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El bully y el tímido Parte 2 “Declaración de guerra”

Escrito por: Bahiensex

En la primera parte, Damián y Nico, dos chicos de 18 años, fueron forzados a trabajar juntos en un proyecto de biología, lo que reveló una inesperada conexión entre ellos. Sin embargo, la aparente tregua fue breve.

Durante los primeros días tras su encuentro, Damián no se comportaba como el bully de siempre en el instituto. Sin embargo, sus amigos, notando el cambio, empezaron a burlarse de él. “¿Qué pasa, Damián? ¿Ahora eres novio de Nico?”, le preguntaron riendo. Damián, molesto y avergonzado, negó con vehemencia. “¿Qué decís, idiotas? Ese pringado vino a mi casa y quiso chuparme la polla, pero le dije que no,” soltó, inventando la mentira en un intento de mantener su reputación.

La noticia se esparció como la pólvora por el instituto. Nico no tardó en enterarse y sintió cómo la sangre se le subía a la cabeza de pura rabia. Decidió enfrentar a Damián directamente, pero no en persona. Le mandó un mensaje: “¿Por qué estás inventando esas cosas sobre mí? No tienes derecho.” Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Algunos compañeros empezaron a burlarse de Nico, aunque Damián no estaba entre ellos.

Damián, al recibir el mensaje, se sintió un tanto culpable, pero la presión de mantener su imagen ante sus amigos era demasiado fuerte. Contestó con frialdad: “Cálmate, Nico. Solo fue una broma. No es para tanto.” Nico leyó las palabras y sintió cómo la ira se transformaba en una fría determinación. No iba a permitir que Damián se saliera con la suya tan fácilmente.

Pasaron los días, y Nico comenzó a planear su venganza. Sabía que enfrentarlo en el instituto sería inútil; Damián siempre tendría el apoyo de sus amigos. Necesitaba atraerlo a su terreno, donde tendría el control. Con una estrategia en mente, le envió otro mensaje: “Necesito hablar contigo en persona. Ven a mi casa esta tarde. Es importante.”

Damián, sintiéndose un poco inseguro, aceptó. “Está bien. Iré después de clase.” Nico sonrió al leer la respuesta. Todo estaba listo.

Esa tarde, Damián llegó puntual a casa de Nico. “Hola,” dijo Damián con tono neutral, sin atreverse a mostrar demasiada emoción. Nico lo invitó a entrar y lo guió hasta su habitación. Cerró la puerta tras ellos, creando una atmósfera privada e intimidante.

“Necesitamos hablar seriamente,” comenzó Nico, tratando de mantener la calma. “¿Por qué has dicho todas esas mentiras sobre mí? ¿Qué ganas con eso?” Damián se encogió de hombros, aparentando desinterés. “Solo me estaba divirtiendo, Nico. No te lo tomes tan en serio.”

“¿Divirtiéndote? ¿Sabes lo que he tenido que soportar estos días?” replicó Nico, su voz temblando de rabia contenida. “Te crees muy gracioso, ¿verdad? Pero ya verás que no lo es tanto cuando se trata de ti.”

Damián alzó una ceja, intrigado pero también nervioso. “¿De qué estás hablando?” Nico dio un paso hacia él, su mirada firme y decidida. “Estoy hablando de justicia. De hacerte entender lo que se siente estar en mi lugar.”

Antes de que Damián pudiera responder, Nico lo empujó contra la cama, sus movimientos rápidos y decididos. Damián, sorprendido, intentó levantarse, pero Nico fue más rápido, sujetándole los brazos. “¿Qué coño haces, Nico?” exclamó Damián, sintiendo un atisbo de pánico.

“Te voy a enseñar algo, Damián,” dijo Nico, su voz baja pero firme. “Te voy a enseñar lo que significa ser humillado, lo que significa no tener control.” Damián trató de forcejear, pero la determinación de Nico era inquebrantable. “Déjame en paz, tío. Esto es una locura,” protestó, pero sus palabras cayeron en oídos sordos.

Nico se inclinó sobre él, sus labios muy cerca del oído de Damián. “Esto es solo el comienzo,” susurró. “Si quieres seguir humillándome, tendrás que pasar por esto primero.” Damián tragó saliva, sintiendo una mezcla de miedo y curiosidad. “¿Qué quieres de mí, Nico?”

“Quiero que entiendas lo que se siente ser vulnerable,” respondió Nico. “Y si no puedes soportarlo, entonces sabrás lo que me haces cada día.” Con esas palabras, Nico aflojó su agarre, permitiendo que Damián se levantara parcialmente. “Vete, si quieres. Pero sabes que esto no ha terminado.”

Damián, aún aturdido, se sentó en el borde de la cama, mirando a Nico con una mezcla de confusión y algo más. “Estás loco, Nico,” dijo finalmente, pero sin la usual seguridad en su voz. “Puede que sí,” respondió Nico, cruzando los brazos. “Pero al menos yo sé quién soy. ¿Y tú?”

Damián no respondió de inmediato, su mente trabajando a toda velocidad. “Tienes razón, no sé qué soy,” admitió finalmente, su voz apenas un susurro. “Pero no me gusta lo que estoy sintiendo ahora.”

Nico se acercó, su rostro a solo centímetros del de Damián. “¿Y qué sientes, Damián?” preguntó suavemente, aunque sus ojos brillaban con una intensidad feroz. Damián dudó, sus ojos desviándose momentáneamente. “No lo sé,” respondió, aunque ambos sabían que era una mentira.

“Lo que sientes es miedo,” dijo Nico, su tono casi compasivo. “Miedo de que alguien más tenga el control, miedo de enfrentar lo que realmente eres.” Damián cerró los ojos, luchando contra las emociones que lo abrumaban.

“Puede ser,” admitió con dificultad, abriendo los ojos para encontrar la mirada de Nico. “Pero no sé cómo manejarlo.”

“Déjame ayudarte,” susurró Nico, inclinándose lentamente hasta que sus labios rozaron los de Damián. Este último contuvo el aliento, su cuerpo tensándose, pero no se apartó. El beso fue suave al principio, una exploración tímida que pronto se transformó en algo más intenso.

Damián respondió al beso con una urgencia desesperada, como si todo el conflicto interno se desvaneciera en ese contacto. Las manos de Nico se deslizaron por el cuerpo de Damián, acercándolo más, profundizando el beso. Damián gimió suavemente contra los labios de Nico, su resistencia finalmente desmoronándose.

Cuando el beso terminó, ambos estaban jadeando, sus frentes apoyadas una contra la otra. “Esto… esto no cambia nada,” murmuró Damián, aunque su voz carecía de convicción. Nico sonrió, una sonrisa llena de conocimiento y poder.

“Claro que lo cambia,” respondió. “Y hay algo más que necesitas saber.” Damián lo miró, sus ojos llenos de preguntas sin formular. “Lo que dijiste en el instituto… que yo quería chuparte la polla… no podría ser más falso.”

Damián frunció el ceño, la confusión clara en su rostro. “¿Qué quieres decir?”

Nico lo miró directamente a los ojos, su voz firme y segura. “Yo no soy pasivo, Damián. Soy activo. Así que, si alguien va a chuparle la polla a alguien aquí, no seré yo.”

El silencio llenó la habitación mientras las palabras de Nico penetraban en la mente de Damián. Este abrió la boca para decir algo, pero no encontró palabras. La realidad de la situación se asentó lentamente en su mente, trayendo consigo una mezcla de miedo, asombro y algo que no quería admitir: una excitación latente.

Nico se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta. “Nos veremos mañana en el instituto,” dijo, dándole a Damián una última mirada significativa. “Y recuerda, esto solo acaba de empezar.”

Damián se quedó sentado en la cama, su mente enredada en una maraña de emociones y pensamientos. Sabía que su vida había dado un giro inesperado y que nada volvería a ser igual. Pero lo que más le inquietaba era la creciente sensación de que, de alguna manera, esto era exactamente lo que necesitaba.

Mientras Nico cerraba la puerta tras de sí, una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Había ganado la primera batalla, pero la guerra apenas comenzaba. Y estaba preparado para todo lo que viniera.

Continuará…

El bully y el tímido Parte 2 “Declaración de guerra”

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