Hay de todo entre los inquilinos del complejo residencial en el que mi primo, mi hermano y yo trabajamos como conserjes. Son tres edificios de condominios para personas de clase media alta.
De entre todos tal vez el más difícil es Don José Manuel. Don Pepe como todos lo conocemos, vive en el pent House mas costoso del complejo.
Es un rubio muy alto, guapillo, de esos que hablan con la papa en la boca y se las dan de muy varoniles. Tiene ojos azules, es de 35 años, pecho peludo y brazos gruesos que también están cubiertos de pelo café. Su esposa es la más hermosa de todas las inquilinas, aquella pareja tiene siete hijos y Don Pepe es el típico hombre religioso que se la pasa hablando de moral a todos.
En contraste con su educación religiosa nunca nos ha tratado bien, es déspota y mandón aunque hay que reconocer que es el que mejores regalos nos da en navidad y seguido nos invita a ir a su casa a llevarnos sobras de comida bastante sabrosas.
Cuando nos mandó llamar a Güicho y a mi, temí lo peor- ¿seguro que no te vió dando las nalgas en alguna parte?- le pregunté a Güicho verdaderamente angustiado, Güicho lo negó - soy muy precavido- me dijo y no me faltaron ganas de agarrarlo a cachetadas y decirle que lo había visto en el estacionamiento.
-Si Don Pepe te vió nos va a pedir que te vayas- le advertí
-Los otros no van a dejar que me corra- dijo Güicho con su acostumbrada actitud “valemadrista” muy instalado en su papel de la prostituta cara del congal.
-¡Es el más rico de todos y es tan mojigato que seguro nos arma un escándalo!- le advertí- si Don Pepe te quiere fuera te vas o nos va a terminar corriendo a los tres.
Nos bañamos, nos perfumamos y nos vestimos lo mejor que pudimos para ir a casa de Don Pepe.
-Pasen, Don Pepe está en su estudio- nos dice la sirvienta de la casa. Guiñándole un ojo al Güicho que le correspondió el coqueteo. “Nada más falta que también empiece a cogerse a las mujeres del edificio este cabrón” pensé.
Caminamos entre costosas obras de arte religioso hasta su estudio - cierren la puerta, lo que tengo que decirles es algo serio-nos dice con su acostumbrada actitud de superioridad. Don Pepe vestía un costoso saco sobre una camisa sin corbata. Traía un pantalón de vestir color café claro y unos zapatos muy bonitos. De alguna manera todo le combinaba de una forma armónica.
En cuanto Don Pepe nos dijo que tenía algo serio que decirnos comprendí que estábamos en problemas, no nos invitó a sentarnos, permanecimos de pie delante de su escritorio como dos niños en la oficina del director, el permaneció en su lujosa silla de escritorio sentado, mirándonos a la cara.
-En estos edificios todo se sabe- nos dijo recargando su codo en el brazo de la silla y levantando el brazo como un padrino de la mafia - no sé por dónde comenzar. Me enteré de lo que sucedió en la casa de Felipe - la sangre me hirvió de pronto, Don Felipe nos había descubierto en pleno acto sexual… estaba embarrado en el problema hasta las narices.
Me quedo en silencio esperando la sentencia, noto que a Don Pepe le cuesta trabajo decirnos lo que va a decir y espero lo peor.
Don Pepe recarga ambos codos en el escritorio y habla muy quedo como diciéndonos un secreto -Ustedes saben que no soy muy… afecto a esas cosas- se queda en silencio un instante y camina a la puerta para ponerle el pasador.
Luego se gira hacia nosotros y se pone las manos en el cinturón -pero bueno… tengo curiosidad- se desabrocha despacio el cinturón
Me quedo pasmado, no sé que decir - mi esposa no me ha hecho nunca sexo oral y sé que jamás lo hará- añade abriéndose el pantalón y bajándose el bóxer- quiero saber qué se siente y qué mejor que dos bocas de confianza para experimentarlo- nos dice
Siento ganas de gritar, “¡¿dos bocas?!” Digo para mis adentros “Si el que mama verga es mi primo…” tardo tanto en reaccionar que cuando me doy cuenta ya tengo una enorme verga rosada, larga y gorda bien derecha, circuncidada, delante de mi.
-Venga primo- me dice Güicho riendo y poniéndose de rodillas - hay que cumplirle al patrón con el trabajo que nos encarga- añade agarrando con suavidad los huevos peludos y colgantes de Don Pepe para jalar su verga hacia su boca.
Alcanzo a ver un gesto de placer en el rostro de Don Pepe justo cuando mi primo me jala de la camisa para que me arrodille junto a él.
Hincado, miro la verga gruesa color rosa del patrón desaparecer en la boca hambrienta de Güicho… trato de pensar cómo explicarle que yo no soy puto como mi primo, pero no me salen palabras, me siento acorralado.
Me acerco un poco a su verga tratando de hacerme pendejo y simular que voy a mamar dejando que Güicho haga todo el trabajo, pero Don Pepe me pone su enorme mano peluda del dorso en la nuca y me empuja contra su pelvis.
Los pelos púbicos de Don Pepe son largos y abundantes, color café claro, es una selva enmarañada y virgen, se nota que jamás ha pasado un rastrillo o una máquina por ahí, a pesar de ser toda una jungla de pelos le huelen a perfume y a jabón, un aroma dulce a perfume caro emana de todo su cuerpo.
Güicho me mira sosteniendo la verga de Don Pepe en la mano y luego la dirige a mi boca, no me queda mas remedio que abrirla y dejar que Güicho me la meta en ella… su tamaño me obliga a hacer muy grande la boca… la siento adentro y percibo algo viscoso en su glande que no atino a reconocer si es la saliva de mi primo o precum del rubio rico.
Lucho en silencio contra todos mis prejuicios y comienzo a mamar despacio, hago esfuerzos por no hacer gestos, es una sensación extraña tener la verga de otro hombre en la boca… pero mas allá de lo que mi mente me dice, no se siente desagradable.
Güicho me guía con los ojos y con pequeñas señas me dice cómo abrir la boca, qué hacer con mis manos y la lengua y me empuja la nuca para que trague mas provocándome arcadas, luego la agarra y se la mete en la boca para dejarme respirar y descansar un poco…
Mientras se la chupa, mi primo me muestra cómo juega con su lengua en el glande de Don Pepe y me hace señas con los ojos para que vea el placer que le da al patrón… Güicho vuelve a metérmela en la boca y hago lo mismo que acabo de verlo hacer
Guicho se acomoda bien delante de mi y me hace lamer el glande de Don Pepe mientras él también lo hace, nuestras bocas se encuentran y Güicho trata de besarme, lo evito pero Don Pepe nos empuja nuevamente las cabezas por la nuca y nuestras bocas se besan con el glande de Don Pepe en medio de ellas.
Mientras Güicho baja a lamerle y comerle los huevos me deja libre para seguir mamando, hago lo mejor que puedo imitando los movimientos que he visto que hace Güicho.
Los minutos pasan lento, siento que llevo un día ahí arrodillado tragando la verga del patrón, Güicho sonríe con mis caras de asco cuando me toca comérsela y yo hago lo que puedo moviendo rápido mi cabeza para darle placer.
Mi asco aumenta conforme me doy cuenta de que no sólo estoy tragando la verga de otro hombre, sino que además estoy tragando las babas del pinche Güicho.
-¿Quién quieres que se los trague Papi?- pregunta Güicho arrodillado jugando con los pelos que Don Pepe tiene debajo del ombligo mientras yo la masturbo con mis labios a toda velocidad
-Tu- le responde Don Pepe- tu lo haces mejor.
Aquel comentario me resulta involuntariamente un halago. Dejo que Güicho tome el control y me quedo arrodillado ahí junto a él mirando los huevos enormes y rubios de Don Pepe estremecerse.
Güicho hace magia en cuanto lo dejo solo, Don Pepe lanza gemidos elegantes y discretos pero llenos de placer… en segundos comienza a gemir y a respirar más agitado, con fuerza … con energía finalmente con un alarido, me siento feliz de que se esté terminando este incómodo momento cuando veo que Don Pepe se saca la verga de Güicho y se masturba con frenesí- abran sus bocas- nos ordena mientras gime.
Güicho me jala del hombro y hace que mi cara quede junto a la de él, las dos mirando de frente la verga hinchada del patrón, Güicho abre la boca y saca la lengua yo apenas tengo tiempo de reaccionar cuando siento un chorro de esperma caerme directo a los ojos… instintivamente abro la boca con tan mal tiempo que el segundo chorro de leche me cae en la lengua…
Mi primo me empuja discretamente para quedar él frente a la Verga de Don Pepe, los chorros de leche le llenan la cara y la boca. Con un ojo cerrado y la cara escurriendo lo miró meterse nuevamente la verga de Don Pepe en la boca. El Patrón no se espera esa sorpresa pero se ve que le da un tremendo placer, lanza un gemido sonoro y luego se muerde los labios… Güicho mama a toda velocidad y Don Pepe no sabe si dejarlo o quitarse, finalmente encoge una pierna y se hace hacia atrás empujando la cara de Güicho.
Güicho me lame la cara y yo lo empujo con fuerza… ya he tenido suficiente jotería por un día.
Reconozco en Don Pepe una mirada de vergüenza y cierto remordimiento ahora que se ha venido, normal en los hombres como él.
Se pone muy serio y se sube a toda prisa el pantalón - no quiero una sola palabra de esto a nadie, absolutamente a nadie, ni siquiera lo comenten entre ustedes- nos advierte- ya lárguense- nos dice visiblemente incómodo.
Camino al cuarto el Güicho trae una sonrisa burlona en la cara, yo siento que he pisado fondo y lo culpo por lo que me está pasando
-Bueno, ya somos hermanos de leche- me dice riendo y lo acorralo contra la pared furioso, me olvido del miedo que le tengo y de lo mucho que me impresiona su tamaño y lo encaro - cabrón, de esto ni una palabra a Juan- le digo aguantándome las ganas de golpearlo
-Tranquilo primo- me dice Güicho borrando su sonrisa y levantando las manos en actitud de rendición - no le diría a Juan nada aunque no me lo hubieras exigido-
A partir de ese momento dejé que Güicho hiciera y deshiciera a sus anchas, dejé de seguirlo y no volví a pedirle que me acompañara a nada por miedo a que pensaran que a mi también me gustaba la verga.
Noté que poco a poco mi primo se volvía más solicitado porque empezó a salir por las noches y a regresar muy de madrugada. A Juanito y a mi nos había costado mucho esfuerzo ganarnos el respeto y hasta el cariño de los inquilinos. Pero Güicho… era un ladino y se ganó a todos en el poco tiempo que llevaba viviendo con nosotros.
Un día le piden a Juan que vaya a comprar unas cosas lejos y a mi me mandan a lavar una mancha de aceite en el piso del estacionamiento. Cuando regreso a nuestro cuarto, sudado y con ganas de un baño me encuentro la puerta abierta y a un montón de hombres dentro de nuestro cuartito.
Están ahí Don Mauro, Don Felipe, un hombre gordito, peludo y con abundantes barbas llamado Enrique, dos jovenes estudiantes que viven en el piso de abajo; Don Edgar, un señor como de sesenta años y Don Valentín, un abogado moreno muy galán que vive en otro edificio.
Algunos están sentados en las sillas y en la litera y otros de pie, todos hacen un círculo alrededor de Güicho a quien tienen totalmente desnudo amarrado sobre la mesa, con el torso sobre la tabla y las manos y piernas sujetas con cuerdas a las patas. Su cintura llega a la orilla de la mesa de manera que tiene una posición ligeramente en cuclillas con las nalgas levantadas.
En su espalda hay varios objetos: celulares, relojes, joyas de mujer, hasta unos AirPods.
Miro mi cuarto y lo veo hecho un muladar, han desacomodado todo, las sábanas están tiradas en el piso hechas bolas, la maleta del Güicho completamente abierta y con sus cosas regadas en el suelo.
-Perdón ¿se les ofrece algo?- pregunto solo por anunciar de alguna manera mi presencia
-Pasa Simón- me ordena Don Edgar, el maduro de 60 años.
-¿Y si están coludidos?- dice Damián uno de los universitarios del piso de abajo, un muchacho moreno, delgado de unos veinte años
-Tranquilo Damián- dice Don Edgar- Simón y Juan llevan muchos años con nosotros y nunca se había perdido nada
No necesito más referencia, sé ahora bien lo que ha pasado.
-Bueno ellos lo trajeron- dice Demetrio, el otro estudiante universitario, blanco o más bien rosado, muy alto y de cabello crespo , abundante y enmarañado… Demetrio siempre me ha parecido un espárrago.
-Tu primo nos ha estado robando- me dice Don Mauro, el moreno runner al que le mamó la verga en el estacionamiento
-En verdad lo siento mucho- digo casi poniéndome de rodillas
-Por favor papis- dice Güicho levantando la cabeza- ellos no sabían nada, ya les dije, yo soy el único culpable
-Tápenle la boca a este hijo de puta- dice Don Felipe, el cuarentón que nos descubrió en su sala.
Tengo una cinta gafer gruesa junto a la honrilla de la cocina, la agarro y se la paso varias veces por la boca para tapársela.
-¿De dónde vino este ladrón?- me pregunta Don Enrique, el gordito peludo mirándome fijamente
-Es mi primo- respondo nervioso
-¡Ni siquiera se parecen!- grita Damián, el estudiante moreno, furioso
-En verdad no les mentimos, pueden ver nuestras credenciales, es hijo de la hermana de mi mamá… - digo casi llorando seguro de que van a correrme
-Bueno, vamos a dejar de perder el tiempo y llamemos a la policía- dice Damián que es el más enojado de todos
-A ver Damián espérate- dice Don Edgar- vamos a pensar bien las cosas, en primera nos van a preguntar cómo nos robaba y todos vamos a tener que admitir que…
Don Edgar guarda silencio y todos se quedan callados con él.
-Ademas queremos seguir disfrutando de sus servicios- dice Don Mauro acariciándole descaradamente las nalgas
-¿Con qué confianza si es un ladrón?- dice Damián
-Pues hay que domesticarlo- dice Don Edgar con mucha serenidad- a mi me contó que estuvo en la cárcel y ahí se hizo adicto a la… Bueno… si lograron educarlo para que sea tan bueno en lo que hace, podríamos domesticarlo para que sea respetuoso y obediente
-¿Cómo a un animal?- pregunta Don Felipe algo incómodo con la propuesta
-Si, es lo que es, un animal salvaje que necesita ser domesticado- reitera Don Edgar con aire triunfal- todos queremos seguir gozando de los beneficios de tenerlo en el edificio ¿o no?
-¿Y por dónde empezamos?- pregunta Don Mauro mirando su reloj nervioso
-Bueno, se ha portado mal, hay que castigarlo- concluye Don Edgar - todos los que estén a favor de domesticar a Güicho levanten la mano.
Damián es el único que permanece con la mano abajo, pero Demetrio lo presiona con la mirada y Damián termina levantándola resignado.
Una vez que han acordado domesticarlo, Don Edgar jala una silla y se sienta delante de las nalgas de Güicho -Simón- me llama- pásame una libreta.
Tengo una libreta en donde anoto pendientes de mantenimiento, se la doy, Don Edgar se apoya en los glúteos de Güicho para escribir en la libreta:
Le pregunta uno a uno el monto de lo que les ha robado mi primo, algunas de las cosas que enumeran están sobre su espalda, los dueños las recogen pero Don Edgar lo registra en la libreta. Hay cosas que no están.
- Seguro las fue a empeñar y le dieron por ellas una mierda- dice Antonio, el abogado fornido, moreno.
“Seguro que si” pienso mirando la cara de Güicho amordazada con la cinta gris.
Los inquilinos recuperaron objetos por un valor de 200 mil pesos. Y faltan objetos que costaban 50 mil. El cabrón de mi primo en menos de un año ya se había robado 250 mil pesos.
-Bueno, un azote por cada peso robado- sentencia Don Edgar- no tiene que recibir todos el mismo día, que los reciba de 100 en 100… y mañana Simón, irás con él a la casa de empeño y verás la forma de devolvernos lo robado-
El ambiente seguía tenso, Don Edgar que a sus sesenta años tiene algo de autoridad entre los demás añade - Yo creo que por esa cantidad prácticamente ya lo compramos como nuestro esclavo sexual- todos lo escuchan atento- así que amigos, por 250 mil pesos hemos comprado mamadas de verga de por vida- añade riendo
-Y cogidas sin límite- añade Don Felipe dándole una buena nalgada a Güicho
-Pues vamos a darle sus primeros cien- exige Damián- y yo creo que este cabrón merece recibir 100 también por traer a este ratero a nuestro complejo.
Aquello no me lo esperaba. Otra vez el pinche Güicho me estaba embarrando en sus problemas
-¿Y Juan?- pregunta Demetrio, voy a decir algo para defenderlo pero Don Edgar dice- que Simón reciba los 200 que les corresponden a los dos. Juanito no ha de estar ni enterado de lo que está pasando.
Don Mauro se disculpa- tengo que volver a mi casa, mi esposa querrá saber en dónde estoy-
Don Enrique, el gordito, me sujeta del brazo con fuerza mientras Demetrio y Don Antonio que son los más fornidos sujetan a Güicho cuando los demás lo desamarran.
Junto a nuestro cuartito hay una jaula de tres metros cúbicos hecha con malla de acero, la malla recubre los cuatro lados y el techo, se hizo para que pudiéramos tender nuestra ropa y no se volara con el aire. Cómo vivimos en edificios de lujo las cuatro caras de la jaula están cubiertas con cinta de plástico, de manera que no se puede ver hacia adentro.
Los inquilinos deciden que nos azotarán ahí, nos llevan a empellones adentro de la jaula,
Demetrio quita las cuerdas que están colgadas de forma horizontal en la jaula para que tendamos la ropa y aprovechan esas cuerdas para amarrar las muñecas de Güicho a un tubo que sirve de soporte a la malla del techo, mi primo queda con los brazos ligeramente encogidos a la altura de su cabeza, con el cuerpo desnudo.
-Quítate la camisa- me ordena Don Edgar y obedezco de inmediato. Hay demasiados hombres en ese cuarto apenas hay movilidad. Aunque solo es la camisa me siento humillado de quitármela delante de ellos…
Demetrio me amarra delante del Güicho, aunque es más alto y su cara me queda arriba, cómo está agachado puedo verlo a los ojos y decirle con la pura mirada todo lo que pienso de él.
Domesticando al Güicho 3
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