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La aislada Beken 3. - Q-321.

Escrito por: Canis_addictus

(El siguiente relato no pretende ser una crónica de sujetos reales o probables; ni representar los ideales de la cultura BDSM/Leather actual o pasada. Se trata de un proyecto de fantasía.

Forma parte del mundo de relatos del mundo de Sotomontano a Danuff.

.......

El chico suspiraba mientras seguía al prefecto. Había tardado solo veinte minutos en pasar a las oficinas; solo para que le indicaran que debía entrar en otro cuarto y aguardar instrucciones. Pocos minutos detrás de él, otro chico entró por la puerta: uno de los prefectos ingresó y los jovenes se pusieron de píe de inmediato: el hombre les indicó que formaran una fila y que lo acompañaran.

El pasillo era largo; sin ventanas y parecía interminable: seguro era alguna clase de comunicación interna de la muralla. Ellos, como estudiantes, jamás habían acercado a las puertas de acceso: el solo hacerlo costaba una humillante medida disciplinaria que consistía en ser atados a la reja al salir de clase, y recibir 50 golpes en las nalgas con una palmeta de casi medio metro de largo, frente a todos sus compañeros de curso: temblaba al recordarlo. -Por fin terminó.-Pensaba.

No guardaba buenos recuerdos de su estancia en esa escuela. El no podía saberlo, pero el colegio Sur era una copia casi especular del colegio Norte de Beken; y pese a la estricta disciplina del lugar; las interacciones eran tan brutales como en uno como en el otro. El chico se dio cuenta de que este pasillo debía cruzar el muro exterior hasta la parte trasera de la escuela: suspiró. En este lugar había pasado unos años infernales; pero no podía evitar tenerle cierto cariño a los muros donde había vivido su niñez y adolescencia: era un hermoso sitio, con pequeños bosquejetes y construcciones hermosas (aunque algo siniestras como este mismo muro). Hubiese sido agradable haber dado un último vistazo: pero la prisa por llegar a la entrada había sido demasiada. En fin, ahora podría conocer como era el otro lado del muro.

Realmente fue una caminata larga hasta que llegaron al final del pasillo; y todavía avanzaron un poco antes de ingresar a un cuarto pequeño. En ese sitio solo había una banca y varios uniformes cuidadosamente plegados y colocados sobre una mesa. El Prefecto les indicó que debían desnudarse y colocar en ese sitio las prendas; después tendrían que sentarse y pasar a la siguiente puerta en cuanto escucharan su «código» (ya que en la república unificada, los niños no recibían un nombre al nacer). Su uniforme también era similar al del otro plantel: Camisa de cuello redondo abotonada hasta arriba, en color rosa pálido; y un conjunto de chaleco y pantalones cortos de color verde heráldico (tono del que también eran las medias hasta la rodilla que llevaban siempre); todo ello con un conjunto de cinturón y zapatos de color crudo. La talla había sido el único cambio en todos esos años; desde los 6 a los 18; y casi había olvidado que había utilizado alguna prenda diferente alguna vez. Aún así, tuvo cierta sensación de pérdida cuando, tras haber doblado todas las otras prendas; colocó sus viejos zapatos al lado de los muchos que habían sido depositados antes.-Por fin terminó- Repitió en su mente.

El prefecto salió y los chicos quedaron solos. No supo por qué, pero hubiese asegurado que el tipo tenía una sonrisa malvada mientras cerraba la puerta. Pero desechó pronto esa impresión: los prefectos eran todos unos sádicos; ya lo había aprendido en todos esos años.

La puerta se abrió y un hombre con una pijama blanca soltó una clave. Uno de los chicos a su lado se puso de pié y se apresuró. «El trámite de recibir el nombre, los documentos y su primer juego de prendas con pantalones largos. El paso para ser un hombre» pensó. Otra clave fue nombrada, y otro chico partió. Todos estaban tensos: habían sobrevivido a ese lugar infernal; unos mejor que otros. El mundo exterior...ese lugar lleno de misterios. El chico revivía en esos últimos instantes el dolor de una vida.

No había tardado en comprender que una actitud rebelde traía muchos castigos de los adultos; el había tenido que soportar largas jornadas arrodillado sobre un pasillo de grava, recibir azotes con palmeta y corréa, e incluso había sido encerrado en el cuarto sin sueño varias veces. Cierto que era humillante recibir los abusos de sus propios compañeros; pero muy pronto había aprendido que, con una actitud obediente y servil, podía evitar castigos dolorosos de los adultos, y limitar los que los compañeros podían darle: aunque eso no evitara otro tipo de abusos y humillaciones. Para ese entonces, el chico ya conocía el sabor y olor de cada verga de su edificio; había tenido que lamer docenas de zapatos; había soportado puñetazos de sus compañeros y había tenido que renunciar a trabajos, tareas y tiempos de descanso para mantener contentos a los «líderes» de su pasillo. «Solo resiste: esto no será para siempre» era su lema: y hoy por fin todo terminaría.

- Q-321

El chico se puso de pié. “Se acabó Q-321”.

Recordó en ese momento el rostro dulce de su madre: uno de los pocos recuerdos que tenía de su vida antes de que los vigilantes llegaran a la casa y lo arrastraran hacia una camioneta obscura, del mismo modo que habían hecho dos años antes con su hermano. Sonrió; había muchas cosas que tenía ganas de ver detrás de los muros; pero buscar a su hermano sería una de los primeros. «Alejandro» pensó: «Protector de la humanidad» había dicho su madre. ¿Como podía recordar eso siendo tan pequeño cuando lo escuchó? Ahora su hermano «Alejandro» estaría probablemente en una casa; disfrutando de su vida: quizá estudiando todavía o ya ejerciendo un oficio. Tenía tantas cosas que contarle...tantas preguntas que hacerle...tantas lágrimas que derramar a su lado. «Alejandro; espérame».

El hombre de la bata parecía impaciente cuando el chico cruzó la puerta; la cual se cerró con fuerza. Cuando vio el aparatejo que estaba frente a él, intentó retroceder: parecía uno de esos bancos en los que los prefectos los ataban para propinarles varazos en la espalda. Intentó retroceder, pero el hombre presionó un botón y un par de vigilantes uniformados entraron y cayeron sobre él chico, lo llevaron casi cargando y lo obligaron a asumir su posición sobre el aparato.

-Tranquilo. Ahora eres un adulto, así que deja de comportarte como un chiquillo. Esto es solo un procedimiento de rutina antes de que salgas al mundo.

El aparato era una especie de banco hueco sobre el que estaba acostado de vientre. Sus brazos y piernas descansaban sobre soportes metálicos que lo obligaban a cargar su peso sobre sus codos y rodillas, ya que las muñecas y tobillos habían sido asegurados con correas. El sujeto de la pijama se acercó a él y comenzó a cubrir su cuerpo con una pasta: estaba tibia y espesa; el contacto tenía un efecto relajante sobre él y le ayudó a dejar de retorcerse y gritar como lo había comenzado a hacer. Después de todo corrían todo tipo de historias de lo que podía pasar dentro de esos edificios: y si aunque esto era humillante, era por lo menos algo disfrutable si olvidabas el pudor; cosas mucho peores había tenido que soportar antes. Cerró los ojos: «No pensar; solo resistir. Por fin está terminando» se decía a si mismo.

«Elden». «Elden y Alejandro: nombres de protectores. Espero que sepan estar a la altura» había dicho su madre alguna vez. Recordaba que era una mujer muy callada; obediente en todo a su padre y casi siempre callada; por lo que este momento de repentina apertura era algo que se había grabado en su mente. Elden: no más Q-321.

Cuando el encargado sujetó la parte frontal de la gomosa y dura sustancia; y tiró de ella hacia atrás; el chico estuvo a punto de soltar un alarido; pero momentos antes le habían colocado en la boca un trozo grande de algo parecido al algodón y lo había sujetado con dos trozos de cinta: al principio había creído que era para evitar que se tragara la pasta; pero ahora comprendió que era para ahogar sus gritos. El sujeto continuó tirando con fuerza de la capa endurecida y Q-321 estuvo a punto de desmayarse cuando su cabeza quedó libre. Los tirones por el cuerpo también fueron dolorosos, pero no se comparaban con lo que sucedió antes. El dolor lo mareó, pero volvió a sentir que impregnaban su cuerpo con otra sustancia; por la forma en que ahora se deslizaba la mano sobre su cráneo comprendió que le habían arrancado el cabello de raíz. La piel estaba irritada y esta sustancia pareció penetrar por su piel: quemaba. El chico se retorció entre sus sujeciones durante varios minutos; hasta que el chorro helado de una manguera le retiró también esta nueva cobertura. No tardó casi nada en volver a sentir ardor; y ahora era una máquina vibratoria lo que castigaba su espalda: eran como miles de agujas clavándose. Tras unos minutos, el encargado procedió a patear todo lo que estaba en el suelo: el chico vio los restos de su rojiza cabellera adheridos a esa sustancia gomosa: sus ojos estaban llenos de lágrimas. El encargado no dijo más y fue hacia el fondo del salón. Los dos vigilantes volvieron a entrar y se pararon frente al asustado chico.

Uno de los vigilantes habló con voz grave y severa- Q-321. Acabas de ser marcado como un FAG. Los examinadores de la academia han encontrado que no eres lo suficientemente hombre para ser un ciudadano de Beken o de la nación, por lo que a partir de este momento pierdes todos tus derechos e identidad como humano; siendo ahora un FAG, una criatura inferior que existe solo para servir y obedecer a los hombres verdaderos. Dejarás de usar tu código de alumno, y a partir de este momento recibes el nombre de «Garbanzo». En cuanto cruces la puerta, la Academia Sur deja de tener la responsabilidad de protegerte, por lo que tendrás que sobrevivir por tu cuenta.

Dicho esto; los vigilantes lo soltaron del aparato y lo condujeron hacia una enorme puerta de lámina que se alzaba al final de un pasillo.

-En cuanto pises la calle...-Dijo uno de los vigilantes a Grabanzo.- ...corres con todas tus fuerzas si sabes lo que te conviene. Trata de meterte en el bosque, y aún así corres hasta que no puedas más. Es la única oportunidad que tendrás de tener algo parecido a la libertad. Mientras no te vea un policía o un hombre de verdad; puedes vivir como un animal; oculto tras la maleza y comiendo yerbas e insectos. Se que puede sonarte una locura lo que te estoy diciendo; pero no deberás dejar que te capturen o vivirás el infierno en vida. Tu única ventaja en el mundo es que no tienes el chip que nos identifica a los hombres de verdad: no pueden localizarte vía remota.

-En cuanto pises la calle...-Dijo el otro.-...y veas a un policía acercarse, deberás arrodillarte ante él y permitir que te encadenen. Serás llevado a un centro de detención de «Fags» donde serás torturado y humillado para el placer de los custodios; y puedes o no ser comprado como esclavo por una empresa u hombre: es la única forma de salir de allí. A partir de ese momento serás un simple objeto y te limitarás a obedecer y aceptar lo que cualquier hombre decida hacer contigo; porque no puedes hacer nada para evitarlo, y si lo intentas; volverás al centro de detención y créeme: una vez que lo conozcas, no querrás regresar allí jamás.

La enorme puerta se abrió y una bota lo lanzó fuera del edificio. Garbanzo todavía no terminaba de entender bien lo que había sucedido en esos momentos; pero en cuanto vio al enorme uniformado corriendo hacia él; se puso de pié y pese a estar descalzo, consiguió alcanzar la línea de árboles y meterse entre la yerba. Otro policía también se unió a la carrera, pero cuando por fin llegaron al final del camino, ya no se escuchaba nada ni se veían rastros del chico.

-¿Y bien pareja, revisamos la zona?

-Déjalo pareja. Ese puto corre como el diablo. Mejor esperamos a que boten al siguiente y lo agarramos al paso. Total; para lo que va a durar sin que lo encuentren. Esos niños no conocen nada fuera de su escuelita.

La pareja de policías se puso de acuerdo y ya estaban esperando junto a la puerta cuando el siguiente “FAG” salió: lo inmovilizaron con el bastón de inmediato y lo metieron en el maletero: otros seis cuerpos apretados se movían y suplicaban en vano piedad: el último fue echado sobre ellos y la tapa se cerró.

...

Garbanzo continuaba avanzando. Había corrido durante bastantes minutos sin parar, y solo fue por haber encontrado un segundo muro que había decidido detenerse. Avanzaba ahora entre la maleza intentando evitar el menor movimiento que delatara su posición, pero mantenía el alto muro como guía. Por supuesto que, de encontrar alguna puerta o acceso; este tendría vigilantes; pero tenía la esperanza de que en algún punto esta pared se hiciera más baja; o cambiara. Recordaba el muro de la escuela: cuantas veces había deseado saltarlo...a veces se preguntó si sería capaz de hacerlo: pero nunca lo intentó. Sabía tan poco sobre lo que podría haber detrás de ese muro como lo que sabía del sitio a donde lo habían lanzado: pero no podría ser peor que esto. «Serás torturado, humillado...comprado...vives para servir a los hombres de verdad» le habían dicho. «No eres lo suficientemente hombre...eres un fag».

Se había alejado lo suficiente, pensó. Llevó sus manos a su cabeza y corroboró que su cabellera rojiza había desaparecido. Creía haberla visto entre los residuos del piso; pero creyó que eran engaños de su mente asustada. Abrazó sus piernas y comenzó a llorar: «Se suponía que todo había terminado» se dijo.

-Llorar no te va a servir de nada; y necesitas tus ojos y oídos atentos todo el tiempo si quieres sobrevivir aquí.- Le dijo una voz. Garbanzo se volteó y encontró a un hombre calvo y con la piel quemada que lo miraba con una sonrisa de lástima. -¿Cual es tu nombre? -Preguntó el sujeto.

-Yo...-Dudó; pero recordó lo que pensaba antes de entrar a la sala de...- Elden; mi nombre es Elden.

El sujeto se carcajeó en silencio. -Niño; sabes que ese no es tu nombre. Pero no importa. Yo me llamo Frijol y me imaginé que si esperaba el tiempo suficiente, hallaría a alguno de ustedes perdido por aquí. No pierdas el tiempo siguiendo esa barrera: rodea toda la ciudad y solo se puede salir por las aduanas: imposible para «fags» como nosotros.

-Pero...yo...

-Silencio niño; y baja el tono de tu voz. Yo llevo ya tres años escondido en el bosque. A partir de ahora no hables a no ser que yo te lo indique, o que tengas algo muy importante que comunicarme. Si me haces caso, puede que logres sobrevivir aquí. Los perros no realizan rondas por el bosque con frecuencia y es fácil evitarlos cuando conoces el terreno. Te vas a quedar conmigo unos cuantos días, hasta que te enseñe lo que necesitas saber para poder vivir por tu cuenta: luego adiós.

Garbanzo iba a contestar, pero solo asintió con la cabeza. El hombre entonces procedió a indicarle la forma en que debía desplazarse en 4 patas para poder avanzar sin ser visto. Cuando Garbanzo pudo replicar el movimiento, le indicó que lo siguiera. Antes de alejarse le dio una última indicación.

-Si has conseguido escapar de los policías; es porque tuviste mucha suerte y eres muy veloz. Aprovecha esto último. Si por alguna razón en estos días llegamos a ser detectados por esos perros; debemos echar a correr y no intentar reencontrarnos. Si llego a ser capturado, tu huye sin volver la vista: yo haré lo mismo. Esas bestias llaman «infiernitos» a los sitios donde nos llevan si nos capturan; y créeme que le hacen honor al nombre: yo moriré antes de volver a uno de ellos; y te recomiendo que si llegas a estar acorralado y tienes la oportunidad, te suicides: si no lo haces, puede que nunca tengas otra oportunidad de hacerlo.

-Garbanzo sintió que se le erizaban los pelos de la nuca. Pero Frijol no perdió el tiempo en dar más explicaciones. Desapareció frente a algunos tallos y solo regresó para hacer una señal para que lo siguiera. Las lágrimas corrieron por las mejillas de Garbanzo y aunque contuvo su llanto; no pudo evitar murmurar: - ¿Es que esto nunca termina?

La aislada Beken 3. - Q-321.

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