola, busco pasivo discreto, limpio, guapo y sumiso para que se ponga a mi disposición” y a continuación adjuntó una foto en la que vestía de traje pero tenía la cara emborronada. Amplié la foto y pude observar que se trataba de un traje bueno, le quedaba como un guante. Abrí su perfil. Tenía 39 años, activo, 1,85 y 77kg. En la descripción decía que buscaba “sólo sumisos discretos menores de 36”. Le devolví el saludo. Le había dicho al cachas que en 10 minutos estaría en su casa pero el trajeado me intrigaba mucho. “Qué pasa zorrita, nunca te había visto por aquí ¿eres obediente y discreto ?”

Le conté que estaba allí por trabajo y que precisamente, soy muy pero que muy obediente. Parece que esas palabras fueron musica para sus oídos, o más bien partituras para sus ojos. Me preguntó a ver dónde me quedaba y le di el nombre de mi hotel. Me exigió más fotos de cara, una de culo y otra desnudo de frente. Se las pasé en un álbum. Pregunté si podría ver alguna suya con educación y cautela. Sólo me pasó una efímera en la que volvía a tener la cara emborronada, estaba en la plaza principal de esa ciudad y vestía camisa y chinos. Acompañó la foto con un comentario:“Voy directo al grano” me dijo “busco una zorra como tu, pero no voy a pasarte foto de cara. Voy a ir a tu habitación, te vas a poner un pañuelo o algo que te tape los ojos, me vas a esperar desnudo y de rodillas. Te voy a dar un buen chute de ppper y me vas a hacer caso en todo. No me va scat, no me va la sangre y no me va que llegues a verme. Lo tomas o lo dejas, no voy a mandarte fotos ni a discutir pormenores”.

Me lo pensé durante unos segundos. El cachas estaba muy bueno y me esperaba en 5 minutos pero era uno más, no me generaba cosquilleo, no segregaba adrenalina el pensar en ir a su casa. Por el contrario, la sola idea de pensar en el trajeado aceleraba mi pulso. Acabé aceptando la propuesta del trajeado: “Esperaré desnudo, de rodillas y con una corbata tapando mis ojos” le hice saber.

“Muy bien putita, llegaré en 10 minutos, si no te encuentro en posición me largaré. No me falles. Dime número de habitación y te escribiré cuando esté llegando”.

5 minutos después yo ya estaba en bolas y de rodillas en el suelo junto a la cama con la corbata en la mano y con el nudo preparado para ajustármela alrededor de mi cráneo y bloquear mi visión. Estaba nervioso. Comencé a tocarme suavemente el ano, estaba mojado ya. Continué estimulándomelo, cada vez sentía un placer mayor. De pronto sonó Grindr. Era el cachas: "¿Estás de camino?”. Lo ignoré y continué tocándome. Volvió a soñar Grindr. Era la foto polla de un tío random. Seguí a lo mío, mi dedo cada vez entraba mejor en mi culito cuando sonó Grindr por tercera vez. Era el trajeado: “ Estoy en el hall, más te vale que estés en posición”. Mi corazón se aceleró: “Estoy en posición”. Me levanté rápido y entreabrí la puerta de la habitación, me arrodillé junto a la cama y coloqué mi corbata cegándome completamente.

Un minuto después escuché cómo la puerta se abría y cerraba delicadamente, después unos pasos en el breve pasillo de la entrada, el ruido de un abrigo sobre el butacón y unos pantalones bajándose y cayendo al suelo. “Así me gusta, buen sumiso…”dijo una voz suave y aterciopelada, la verdad es que me la había imaginado más ruda. Noté cómo el trajeado se colocaba junto a mí y me tocaba el pelo. “No me fío de esa corbata… cierra los ojos, no los abras, voy a colocarte un antifaz”. Así lo hizo. “Buen chico” añadió cuando ya me hubo colocado el accesorio. “Extiende la mano con la palma hacia arriba” y a continuación colocó un botecito de vidrio sobre la misma, “cuidado, no está bien cerrado, dale un buen viaje”. Acerqué el bote a mi nariz y aspiré fuerte primero de un lado, y luego del otro. “Bieeeeennnn…” celebró el trajeado. Mi cabeza comenzó a dar vueltas y mi corazón palpitaba fuertemente, ese bote lo cargaba el diablo. Abrí los ojos por inercia. El antifaz no bloqueaba bien mis ojos. Quedaba una pequeña ranura. Pasa mucho. No dije nada. Sólo veía dos piernas bastante morenas, con abundante vello negro rizado y un calzoncillo de pata y de tela, de estos que quedan sueltos. Su polla estaba dentro pero apuntaba directamente hacia mi. Menuda tienda de campaña. Note cómo el trajeado agarró mi cabeza y la atrajo hacia su paquete. Mi nariz no tardó en chocarse contra su duro miembro. El trajeado comenzó a frotar mi cabeza contra la tela del calzoncillo y yo comencé a respirar fuertemente fruto de la excitación. Pronto decidió bajarse el gayumbo y meter su gran polla en mi boca. La tenía peluda. Notaba su duro vello púbico en mi boca porque los pelos además de poblar su pelvis y su escroto, trepaban también hasta la zona media de su pene. No me importó, al contrario. Yo sólo quería darle placer por lo que me esmeré. Comencé a hacer mis artimañas con la lengua mientras él empujaba mi cabeza contra su aparato. “Joder niño… que boca tienes cabrón” dijo antes de soltarme una inesperada bofetada. “¿Tienes mucha práctica e… zorra? Pues sigue practicando”. Y a continuación me clavó la polla en la garganta. Casi me la perfora. La sacó.

“Levanta un poco la cara y abre la boca zorra”. Así lo hice. Conseguí verle unos segundos de cintura para arriba por la minúscula ranura. El tío era un cayetano de pelo en pecho, muy estilizado y definido. De cara era guapo, morenazo de rasgos marcados. Tenía la barba afeitada, el pelo castaño y rizado y dos largas patillas estilo torero. Pronto vi como lanzaba un lapo hacia mi boca. “Trágatelo”. Obedecí. “Pareces buen chico pero la comes como un putón. ¿Cuántas pollas has comido hoy?” No sabía que decir. “¿Eres mudo? ¡Contesta!” Su voz se tornó algo menos aterciopelada. “Sólo la suya amo” dije suavemente. “No te creo” sentenció.

De pronto me agarró por la zona superior de los dos brazos y me levantó del suelo. Tenía fuerza. Despacio me dirigió hacia el baño. “Agáchate” me ordenó. Así lo hice. Por la ranura vi que me había colocado en medio del baño. “La palma de la mano hacia arriba, vas a pegarte otro viaje”. Colocó el botecito en mi mano y apenas había empezando a aspirar cuando noté un líquido caliente y abundante cayendo por mi pecho. Entre el mareo del ppper, lo calentito y el intenso olor de su orina me excité muchísimo. “Abre la boca cerda”. Su pis tenía un sabor muy fuerte, sabor a macho. “Traga…eso es… bien marcado para que sepas de quien eres ahora cerda”. La cantidad de líquido era tal que mi boca colapsó y la orina comenzó a caer al suelo del baño.

Cuando la micción terminó, el trajeado volvió a agarrar mi cabeza y a meter su polla en mi boca. Estuvo un buen rato taladrándome la garganta. Yo estaba extasiado y me llevé la mano a mi pene para comenzar a masturbarme. El trajeado me dio una torta. “Tienes prohibido tocarte, tu estás para darme placer a mi pedazo de cerda. Levanta” me ordenó antes de llevarme a la ducha. Abrió el agua fría y comenzó a mojarme entero. El agua estaba helada. Pegué un respingo y protesté. “¡Te jodes!” Me dijo burlón.

Una vez limpio, la tortura del agua terminó y el trajeado comenzó a secarme. Lo hacía de forma delicada. Una vez seco, me cogió del brazo y me dirigió de vuelta a la habitación hasta que mis espinillas chocaron contra la colcha de la cama. “Súbete a la cama y ponte a cuatro”. Obedecí. El trajeado juntó mis muñecas en mi espalda y las ató con lo que noté que era mi corbata. Sin previo aviso me penetró bruscamente. Ví las estrellas. Lloriqueé. “No te quejes zorra. A las zorras como tu hay que tratarlas así “. Me dolía y bastante. Seguí lloriqueando pero eso parecía excitarlo más. Siguió haciéndomelo bruscamente. Soy un buen sumiso y me aguanté, pero no podía evitar el lloriqueo. El trajeado jadeaba y jadeaba y a mí no se me pasaba el dolor. Unos minutos más tarde sus jadeos se tornaron más y más fuertes. El trajeado tiraba de la corbata para impulsarse e inmovilizarme a la vez. Me dolían los brazos y el ano. Me dolían mucho. Sus jadeos se convirtieron en gritos y mis lloriqueos también, se estaba corriendo.

Tras vaciarse se dejó caer sobre mi espalda. Noté su vello sudado mojando mi cuerpo trasero. Estuvo así unos 30 segundos. Cuando se hubo recuperado la sacó de mi culo y se quitó el condón.

“Quédate quieto hasta que cierre la puerta”. Escuché cómo se levantaba y vestía. Cuando parecía que se alejaba por el pasillo me atreví a hablarle: “¿Te importaría desatarme?” Balbuceé. Escuché cómo el trajeado se acercaba y noté cómo liberaba mis manos. Descansé. El trajeado se acercó a mi oído: “Gracias nene” me susurró antes de alejarse. Escuché la puerta cerrarse y me quité el antifaz. Me di la vuelta y comencé a masturbarme imaginando que el trajeado me lo hacía a lo misionero. Duro pero cariñoso.

Cuando terminé me incorporé. El condón estaba en el suelo cargado de lefa. Tenía un poquito de sangre por fuera. Lo envolví en papel higiénico y lo tiré a la papelera. Cuando llegué al baño vi el desastre: había bastante orina en el suelo. Saqué las toallitas húmedas y limpié las baldosas. Después me duché y me metí en la cama aún con el culo, las muñecas y la garganta doloridas. Comencé a navegar por Google. Me salían noticias de esa ciudad: que si la población había descendido un 2% en el último año, que si el proyecto de sustituir las jardineras de una de las calles principales se había paralizado… hasta que la foto de una noticia me dejó helado. Era el trajeado. El titular decía: “Es intolerable la subida de la delincuencia que vivimos en la ciudad”. Entré a leerla incrédulo. Era una entrevista al líder del principal partido en la oposición del ayuntamiento de la ciudad. Busqué su nombre el Google. El tío era un conocido político en la ciudad, muy conservador, casado con una mujer y con 3 hijos.

No me culpéis a mi, yo estoy soltero, pero no pienso volver a verle si me toca regresar allí.

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