El Güicho siempre había sido un cabrón bastante ojete. Es siete años más grande que yo y desde que éramos niños nos traía de encargo a mi hermano Juanito y a mi.
Abusivo, bully, ratero; era un estuche de monerías. Los tres crecimos en un pueblo donde no había muchas posibilidades de salir adelante; el Guicho siempre fue más alto que nosotros, aunque somos primos el es de tez muy blanca, Juanito y yo somos morenos y bajitos.
El Güicho cumplió 21 años y se fue a vivir al gringo. Creo que el pueblo entero hizo fiesta ese día.
Cuando mi hermano cumplió la mayoría de edad, el y yo nos fuimos juntos a la capital; después de varios trabajos conseguimos que nos emplearan como conserjes en un complejo residencial para ricos.
Vivíamos en la azotea de uno de los edificios, en un cuarto muy pequeño en el que apenas cabía nuestra litera, una mesa, una hornilla y teníamos un baño sin puerta.
Mi mamá nos llamó un día para contarnos que al Güicho lo habían metido a la cárcel en Atlanta. Supongo que creyó que nos importaría. No sabía mucho del tema solo que al parecer lo habían agarrado robando con un arma de fuego.
Mi hermano y yo seguimos trabajando duro, ganándonos la confianza y el aprecio de todos los inquilinos que vivían en el complejo residencial hasta el día que mi mamá nos llamó para contarnos que deportarían a mi primo.
Ese día mi madre nos insistió, casi nos rogó que dejáramos vivir al Güicho con nosotros, por más que le explicamos que no teníamos lugar para acogerlo no hubo manera de hacerla desistir - ustedes son buenos y trabajadores y le pueden enseñar a su primo a ser honrado- nos decía.
Ni Juanito ni yo creíamos que podíamos cambiar nada a ese cabrón, había nacido malo y malo se iba a morir. Pero como no nos gustaba escuchar a nuestra madre rogando terminamos por aceptarlo y el dueño del complejo residencial nos autorizó tener un conserje más con la condición de que repartiéramos lo que nos pagaba entre los tres.
Cuando el Güicho llegó del gringo había cambiado físicamente: ahora tenía 33 años, tenía los mismos rasgos y su piel seguía siendo muy blanca pero ahora era un cabrón muy musculoso, de hombros anchos y piernas muy gruesas, pecho redondo bien marcado y unos brazos tremendamente grandes. Desde que le salió pelo en la cara se ha dejado el bigote y eso le da a su cara un aire de galán de los cincuentas, su cara es muy parecida a la de Jorge Negrete.
Además es muy alto, mide 1’80, mi hermano y yo medimos 1’70 cuando mucho y somos de piel morena y cuerpos fuertes pero delgados, de manera que es difícil para la gente creer que somos familiares.
Pero aunque el Güicho no era físicamente el mismo chavo greñudo y flaco que había dejado el pueblo, seguía teniendo la misma personalidad abusiva y culera de antaño.
En cuanto llegó se agandalló mi cama haciéndome dormir en el colchón que habíamos comprado para que él durmiera en el piso; no le gustaba trabajar y siempre que nos pedían cosas había que rogarle que las hiciera. Se la pasaba dormido de día y por las noches se escapaba para irse a tomar, regresaba borracho, a veces drogado… y un par de veces lo cachamos robándonos dinero.
Aunque ya no éramos unos niños, le teníamos miedo; recordábamos las palizas que nos daba cuando intentábamos encararlo, siempre lo enfrentamos juntos Juanito y yo y siempre nos partió la madre a los dos.
Habían pasado un par de meses desde que llegó a vivir con nosotros y notamos que el primo se nos escapaba del cuarto sin decirnos a dónde iba. Mi hermano Juanito y yo comenzamos a preocuparnos. Si el Güicho ponía tanto esfuerzo en escaparse seguramente estaba haciendo algo muy malo.
Una mañana fingí que me iba al mercado por un encargo y esperé escondido en la azotea a que el Güicho saliera, lo seguí sigilosamente mientras bajaba las escaleras al piso de abajo y luego puse atención en el elevador para ver en qué piso se detenía.
Se fue al sótano que sirve de estacionamiento a los inquilinos. Bajé nervioso imaginando todo tipo de cosas: tal vez les roba objetos de sus autos, tal vez le roba a la gente en el estacionamiento… ¿será tan imbécil como para no darse cuenta de qué hay cámaras?
Cuando llegué al sótano busqué al Güicho entre los coches, pero no lo encontré. Iba a subirme resignado cuando observé que en una esquina donde no había cámaras, estaba un hombre con los pantalones abajo. Me acerqué sigilosamente oculto entre los autos.
Para mi sorpresa, el hombre que estaba volteado hacia la pared con el pantalón abajo era Don Mauro, un hombre de 43 años, casado, que vivía en el séptimo piso.
Don Mauro es un hombre muy deportista, de esos señores que hacen maratón. Mide 1’70 es de piel morena y de cuerpo delgado, lo vi con su playera pegada con la que sale a hacer ejercicio, se le marcaba su pronunciada cintura delgada pegada a la tela. Debajo de la playera estaban sus glúteos desnudos, redondos y duros, muy peludos.
Delante de él, de rodillas estaba mi primo, el terrible Güicho, con la mitad de la verga de Don Mauro metida en su boca.
Parpadeé de puro instinto tratando de asimilar lo que estaba viendo. Mi primo, un cabrón abusivo y rudo estaba ahí arrodillado delante de uno de los patrones comiéndole el pito.
Una verga delgada y alargada, rodeada de pelos largos muy negros. Aunque se veía muy larga mi primo la tragaba sin problema completa, la miraba desde mi escondite desaparecer por completo en su boca unos segundos y luego la dejaba salir chorreando saliva mientras aspiraba aire.
Don Mauro lanzaba gemidos ahogados de placer, sujetó al Guicho de las orejas con ambas manos y comenzó a meterla y sacarla con mucha fuerza, como si le estuviera violando la cara. Mi primo permanecía con las manos detrás en una actitud sumisa y obediente, mirándolo a los ojos con una especie de devoción que jamás le había visto en su cara.
Después de violarle la boca con bastante velocidad, le dió un par de cachetadas con su pito duro en la cara, Güicho respiraba agitado, tomó la verga de Don Mauro en las manos, se la levantó y le lamió los huevos
Eran dos huevotes grandes, bien peludos, Güicho se metió uno en la boca y luego forcejeó para meterse el otro, comenzó a mover la cabeza mientras Don Mauro levantaba la cara en señal de placer.
Don Mauro es un hombre apuesto, tiene la nariz muy fina y los ojos negros, es una cara juvenil a pesar de algunas líneas de expresión en su frente y el contorno de los ojos.
Las manos de Don Mauro sujetaron los cabellos del Güicho y volvió a meterle la verga, esta vez le sostuvo con las manos la cabeza inmovilizándola mientras se la metía despacio hasta la garganta para volver a sacarla completa.
-Gírate- le ordenó después de un rato Don Mauro
-si Papi- dijo Güicho obediente y tuve que morderme los labios para aguantarme la risa
Güicho se levantó, se bajó el short que traía puesto y poniendo sus manos en la pared empujó la pelvis hacia atrás para ofrecerle sus enormes nalgotas blancas y peludas al hombre casado.
Don Mauro volteó a un lado y al otro subiéndose un poco el pantalón y luego se arrodilló detrás de mi primo y hundió su cara entre sus nalgas.
El Güicho que estaba viendo no era para nada el primo ojete que todavía hacía de las suyas en mi cuarto, con sus manos en a pared se entregó como una puta obediente y dejó que Don Mauro le comiera el ano por varios minutos.
-Ya está listo- dijo Don Mauro levantándose unos minutos después, lo vi menearse la verga bien dura.
-Lubrícame Papi- dijo Güicho en tono de súplica- tengo lubricante en mis bolsillos
-No, ya sabes cómo me gusta- respondió Don Mauro rodeándolo con uno de sus brazos mientras con la otra mano dirigía la punta de su verga al culo de Güicho
-Ay Papi, es que la tienes bien grande- lloró mi primo mientras Don Mauro se la metía despacio
-¡Cállate que van a escucharnos!- ordenó Don Mauro sujetándolo de los cabellos, Güicho comenzó a gemir muy quedo, no comprendí si eran gemidos de dolor o de placer, seguramente los dos porque su cuerpo reflejaba esa sensación
Don Mauro continuó metiéndosela Güicho no dejaba de llorar, Don Mauro le dio dos nalgadas para que se callara y Güicho se quedó en silencio.
Luego Don Mauro comenzó a cogérselo a una velocidad frenética… Güicho mantuvo sus manos en la pared y hacía gestos de dolor… parecía que lo estaba violando… lo tomó de los cabellos y lo hizo arquear su espalda, obligándolo a parar más las nalgas, Güicho aguantó como un atleta… finalmente Don Mauro se quedó quieto y comprendí que lo estaba preñando con su leche… tres embestidas firmes después de un rato sin moverse y a toda prisa le sacó la verga y se subió el pantalón.
Güicho se quedó con las manos en la pared, visibilemente agotado, Don Mauro se despidió de él dándole un suave pellizco en la parte baja de uno de sus glúteos y caminó a toda prisa hacia su auto sin darse cuenta de que estaba yo escondido ahí cerca y acababa de verlo todo.
Domesticando al Güicho
Xtudr, el chat esencial para los fetichistas gays, te conecta con miles de chicos en tu área que comparten tus gustos. Disfruta de la comunicación instantánea enviando y recibiendo mensajes.
Explora una forma rápida, sencilla y divertida de conocer gente nueva en la red de encuentros para chicos líder como Switchpoblano.
Con Xtudr, puedes:
- Crear un perfil con fotos y preferencias.
- Ver perfiles y fotos de otros usuarios.
- Enviar y recibir mensajes sin restricciones.
- Utilizar filtros de búsqueda para encontrar tu pareja perfecta.
- Enviar y recibir Taps a tus favoritos.
Regístrate en la aplicación fetichista y BDSM más popular y comienza tu aventura hoy mismo.
https://www.xtudr.com/es/relatos/ver_relatos_basic/40962-domesticando-al-guicho